Antisemismo. ¿Hasta dónde y hasta cuándo?
Antisemita o Antisionista?
Nota: Nicola Hadwa y Silvia Domenech- Periodistas- Expertos en Medio Oriente
El atentado, perpetrado el 27 de octubre de este año contra la sinagoga en la ciudad norteamericana de Pittsburgh en el cual resultaron muertos 11 judíos que se encontraban reunidos en ese lugar es, sin dudas, una acción totalmente condenable. Pero ese acto fue también un claro reflejo de la situación que sufre Estados Unidos, país en que han crecido no sólo los incidentes contra los judíos sino, en general, los llamados crímenes de odio, o sea, los incidentes relacionados con el color de la piel o procedencia, la religión y orientación sexual, y en el cual la ONU constata ya en agosto del 2017 la proliferación y la creciente prominencia de odio organizado y de sectores de extrema derecha, neonazis y supremacistas blancos. Y es, en general, un reflejo de la situación del mundo occidental donde, junto al aumento de los ataques en escuelas, ha crecido el odio racista y la discriminación y la violencia contra los hispanos, extranjeros e inmigrantes, así como la discriminación y hostilidad hacia los musulmanes y judíos.
Así, la información que brinda internet, basada en los datos de la Liga Antidifamación, muestra que es después de la elección del presidente Trump que se han incrementado los incidentes contra personas judías en Estados Unidos. Y los mismos líderes judíos de Pittsburgh, en la carta que enviaron al presidente Donald Trump después del atentado subrayaron que el atentado fue la culminación directa de su influencia, al envalentonar sus discursos y políticas el creciente movimiento nacionalista blanco. Y lo mismo ha estado sucedido en Alemania donde la mayoría de los incidentes antisemitas se debieron a motivaciones de extrema derecha. De donde se infiere que el odio que se deja ver en los momentos actuales contra los judíos y, en general, todo tipo de acciones racistas, discriminatorias y xenofóbicas, no son más que el resultado de la expansión del movimiento nacionalista blanco. Lo que se explica por la conversión del racismo en credo oficialmente fomentado por el gobierno norteamericano, lo que da razón al racismo de sus ciudadanos y lo agudiza según sus necesidades. Verdad que todo el mundo sabe y sugiere, y es hora ya de empezar a llamar por su nombre: racismo de Estado, desatado oficialmente hoy en Estados Unidos.
Toda esta situación, sin embargo, está siendo capitalizada por el movimiento sionista y por supuesto, el Estado de Israel, que no han desaprovechado la coyuntura creada por el auge del supremacismo nacionalista que está teniendo lugar en los Estados Unidos y sus consecuencias en Europa para, otorgando dentro del aumento de los crímenes de odio un tratamiento especial a los judíos, lograr que cualquier crítica o acción contra la legitimidad de Israel o contra sus políticas y acciones sea consideradas “antisemitismo”, y sean condenadas y criminalizadas por los gobiernos europeos, intentando con ello otorgarse, una vez más, la condición de “intocables”.
Con ese fin, y bajo el auspicio de la presidencia austríaca de la Unión Europea, se celebró en noviembre en Viene una conferencia internacional contra el antisemitismo y el antisionismo. Con esa Conferencia se buscaba lograr un consenso que permitiera adoptar la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA). Definición que clasifica las críticas a Israel, incluyendo a la campaña Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), como como acciones antisemitas. Paso previo para la aprobación de la declaración de principios sobre la lucha contra el antisemitismo que se supone deberá ser adoptada por el Consejo Europeo – una de las siete altas Instituciones de la Unión Europea integrada por los veintiocho jefes de Estado o de Gobierno de los Estados miembros-, el próximo 6 de diciembre.
El “antisemitismo”
Como término, surge desde finales del siglo XIX asociado a la ideología racista, que no sólo niega el derecho a la diferencia, sino a la igualdad basándose en un conjunto de concepciones teóricas enseñadas como verdaderas que intentaron demostrar que las diferencias entre los hombres eran genéticas. Concepciones que justificaron el dominio de unos sobre otros en base a caracteres propios y permanentes y, en consecuencia, a la jerarquización de los seres humanos, el derecho a su opresión y a la depuración histórica. Ideología que acompaña el surgimiento y desarrollo del capitalismo y fundamenta no sólo el nacionalsocialismo alemán, sino que impregna también, y justifica, entre otras, las políticas del colonialismo europeo, incluyendo el reparto de África y la colonización y el reparto del Medio Oriente, así como la llamada “conquista del oeste norteamericano” (léase exterminó y reclusión en reservas de buena parte de la población nativa), la larga tradición segregacionista post esclavista de Estados Unidos, y el “apartheid” en Sudáfrica.
