«El Precio del Neoliberalismo: Cómo la Socialdemocracia Alimentó a la Extrema Derecha»

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Miles de manifestantes se han reunido en Riesa, Sajonia, para protestar contra el congreso del partido ultraderechista Alternative für Deutschland (AfD), un evento que marca un punto clave en la política alemana contemporánea.

Nota: Alfonso OssandónDiario la Humanidad – