La bomba de Biden sobre Ucrania
El reciente informe del New York Times en el que se citaba a asesores anónimos de Biden que afirmaban que las prioridades estadounidenses y ucranianas son cada vez más divergentes acaba de ampliar su credibilidad tras la publicación de la entrevista del Presidente con la revista Time.
Diario La Humanidad – Información de Primera
Mientras se esforzaba por articular la política estadounidense hacia Rusia, que incluía divagaciones incoherentes como que quiere impedir que se restaure la URSS y el Pacto de Varsovia, soltó la bomba de que la paz en Ucrania no significa dejar que ese país entre en la OTAN.
Sus palabras exactas fueron las siguientes: “La paz consiste en asegurarse de que Rusia nunca, nunca, nunca, nunca ocupe Ucrania. Eso es la paz. Y no significa la OTAN, son parte de la OTAN. Significa que tenemos una relación con ellos como la que tenemos con otros países, en la que les suministramos armas para que puedan defenderse en el futuro. Pero no es, si os fijáis, yo fui el que cuando -y vosotros lo informasteis en TIME- dije que no estoy dispuesto a apoyar la OTANización de Ucrania”.
Esto se produce después de que el primer ministro estonio Kallas redefiniera la victoria de Ucrania como su ingreso en la OTAN incluso sin parte del territorio que Kiev reclama como propio, lo que puede interpretarse como un indicio de que la facción antirrusa de línea dura de Occidente está suavizando comparativamente su postura. El comentario de Biden, publicado posteriormente, sobre que la paz «no significa que formen parte de la OTAN», que en realidad precedió al de Kallas, ya que se dijo durante su entrevista celebrada el 29 de mayo, reafirma esta observación.
Sin embargo, como se citaba en el primer hipervínculo de este artículo relativo al reciente informe del New York Times, esta tendencia emergente dentro de la mencionada facción de los halcones no se extiende a todos sus miembros. Algunos de ellos se están preparando para intensificar la participación de la OTAN en su guerra indirecta contra Rusia a través de Ucrania, y nadie sabe si sus homólogos relativamente más responsables tienen la capacidad de frenarlos antes de que sea demasiado tarde para evitar una crisis similar a la de Cuba en el peor de los casos.
En cualquier caso, es una buena señal que el líder de la coalición antirrusa de Occidente se retracte de la postura maximalista de su bando respecto a la supuestamente inevitable entrada de Ucrania en la OTAN, que fue una de las razones por las que Rusia decidió iniciar su operación especial en primer lugar. Otro punto a destacar es que su personal obviamente no se lo comunicó de antemano a Kallas’, de lo contrario no se habría avergonzado diciendo que la victoria pasa por la entrada de Ucrania en la OTAN.
Aun así, merece la pena llamar la atención sobre el hecho de que esta figura de línea dura también se retractó de una de las posturas maximalistas previamente implícitas de su bando al redefinir la victoria como la pertenencia de Ucrania a ese bloque, incluso sin parte del territorio que Kiev reclama como propio. Esto sugiere que los partidarios de la línea dura por separado, y presumiblemente la mayoría de sus respectivas burocracias políticas encargadas de gestionar este conflicto, se han dado cuenta de forma independiente de que por fin ha llegado el momento de reconocer la realidad.
Por muy positivo que parezca todo esto, la otra cara de la moneda es que los miembros ideológicamente radicalizados de sus facciones de línea dura que siguen aferrándose a los dos objetivos maximalistas originalmente implícitos de su bando – reconquistar todo el territorio en manos rusas y luego dejar que Ucrania entre en la OTAN – podrían llegar a estar peligrosamente desesperados. Esto explica por qué algunos de ellos están trabajando para aumentar la implicación de la OTAN en esta guerra por poderes hasta el punto de una intervención convencional que podría provocar que Rusia utilizara armas nucleares tácticas en defensa propia.
Con toda probabilidad, esta facción cada vez más canalla logrará algún éxito en el empeoramiento de las tensiones en algún momento de este verano, pero ése podría ser su último hurra, ya que el proceso de paz chino-brasileño que ambos pretenden organizar durante la Cumbre del G20 de noviembre en Río podría congelar el conflicto. Es demasiado pronto para predecir los contornos de cualquier compromiso pragmático, y tal ejercicio sería discutible si la esperada escalada se descontrola hasta convertirse en la Tercera Guerra Mundial, pero aún así merece la pena tenerlo en cuenta.
Las declaraciones políticas consecutivas de Kallas y Biden, que significan que dos de las figuras antirrusas más acérrimas de Occidente aceptan que Ucrania pierda territorio y no entre en la OTAN, sugieren que su bando se está mostrando dispuesto a garantizar algunas de las exigencias de Rusia para congelar el conflicto. No se han enviado señales sobre otras cuestiones como la desmilitarización y la desnazificación, pero esto sigue representando un avance considerable, y podría constituir la base para reactivar las conversaciones de paz si se consigue reunir la voluntad política necesaria.
De cara al futuro, es posible que la esperada escalada de este verano sea el último hurra de Occidente antes de abandonar formalmente el objetivo de reconquistar todo el territorio ucraniano anterior a 2014 y dejar que se incorpore a la OTAN. En ese caso, Occidente podría no estar de acuerdo con todos los términos de paz de Rusia, pero podría ser mucho más favorable a algunos de ellos, lo que permitiría la reanudación de las conversaciones de paz, incluso si son sólo entre los EE.UU. y Rusia esta vez en lugar de entre Rusia y Ucrania como la última vez.
En realidad, eso sería lo ideal, ya que Ucrania no es más que el intermediario de Occidente y no tiene capacidad independiente para negociar por su cuenta, como demostró el ex primer ministro británico Boris Johnson saboteando el proyecto de acuerdo de paz de primavera de 2022. Estados Unidos se está dando cuenta de que Ucrania se está quedando sin tropas, ya que sus políticas de reclutamiento forzoso son incapaces de reemplazar sus pérdidas, mientras que la OTAN en su conjunto no puede competir con Rusia en la «carrera de la logística», como demuestra un reciente informe sobre el complejo militar-industrial de Moscú.
Según la consultora Bain & Company, Rusia está produciendo proyectiles tres veces más rápido que Occidente a, literalmente, una cuarta parte del precio. Sin duda, la OTAN habría sido consciente de ello todo el tiempo y eso podría haber influido en Kallas y Biden para que dieran marcha atrás en los objetivos maximalistas de su bando. Queda por ver si sus palabras se convierten en cambios políticos tangibles, pero no dejan de ser avances positivos, aunque sólo sean superficiales por el momento, ya que demuestran que Occidente ha perdido.
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Fuente e Imagenes tomadas de: Geopolitika.ru – Dr. Enrique Refoyo – responsiblestatecraft.org
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