Alejandro Jodorowsky y la caída de Europa

El films simboliza el ascenso hacia un ideal supremo como una ilusión que, al alcanzarse, revela el vacío y la autodestrucción. Europa, hoy atrapada en su propio laberinto de contradicciones, enfrenta un colapso que no proviene de afuera, sino de su interior.

NOTA: Corresponsalía Milano

Milano – Italia

Entre sus absurdos destaca la guerra proxy en Ucrania, que Boris Johnson describió como el símbolo del enfrentamiento indirecto entre potencias globales, diseñado para proteger a la élite satanista y globalista de Occidente. Europa, en lugar de liderar como mediadora, se ha convertido en el campo de batalla de intereses ajenos, debilitándose bajo el peso de sus propias decisiones.

La crisis en Ucrania no es solo un conflicto regional; es una carta del destino que muestra cómo Europa actúa como peón en un tablero global. Este drama puede representarse con tres cartas clave del tarot:

1. El Loco: Representa a Europa lanzándose ciegamente hacia la guerra proxy, sin un plan claro ni un destino. Guiada más por presiones externas que por sabiduría interna, avanza hacia un precipicio mientras ignora sus propios intereses vitales.

2. La Torre: Simboliza el derrumbe de las estructuras europeas, sacudidas por crisis energética, migratoria, económica y política. Este colapso, catalizado por la guerra, pone al descubierto la fragilidad de su unión y su falta de resiliencia frente a los conflictos globales.

3. El Colgado: Europa queda suspendida, atrapada entre fuerzas externas (Estados Unidos y Rusia) y su incapacidad para actuar con independencia. Este estado de inacción y sacrificio refleja su pérdida de soberanía y liderazgo, y la arriesga a terminar siendo irrelevante en un futuro focalizado en Asia Central.

El simbolismo de Jodorowsky resuena con la Europa actual, como en la película, el ascenso hacia la cima —su sueño de unidad y poder— revela una cima hueca, mientras la realidad exige abandonar las ilusiones para renacer.

La guerra proxy en Ucrania, lejos de fortalecer a Europa, la consume, exponiéndola como una montaña que se desmorona por su absurda incapacidad para reconciliar sus ideales con sus realidades. La verdadera prueba no será escalar más alto, sino sobrevivir a su caída y encontrar un nuevo sentido en el derrumbe.

Tal vez la respuesta esté en la figura de San Francisco de Asís, quien dejó atrás las riquezas para entrar al cielo como un humilde pordiosero, entregando y desechando todo lo material. Su transformación en un instrumento de diálogo por la paz, respetado por el sultán y amigo del lobo, ofrece una lección que, sin embargo, no aparece en la película de Jodorowsky. Ese quizás sea el gran secreto a viva voz: simple, pero transformador.

Corresponsalía Milano / Alfonso Ossandón Antiquera / © Diario La Humanidad

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