El término “antisemitismo” empieza a usarse, sin embargo, cuando el político alemán Wilhelm Marr lo acuña para calificar el odio a los judíos. Y lo hace aplicando la palabra “semita”, que es un término extraído del mundo de la lingüística, a las supuestas peculiaridades raciales de los judíos definidas por él, en el año 1879 y en medio del proceso que, asociado a la exacerbación del nacionalismo alemán desembocaría en el futuro en el surgimiento del nacionalsocialismo nazi. No obstante, ese término, surgido como resultado de una concepción de bases falsas, subsistió hasta el siglo XX sin grandes controversias, llegando a convertirse en el más eficiente instrumento premeditado de violencia de connotación política empleado, para que la nueva concepción del mundo que se abrió paso en ese momento en el seno imperialista, la ideología sionista, estableciera su base terrenal, la entidad sionista, como medio de gobierno y para mantener su poder. Sobre todo porque ha constituido su principal arma en la lucha que lleva a cabo la entidad sionista contra la “asimilación judía” al provocar situaciones de inseguridad y clima de desconfianza interna entre los judíos en los distintos países que estimulan su emigración hacia ella.
Lo que se explica porque el sionismo es una ideología que asocia el concepto de judío a un grupo étnico, que pretende circunscribir el judaísmo en un concepto nacional y lo remite a un marco territorial determinado, restando no sólo el carácter universal que su religión posee sobre todos los pueblos sin distinción de razas o naciones, sino confirmando el carácter etnocrático de dicha entidad y su contenido profundamente exclusivista, segregacionista y racista. Aspectos precisamente en que sus concepciones coinciden con la filosofía de los supremacistas blancos. Un testimonio de lo anterior lo dan las declaraciones de Richard Spencer, presidente del Instituto de Política Nacional (un think tank de los supremacistas blancos con base en Arlington, Virginia, Estados Unidos). El mismo se caracteriza como un «sionista blanco. Quiero que tengamos una patria segura que sea para nosotros y para nosotros mismos, tal como ustedes quieren una patria segura en Israel«. El antisionismo, por ende, es una oposición lógica y comprensible a la filosofía y los ideales del sionismo.
Antisemitismo es, en consecuencia, un concepto que trata en realidad del hostigamiento consciente a los judíos, o sea, de acciones antijudías o de antijudaísmo.
En los primeros años del siglo XXI el antisemitismo fue llevado, no obstante, a otro nivel al transformarse en una tarea estratégica fundamental para estigmatizar a todos aquellos que se opongan a Israel, así como para perseguir y bloquear todo tipo de crítica a sus políticas racistas y genocidas, estimulando el antisemitismo para presentarlo como posiciones antiisraelíes y anti sionistas. En esa tarea el IHRA jugaba un importante papel.
El nuevo antisemitismo
El IHRA define el antisemitismo como una cierta percepción de los judíos, que puede expresarse como odio hacia los judíos. Las manifestaciones retóricas y físicas de antisemitismo están dirigidas a individuos judíos o no judíos y/o sus bienes, hacia instituciones de la comunidad judía e instalaciones religiosas. Incluyendo, como se especifica en los ejemplos que acompañan la definición, los ataques al estado de Israel, concebido como una colectividad judía.
Esta definición, asociada al término “nuevo antisemitismo”, fue aprobada en el 2016 y es apoyada por distintas organizaciones como Foro Europeo sobre el Antisemitismo, del Comité Judío Americano, la Liga Antidifamación y el Centro Simón Wiesenthal, al igual que el Congreso Judío Europeo, y fue adoptada formalmente por varios países europeos (Reino Unido, Israel, Austria, Escocia, Rumania, Alemania, Bulgaria, Lituania y Macedonia). Sin embargo, sin duda tuvo un impacto. Por ejemplo, el Departamento de Estado de Estados Unidos, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), la Investigación Parlamentaria del Antisemitismo de Todos los Partidos (2006), utilizaron, citaron o recomendaron la adopción de esta definición de trabajo. Muchos la llamaron erróneamente como la definición de la Unión Europea y, desde el principio, la definición y los ejemplos se combinaron deliberadamente.
Esta definición, no obstante, ha sido y sigue siendo también fuertemente cuestionada tanto desde el punto de vista de su contenido como de su legitimidad por académicos, especialistas y juristas. Su oscura historia aparece claramente reseñada en el artículo de septiembre de este año del escritor británico especializado en el estudio del antisemitismo Anthony Lerman. En el mismo se explica que dicha definición nació vinculada a un informe de antisemitismo que pretendía mostrar a los jóvenes musulmanes como los principales responsables de los crecientes ataques contra los judíos en Europa. Argumentos que, a contra pelo de la realidad, se siguen esgrimiendo hoy, con la variante de que ahora es “el flujo de inmigrantes que vienen de países musulmanes” los que tienen ideas antisemitas o antiisraelí, aunque son sólo parte del problema.
