Radiografía sentimental del chavismo (XVIII): Izquierda
Nota: Reinaldo Antonio Iturriza López, sociólogo y escritor, periodista – Venezuela
Chávez llamaba la atención sobre la distancia entre lo que la izquierda decía o pretendía ser y los hechos, tercos y aleccionadores
Es más allá de la izquierda donde está la solución, advertía Alfredo Maneiro con toda razón. Pero es igualmente cierto que no hay solución sin ubicarse a la izquierda del tablero político.
Una cosa es señalar, como lo hiciera Chávez oportunamente, que en determinados momentos históricos es muy difícil ubicar la frontera que separa a la derecha de la izquierda, y otra muy distinta es concluir que están condenadas a representar el mismo papel de administradores del estado de cosas.
Al contrario, al buen entendedor no le costó mucho trabajo deducir que Chávez cuestionaba a la izquierda realmente existente, es decir, llamaba la atención sobre la distancia entre lo que la izquierda decía o pretendía ser y, más allá, lo que tendría que estar haciendo, y los hechos, tercos y aleccionadores.
Chávez polemizaba con la izquierda en su conjunto en razón de su adocenamiento, de su pérdida de vigor revolucionario, por su cortedad de miras estratégica, por su desconexión con la realidad de las mayorías populares. Con todo, siempre procuró reivindicar a las muy notables excepciones, y reconoció la influencia que ellas tuvieron en su formación política e ideológica. Son los casos, entre otros, del mismo Alfredo Maneiro, pero también de Kléber Ramírez, Pedro Duno, José Rafael Núñez Tenorio, José Esteban Ruiz Guevara, Hugo Trejo, Víctor Hugo Morales. Incluso, a figuras muy críticas de la revolución bolivariana, como el entrañable Domingo Alberto Rangel, les profesó un respeto y una admiración casi reverenciales.
Severo crítico de la farsa del fin de las ideologías, Chávez estuvo muy lejos de adoptar ese discurso típicamente de derechas según el cual ya no tiene sentido hablar de derecha e izquierda, y más bien se planteó, con su audacia teórica y práctica características, reinventar la forma de hacer política, adecuándola a las circunstancias históricas, lo que exigía superar los límites de la cultura política de izquierdas, su eurocentrismo raizal, su dependencia de las lógicas tributarias de lo moderno/colonial.
Para el chavismo, ir más allá de la izquierda significó construir una identidad política que incorporó, en lugar de excluir, a la izquierda. Ésta tuvo así la oportunidad histórica de refundarse, al mismo tiempo que lo hacía la República.
Ir más allá de la izquierda fue lo que hizo posible triunfar electoralmente en 1998. Poco tiempo después, replanteadas las reglas de juego políticas, Chávez se ubicó a la izquierda del tablero, pero no para limitarse a intercambiar sus piezas con la derecha, sino construyendo hegemonía popular y democrática. Desde esta posición de fuerza fue capaz de derrotar a la derecha cada vez que ésta decidió patear la mesa, obligándola a sentarse nuevamente.
Ubicado a la izquierda del tablero, con el apoyo clave de elementos de izquierda dentro de su Gobierno, y sobre todo con el decidido y mayoritario respaldo de un pueblo politizado en clave revolucionaria, Chávez se dedicó inicialmente a reducir las desigualdades de todo tipo, poniendo al servicio de las mayorías populares parte importante de la renta que históricamente usufructuaron las elites, venciendo resistencias externas e internas, es decir, manteniendo a raya a las líneas de fuerza más conservadoras dentro del chavismo. Si logró avanzar en tales objetivos fue porque la práctica de su Gobierno conjugaba, para decirlo con Maneiro, eficacia política y calidad revolucionaria.
A cada latigazo de la contrarrevolución, Chávez respondía contraatacando con medidas más revolucionarias, sin descuidar la construcción de hegemonía popular y democrática, es decir, aquello que le permitía moverse con soltura por el tablero político, teniendo como punto de partida su posición a la izquierda.
Así concibió la idea-fuerza de socialismo del siglo XXI, los consejos comunales, las Comunas; así se propuso la transformación de la estructura económica de la nación, la modificación de la matriz productiva, la renacionalización de parte de la industria, el control soberano de áreas estratégicas, la defensa de la propiedad social. Es decir, pensando y actuando en total coherencia con lo que había sido la aspiración histórica de la izquierda revolucionaria en Venezuela y el mundo. Sin dejar un solo momento de sortear obstáculos externos e internos.
Fue más allá de la izquierda, ubicado a la izquierda e incorporando a la izquierda, según el momento histórico o la coyuntura de la que se tratarse, que Chávez logró liderar un proceso de cambios revolucionarios que significó la dignificación de las mayorías populares. Con todo y los errores cometidos, la sociedad venezolana logró alcanzar niveles de democratización sin precedentes en su historia.
Vista en su conjunto, la revolución bolivariana ha sido un extraordinario acierto histórico. Puestos a evaluar sus limitaciones, sus objetivos no cumplidos, sus contradicciones e incluso sus retrocesos, nada indica que la solución pase por desandar el camino ya avanzado o por abandonar el rumbo estratégico ya establecido. Los problemas de la revolución habrán de resolverse en revolución.
Si está en riesgo la construcción de hegemonía popular y democrática como consecuencia de las agresiones del imperialismo y las nefastas consecuencias del accionar de los elementos más conservadores del chavismo, la reconstrucción tendrá que hacerse desde y más allá de la izquierda, no de espaldas a ella. En concreto, la solución no puede ser la desnacionalización de nuestra economía, la devolución de tierras a terratenientes o la falta de apoyo a las iniciativas de autogobierno popular, por citar algunos ejemplos.
No se trata simplemente de una cuestión de principios: la revolución bolivariana deja de ser viable políticamente si se abandona progresivamente el rumbo estratégico, puesto que se acelera la pérdida de apoyo popular y, en consecuencia, de aquella construcción hegemónica no queda más que una dominación frágil e inestable. En tal situación, las piezas se concentran en el centro del tablero, y se hace cada vez más difícil distinguir si provienen de la derecha o de la izquierda, lo que solo favorece a la primera, que nunca ha respetado las reglas de juego políticas.
Es más allá de la izquierda donde está la solución, pero no habrá solución favorable para las mayorías populares si no nos ubicamos a la izquierda del tablero.
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