La Falta de Gasolina en la “Venezuela del norte”
Nota: Adriana Esthela Flores – Periodista – México
Cartas desde México
Las imágenes de varios estados de México en esta semana son similares a las que se vieron en el llamado “Paro Petrolero” de Venezuela de diciembre de 2002 a febrero de 2003: largas filas de consumidores buscando gasolina a bordo de sus vehículos o, ya desesperados, llevando sus bidones para abastecerse de combustible.
En el caso mexicano, las historias, titulares y verbos utilizados en medios de comunicación coinciden: “La gente sufre por la falta de gasolina…” , “Padecen el desabasto…”, “Hacen filas kilométricas…” o “Difícil situación…” , han encabezado los primeros bloques de noticias –en el caso de la televisión- y las portadas de diarios para mostrar las considerables afectaciones que ha causado el desabasto. En las calles, hay personas que se han quedado a dormir desde la medianoche, afuera de las gasolineras, en espera de conseguir el combustible que, para esta fecha, se ha convertido en un bien escaso accesible solo para los que se esfuerzan por buscar en decenas de estaciones hasta encontrarlo o para los que están dispuestos a destinar horas y horas afuera de una gasolinería.
Ambos casos se parecen en los efectos inmediatos: la escasez de combustible que impacta en diversos sectores económicos (como la del abasto de alimentos al menudeo, cuyos vendedores ya reportaron una baja en sus ventas debido a que les compradores tardan más tiempo en acudir a los establecimientos por falta de gasolina o la baja de ingresos de taxistas, choferes de transporte público y despachadores de estaciones de servicio que ven una merma en sus ingresos. Las organizaciones empresariales también advirtieron sobre el impacto que tendrá esta medida en el Producto Interno Bruto del país).
Y se parecen, también, en la esencia de la acción: golpear una estructura de poder. Pero es justo ahí donde nace el ramal de las diferencias.
La primera, es el objetivo directo: En el caso venezolano, el sabotaje fue una medida de presión contra el presidente Hugo Chávez, luego de que la Asamblea Nacional de mayoría chavista le aprobó leyes habilitantes. En el mexicano, el cierre de ductos fue para combatir a la mafia detrás del huachicoleo (contrabando de combustible) que generaba pérdidas por más de 3 mil 300 millones de dólares al año.
La otra diferencia son los autores: en Venezuela, el paro fue convocado desde la organización empresarial Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecámaras), partidos de oposición y grupos civiles como Súmate (con financiamiento de la estadunidense National Endowment for Democracy). En el mexicano, la estrategia fue dirigida desde la cúspide del Poder Ejecutivo, por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
La otra diferencia es la meta a largo plazo: en Caracas, el propósito era lograr la salida a través de métodos no democráticos del presidente Chávez, para cambiar el modelo económico y político que estaba siguiendo el país bajo su gestión; en México, el objetivo es limpiar de corrupción a Petróleos Mexicanos (Pemex), donde se han identificado 12 mil sitios de extracción de ductos y el robo de 787 pipas de combustible al día.
El método es distinto: en Venezuela, la directiva de PDVSA ordenó la suspensión de todas las actividades de la empresa; en México, el gobierno ordenó el cierre de válvulas en 4 de 13 oleoductos y el despliegue de más de 4 mil soldados y marinos para vigilar el operativo.
Distinta también es la narrativa: en Venezuela, les organizadores le llamaron “Paro Cívico Nacional” aunque la acción no fue convocada por trabajadores exigiendo mejoras laborales y no se dio a conocer ningún pliego petitorio necesario para oficializar una huelga; en México, el gobierno le llama “sabotaje” aunque este término no ha tenido tan amplia difusión como la de “desabasto”.
En lo personal, lo que me llama la atención es la respuesta de la ciudadanía. En Venezuela, conocí a trabajadoras y trabajadores que fueron obligadas a participar en el paro aunque no quisieran. En el caso de México, me topé con opiniones directas de personas que, aun afectadas en sus ingresos por el desabasto, apoyan la estrategia contra el huachicol: “López Obrador está haciendo historia. Es el primer gobierno que está haciendo historia”, me comentó Asención Álvarez, vendedor de flores en la Central de Abasto, cuyas ventas diarias han bajado de 500 a 150 dólares.
Ante las cámaras de televisión, ciudadanos sorprenden a periodistas cuando les preguntan sobre las afectaciones del desabasto: “Que haya calma, serenidad y paciencia”, le dijo un despachador de gasolina a una reportera que lo entrevistaba en vivo. También he encontrado numerosas quejas de taxistas, por ejemplo, que llegan con menos dinero a sus hogares por la falta de trabajo. O el caso de César, un conductor de transporte público, cuyo ingreso diario bajó de 25 dólares a solo 5 debido a la crisis. “Tenemos gastos, somos una familia. ¿Cómo le hacemos?”, preguntó Lourdes, su esposa, quien lo ha acompañado en los trayectos para ayudarle a buscar gasolina.
Y es un punto destacable la serie de críticas contra la medida, a la que diversos sectores, principalmente empresariales, calificaron de “inepta, improvisada, ineficiente, no planeada”. Incluso, dos de los expresidentes se sumaron a la ola de cuestionamientos. “El gobierno debe reconocer con toda humildad que su estrategia no funciona. Aquí quien sufre es el pueblo, la gente trabajadora, no los huachicoleros”, dijo Felipe Calderón, conocido por su “guerra contra el narcotráfico” que dejó un legado de miles de muertos y desaparecidos en todo el país.
“Exijamos solución inmediata o resistamos o manifestémonos masivamente. Démosle a López Oberador una sopa de su propio chocolate”, dijo Vicente Fox, quien gobernaba el país durante la represión en San Salvador Atenco y quien, en 2017, estuvo en Venezuela para participar en una consulta organizada por partidos opositores contra el gobierno de Nicolás Maduro.
La estrategia comunicacional merece un capítulo aparte. Por ahora, concentrémonos en los siguientes capítulos de este frente de batalla abierto por AMLO y la manera en que le responderán los poderes visibles…y los que no.