¿Por qué los iraníes hicieron una revolución?

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Nota: Rasoul Goudarzi Periodista y analista internacional, Master en Relaciones Internacionales de la Universidad Azad de Irán. Especialista en temas principalmente de Oriente Medio e Irán. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales.

Un día como hoy, pero del año 1979, el pueblo iraní se levantó e hizo colapsar el sistema monárquico del régimen de Pahlavi, dando paso a la fundación de un nuevo sistema que se nombró República Islámica de Irán.

En este artículo pretendemos analizar algunas de las circunstancias que motivaron esa revolución, los obstáculos que han impuesto en su camino y los logros que ha conseguido el pueblo iraní.

Causas de la Revolución

En el año 1951, se intensificaron las movilizaciones sociopolíticas en Irán. Los ciudadanos sedientos de libertad consiguieron establecer su primer gobierno electo de forma democrática. Como líder colocaron al primer ministro Mohamad Mosadeq, quien nacionalizó la industria petrolífera del país. Gracias a sus políticas, el oro negro, que había estado bajo el control de una compañía británica que hoy se llama British Petroleum, regresaba a manos de sus verdaderos propietarios, el pueblo iraní.

Sin embargo, en agosto de 1953, ese pueblo vio morir su sueño; la inteligencia británica, el MI6, y la CIA estadounidense orquestaron un golpe de Estado militar contra ese gobierno popular de Mosadeq. De este modo, quedaba reinstaurado el poder absoluto del Shah, Mohamad Reza Pahlavi.

En unos difíciles años sesenta, los iraníes sufrieron una monarquía absoluta y en la sociedad se agravaron las heridas abiertas: la brecha económica, la desigualdad social, las falta de libertades políticas, todo ello junto a la temida “SAVAK” (Organización de Inteligencia y Seguridad Nacional), que asfixiaba y reprimía cualquier voz opositora.

En estas circunstancias, el ayatolá Seyed Ruholá Jomeini se presenta como una figura opositora bien conocida, que buscaba concienciar al pueblo sobre la realidad política del país bajo la monarquía absoluta del rey Pahlavi. Es por eso que el entonces sistema de Inteligencia le detiene para tratar de calmar la situación. No obstante, esta medida surte el efecto contrario, su detención motiva un levantamiento popular en todo el país. El Ejército recurre a todo tipo de medidas para socavar las protestas, desde declarar el toque de queda hasta reprimir las protestas con fuego real.

Cuando el régimen monárquico se percata de la ineficacia de sus medidas, decide liberar al ayatolá Jomenini, aunque poco después lo vuelve a detener y lo envía al exilio a Turquía. El líder revolucionario decide marcharse a Irak y después a Francia.

Durante su periodo de exilio todo Irán está agitado, las protestas continuaron y las medidas del rey, como la ley marcial, eran incapaces de controlarlas. El pueblo estaba decidido a poner punto final a su dependencia de EE.UU. y el Reino Unido, a la vez que abogaba por decidir su propio futuro y gestionar los recursos del país sin la injerencia extranjera.

En 1979, el ayatolá Jomeini regresa al país donde ejerce su liderazgo y con sus discursos motiva al pueblo a dar el último golpe al régimen monárquico. Al final, el 11 de febrero de ese año, Irán ve su sueño hecho realidad, cae el dictador, triunfa la voluntad del pueblo y se produce una revolución que cambia las ecuaciones regionales e internacionales.

Después del triunfo de la Revolución Islámica

A nivel regional, el cambio del sistema en Irán se interpretó como una debilidad del régimen israelí, un importante aliado del rey Pahlavi, y un gran obstáculo para los planes hegemónicos de Washington y sus aliados occidentales en Oriente Medio. En este sentido, el exsecretario del Tesoro de EE.UU., George Pratt Shultz, declaró: “La Revolución Islámica de Irán es el peor enemigo común de Occidente en toda la historia”. Asimismo, en su libro “Victoria Sin Guerra”, el expresidente norteamericano, Richard Nixon, escribe: “Para nosotros, el Islam de Jomeini es mucho más peligroso que la Unión Soviética. El cambio ha iniciado en forma de huracán y no somos capaces de pararlo”.

A nivel internacional, la Revolución Islámica de Irán significó un gran desafió para el modelo de la hegemonía y la arrogancia mundiales. Teherán enviaba un claro mensaje claro a los países sometidos; la posibilidad de ser independientes en las ecuaciones internacionales y su derecho a la autodeterminación. Este mensaje se interpretó como un enorme peligro para aquel modelo dominante en el mundo.

De acuerdo con esa situación que suponía un gran peligro para los intereses de EE.UU., después del triunfo de la Revolución Islámica y, especialmente, tras la caída de la Unión Soviética, Washington concentró sus esfuerzos para provocar un cambio o intentar derrocar al sistema iraní. Razón por la cual impulsaron una guerra de ocho años, utilizando como instrumento el régimen dictatorial iraquí de Saddam Husein.

Al ver que la guerra física había fracasado, recurrieron a una guerra blanda para lograr su objetivo. Impusieron sanciones, que según las autoridades iraníes son ilegales, bajo el pretexto de que el país pretendía fabricar armas atómicas. Por este medio buscaban dos objetivos: primero presionar al pueblo y dificultar su vida cotidiana para provocar un enfrentamiento con el sistema del país, y segundo, aislar al pueblo y al Gobierno iraníes en la arena internacional.

No obstante, una vez más, el resultado ha no sido el esperado por ellos, ni a nivel interno ni externo. De hecho, en el exterior, no sólo no pudieron debilitar y marginar a Irán, sino que este país desempeña hoy un rol clave en las ecuaciones regionales e internacionales. Al punto de que, actualmente, para solucionar los conflictos y las crisis en Irak, Siria, El Líbano, Yemen y Afganistán, entre otros, hay que contar con Teherán.

A nivel nacional, se puede destacar la participación masiva del pueblo en las elecciones legislativas, municipales y presidenciales, un criterio para evaluar la popularidad de un sistema, además de las marchas de febrero que cada año se celebran en el país para festejar un nuevo aniversario de  la victoria de su Revolución y el derrocamiento del sistema monárquico que reinó durante 2500 años.

Con todo lo expuesto, se puede decir que la resistencia del pueblo iraní y su apoyo al sistema del país se mantienen intactos; prueba de ello es el levantamiento de las sanciones multilaterales impuestas en su contra, incluso aquellas que pesaban sobre la nación desde el primer día del triunfo de su Revolución Islámica. Hoy en día, este pueblo puede erguirse dignamente ante el mundo con más ímpetu y un poderío renovado. Algo de lo que otros países podrían tomar nota.

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Fuente: Hispantv – Rasoul Goudarzi Periodista y analista internacional, Master en Relaciones Internacionales de la Universidad Azad de Irán. Especialista en temas principalmente de Oriente Medio e Irán. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales.

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Los articulos del diario La Humanidad son expresamente responsabilidad del o los periodistas que los escriben.

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