En general las críticas señalan que la definición:
- No distingue suficientemente, o equipara intencionalmente, las críticas legítimas a Israel y al sionismo, y la defensa de los derechos de los palestinos, con el hostigamiento hacia los judíos.
- La equiparación antisemitismo y antisionismo que se hace en ella socava tanto la lucha palestina por la libertad, la justicia y la igualdad, como la lucha global contra el antisemitismo, y sirve para proteger a Israel de ser responsable ante los estándares universales de los derechos humanos y el derecho internacional.
- Amenaza a la libertad de expresión, y aísla el antisemitismo de otras formas de intolerancia, sacándola del contexto de una lucha antirracista más amplia, lo que perpetua la idea de que los judíos están solos, haciendo la definición tan defectuosa y turbia que debería abandonarse, además de imprecisa y ambigua.
- Impone restricciones y censuras.
La esencia de este nuevo antisemitismo consiste, sin embargo, en que el mismo reafirma aún más la falsa igualdad que la ideología sionista pretende establecer entre judío y sionista, entre sionismo y judaísmo, o la que se pretenden hacer creer existe entre el Estado de Israel y el pueblo judío. Así, como señala el profesor Neve Gordon refiriéndose al anti semitismo, el gobierno israelí necesita el «nuevo antisemitismo» para justificar sus acciones y protegerlo de la condena internacional y doméstica. Quienes apoyan este nuevo antisemitismo buscan legitimar la discriminación y la subyugación de los palestinos. Y si la campaña no violenta de BDS contra el proyecto colonial de Israel y los abusos a los derechos se califica como antisemita, no es porque los defensores de BDS odien a los judíos, sino porque denuncia la subyugación del pueblo palestino.
Sin embargo, – señala Gordon- todo ello pone de relieve un aspecto aún más inquietante del nuevo antisemitismo. Convencionalmente, llamar a alguien «antisemita» es exponer y condenar su racismo. Ahora, en el nuevo caso, el término «antisemita» se utiliza para defender el racismo.
Hay razones, ciertamente, para preocuparse.
No se puede dejar de señalar en este sentido, que el exclusivismo que caracteriza a la ideología sionista como tal ha implicado la negación de la propia identidad palestina, y el despojo a los palestinos de sus legítimos derechos. Esta política fue tan elocuente y manifiesta en sus primeros momentos que, en noviembre de 1975, la Asamblea General de la ONU aprobó la Resolución 3379, donde se aprobaba la determinación del sionismo como una forma general de racismo y discriminación racial.
Con el fortalecimiento de la agresividad imperialista y como expresión de su simbiosis con el sionismo, esa Resolución, no obstante, fue revocada vergonzosamente el 16 de diciembre de 1991. Ese día, patrocinada por los Estados Unidos la ONU aprueba la Resolución 46/86, la cual invalida la determinación que antes se diera al sionismo, argumentándose, según palabras de George H. W. Bush, que su aprobación anterior significaba olvidar la terrible tragedia de los judíos en la Segunda Guerra Mundial y de hecho a lo largo de la historia. La razón real detrás de este acto, sin embargo, esta en el hecho de que el sionismo, además de racismo, discriminación racial, opresión, guerras y crímenes contra la humanidad, es una ideología que representa ante todo un poder económico, el poder del Dios Universal.
Hoy, a 27 años de ese hecho, es muy perturbador en verdad pensar que el racismo o los crímenes de odio, que incluyen el odio por el color de la piel o procedencia, la religión y orientación sexual sean, como dicen los supremacistas blancos, un término artificial usado para suprimir la libertad de expresión. Y que bajo el manto de libertad de expresión se esconda hoy el renacimiento racista que impulsa el imperialismo. Pero igual de perturbador o más es el hecho de que, en ese contexto, el sionismo, que representa los intereses de conquista y dominio mundial de ese imperialismo en el Medio Oriente y en el mundo, siga desvirtuando, transformando y utilizando la historia pasada para justificar sus acciones actuales. Y no sólo se lo permitan, sino que lo impulsen a ello otorgándole oficialmente la dispensa de intocable y ocultando deliberadamente el constante fomento que hace Israel del antisemitismo y de los grupos neo nazis.
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*Nicola Hadwa. Analista internacional chileno-palestino. Ex entrenador de la Selección Palestina de Fútbol, Director de la Liga Latinoamericana por el Derecho al Retorno y coordinador del Comité de Solidaridad con el Pueblo Palestino de Chile. Especialista en temas principalmente del Medio Oriente. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Silvia Domenech. Investigadora cubana con varios libros publicados. Doctora en Ciencias Económicas y Profesor Titular de la Universidad de La Habana y la Escuela Superior del PCC.
Imagen: Hispantv
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