Cinco claves del discurso de posesión del presidente Gustavo Petro

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Escrito por Daniel Pacheco

Antes del discurso, los símbolos que dominaron la posesión fueron la reminiscencia no explícita a la guerrilla del M-19, donde el hoy presidente Gustavo Petro militó hasta su desmovilización.

María José Pizarro, senadora e hija de Carlos Pizarro, fue la encargada de ponerle la banda presidencial a Gustavo Petro. En su espalda, una foto bordada del comandante y candidato presidencial asesinado de esa guerrilla, con la leyenda: “Que la lucha por la paz no nos cueste la vida”.

Luego, posesionado como presidente de la República, la primera orden de Petro fue que se trajera la espada de Bolívar que estaba en Casa de Nariño, y que el expresidente Duque no autorizó usar en la posesión. Después de un receso de más de 15 minutos, con la espada al lado, Petro dio su discurso de posesión.

El Gobierno pretende instalar al “pueblo” en la Casa de Nariño

“Aquí está como en el recorrido de mi existencia, el pueblo”, dijo Petro empezando su discurso. Tanto sus palabras, como varios símbolos y gestos durante su posesión, enviaron el mensaje de que por primera vez el que llegaba a la Casa de Nariño era el pueblo.

“Las manos humildes del obrero, aquí están las campesinas y las que barren las calles. Cuando me siento débil, el amor al pueblo, a la gente que sufre excluída, es el que me tiene aquí para unir y construir una nación”, agregó.

Petro, a quien el presidente del Senado, Roy Barreras, presentó como un “hijo del pueblo”, ha sido descrito como un populista de izquierda. Y en su posesión hizo de la llegada de la Colombia popular una parte central.

Esto se resaltó con gestos, como la apertura de la Plaza de Bolívar al público y la invitación especial a personas del común que lo apoyaron en su campaña. Invitados como una barrendera, un pescador, y un campesino. Un pueblo compuesto de minorías en donde afros e indígenas tienen un papel protagónico.

Un pueblo que, además, contrapone al ‘enemigo’ que ya formuló: “Estamos acá en contra de los de siempre, contra los que no querían soltar el poder, pero lo logramos, hicimos posible lo imposible”.

Finalmente, la instalación del gobierno del pueblo fue presentada como un hecho sin precedentes, con la recurrente alusión de Petro a “Cien años de Soledad”: “Hoy empieza nuestra segunda oportunidad sobre la tierra”, afirmó, con el tono adanista que lo caracteriza. Y que fue reforzado en el discurso del ex uribista y ex santista Roy Barreras: “venimos de esos humildes, de esos abandonados, invisibles y negados que en 200 años de vida republicana no han tenido un Estado que los proteja”.

Ese Estado, según Petro, por fin ha llegado.

La paz, marginal en la campaña, surge como primera prioridad de Petro

“Que la paz sea posible. Tenemos que terminar, de una vez y para siempre, con seis décadas de violencia y conflicto armado. Se puede”, dijo Petro en el primer punto sobre política pública de su discurso.

Se trata de un giro sustancial del discurso de campaña. Hace poco más de seis meses, en pleno debate electoral, el Acuerdo de Paz cumplió cinco años y la fecha no mereció ni un pronunciamiento de Petro. Ahora en el discurso que esboza cómo será su Gobierno, estuvo de primero:

“Cumpliremos el Acuerdo de Paz, seguiremos a rajatabla las recomendaciones del informe de la Comisión de la Verdad y trabajaremos de manera incansable para llevar paz y tranquilidad a cada rincón de Colombia. Este es el Gobierno de la vida, de la Paz, y así será recordado. La paz es posible si desatamos en todas las regiones de Colombia el diálogo social”.

Curiosamente Petro no mencionó la “paz total”, la expresión con la que miembros de su gabinete venían presentando las ambiciones de entablar diálogos con el ELN, disidencias de las Farc y organizaciones posparamiltares como el Clan del Golfo.

De hecho, cuando se dirigió a los grupos armados no mencionó a ninguno por nombre y tampoco propuso una negociación política. En cambio, los convocó a dejar las armas y “a aceptar beneficios jurídicos a cambio de la paz, a cambio de la no repetición definitiva de la violencia”.

Un Gobierno del diálogo social y regional como “método”

El diálogo ocupó un lugar central en el discurso como método permanente de interlocución con la sociedad. “El diálogo será mi método, los acuerdos mi objetivo”, dijo Petro en su decálogo de promesas de Gobierno.

Un diálogo, por un lado, presentado en el contexto de la búsqueda de la paz: “Es más democracia, más participación lo que propongo para terminar con la violencia”.

Y por otro, como herramienta de acuerdos regionales más amplios con otros sectores de la sociedad: “En los diálogos regionales vinculantes convocamos a todas las personas desarmadas, para encontrar los caminos del territorio que permitan la convivencia”.

Estos diálogos ya comenzaron, y se vincularon a la construcción del Plan de Desarrollo que debe tramitar el Gobierno Petro en el Congreso. En cambio, el concepto de Acuerdo Nacional, con el que Petro ha buscado conformar una coalición en el Congreso con partidos tradicionales, fue mencionado apenas una vez en el discurso.

La promesa de igualdad social descansa sobre la reforma tributaria

El tema que dominó parte de la campaña, la inequidad social, quedó algo relegado en el discurso, después de la paz y el cambio de la política de drogas. Petro puso sobre los hombros de la reforma tributaria el peso de esa transformación:

“La igualdad es posible si somos capaces de crear riqueza para todos y todas, y si somos capaces de distribuirla más justamente. Por eso proponemos una economía basada en la producción, el trabajo y el conocimiento. Y es por ello por lo que proponemos una reforma tributaria que genere justicia”.

La tributaria, que será liderada por el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, fue presentada sin dar puntadas de cómo será. En cambio, como anticipó Héctor Riveros en su columna, el presidente la enmarcó en una lógica de justicia social: “La solidaridad está en el impuesto que paga el que puede pagarlo y en el gasto del estado que va a quienes lo necesitan por su infancia, por su juventud, por su vejez”.

En su discurso, Petro apenas nombró otras reformas que serán prioritarias: “una reforma de la salud y de las pensiones, una reforma del contrato laboral, una reforma de la educación”.

La Amazonía como carta de negociación frente al cambio climático

Como todos los presidentes, Petro mostró su ambición de ejercer un liderazgo internacional. Lo hizo, por un lado, enarbolando las banderas del cambio climático:

“Desde esta Colombia le pedimos al mundo acción y no hipocresía. Nosotros estamos dispuestos a transitar a una economía sin carbón y sin petróleo, pero poco ayudamos a la humanidad con ello. No somos nosotros los que emitimos los gases efecto invernadero. Son los ricos del mundo quienes lo hacen (…) pero nosotros sí tenemos la mayor esponja de absorción de estos gases después de los océanos: La selva amazónica”.

Para conservarlo Petro lanzó la propuesta de “cambiar deuda externa por gastos internos para salvar y recuperar nuestras selvas, bosques y humedales” e hizo un llamado directo al Fondo Monetario Internacional para hacerlo.

En contraste a su visión global, el discurso no dio detalles sobre su propuesta de detener los contratos de exploración petrolera, detener los pilotos de fracking, o la explotación y exploración costa afuera. Temas sobre los cuales hay una alta expectativa por su impacto fiscal.

Hacia Estados Unidos, el mensaje de Petro se centró en el cambio de política de drogas, que vinculó al logro de la paz con los grupos armados:

“Claro que la paz es posible si se cambia, por ejemplo, la política contra las drogas, por ejemplo, vista como una guerra por una política de prevención fuerte del consumo en las sociedades desarrollados”

Puntualmente, el presidente propuso modificaciones del régimen internacional de drogas “que acepte que la guerra contra las drogas ha fracasado, que ha dejado un millón de latinoamericanos asesinados durante estos 40 años, y que deja 70.000 norteamericanos muertos por sobredosis cada año”.

Ñapa: varios silencios y un nuevo rol para el Ejército

Si la paz tuvo un despliegue amplio, la seguridad, en cambio, estuvo prácticamente ausente. La palabra terrorismo no se usó en el discurso. El narcotráfico como amenaza de seguridad nacional tampoco. En su decálogo habló de una estrategia de “seguridad integral” y una “modernización de las fuerzas de seguridad”, sin entrar en más detalle.

Y las únicas señas directas que dio para las Fuerzas Militares señalan un viraje y cambio de rol:

“Volveremos a construir distritos de riego con el Ejército y casas campesinas y caminos vecinales con los soldados de la Patria. Ejército, sociedad y producción pueden unirse en una nueva ética social indestructible”.

Además de la seguridad, hubo otros silencios notables. Petro no mencionó al Pacto Histórico, su coalición política. No mencionó a Iván Duque ni a Álvaro Uribe. No mencionó a Venezuela, ni a la democracia en América Latina.

La Silla Vacía

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