Dominación Usurpación y Hegemonía Mediática

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Carlos Matute – Periodista – Venezuela

El poder de los medios

El sentido de pertenencia que tiene la industria mass-mediática en nuestras vidas se ha debido a la programación de manipulación de la psiquis colectiva a través de laboratorios de comunicación en los cuales el ser social cobra la importancia de constituirse en el esclavo mediático, falaz personaje medio-dependiente pese que él no lo admita o intuya en la gran mayoría de los casos, como en efecto ocurre con cualquier otra forma de dependencia psicológica.

 

Lo social es un trasfondo donde se continúa jugando el destino de la colectividad. Hay una forma de hacer política en la mass-mediática que irrumpe desde los dispositivos comunicacionales plenamente configurado para ejercer presión en los valores simbólicos de la apreciación de lo que es real y lo que no lo es.

Es una violación descarada a nuestros derechos humanos.

 

Las corporaciones, la industria del entretenimiento, las religiones, los partidos políticos, las marcas comerciales, operan con pleno conocimiento de que debemos perder la capacidad de auto dirigir nuestro sendero de vida. Allí donde hay libertad en rango constitucional, más a la medida se disfraza el poder para ejercer su dominio en lo que diríamos la libertad de prensa, la libertad de expresión, la libertad de credo, la libertad de mercado, la libertad de exponernos el día entero a una maquinaria mediática que orbita en torno a la ciudad.

 

Cierto, la libertad terminó siendo secuestrada por un ordenamiento jurídico donde quienes ejercen el poder son quienes ejercen el poder por derecho de escoger lo que nosotros debemos decidir como consumidores de lo mediático.

 

El show político ha constituido la banalización de la política en sí, disminuyéndola a ideólogos de bando y bando que ofrecen mejores insultos ante su pactado show mediático, enemigo de clase.

 

Así, corresponde ver que la masa es masiva, es decir, se activa ante un componente afectivo, que la deja ser la masa boba y amorfa, para si bien ser una masa consciente de una realidad global, no sea espectadora sino ex-pectadora de “esa realidad’’ dentro de la realidad que decidió tomar como su ‘’realidad personal’’.

 

Lo determinante es ser parte de algo en estos tiempos de opresión y liberación.

Sin dudas, ganan los dueños del espacio donde se reproduce el mensaje. Nunca el mensaje. Son muchos mensajes que pueden ser pagados por quienes ejercen el poder y he allí donde entra en juego otra perspectiva más amplia; la imaginación al servicio de laboratorios mediáticos con un producto específico a totalizar socialmente, repetimos: el ser social.

 

Es tan así, que bastaría salir a cualquier calle de nuestras ciudades y ser elementales con el hecho de vida para darnos cuenta que todo lo que existe y es sirve como flujo para los mass media y la imposición de su idea.

 

El hombre (y la mujer) como portadores de marcas que satisfacen: a) soledad, b) ego, c) arribismo social. Por un lado fascismo, por otro lado desclasamiento y por otro costado arribismo social.

 

La hegemonía mediática es ejercida por distintas corporaciones, instituciones del poder todas privadas aunque con fines y rostros públicos, tan públicos que nos hacen creer que no hay intimidad en la vinculación sujeto-mass media-realidad social.

 

Le estamos dejando a otros el territorio para su conquista y colonización totalmente libre y en alta definición, que se ha subjetivado la idea de rebelión ante las malas prácticas de los que se autodenominan ‘’ideólogos del proceso’’.

 

El saber y su certeza es deconstruir lenguajes, formas, símbolos, y no andar creyendo que la masa solo quiere diversión para olvidar de vez en cuando los problemas que aquejan la conducta humana, su vida y proceso.

 

La política es un asunto muy serio y está presente derredor de todo el amplio espectro social.

 

Imagen: Brujula.com

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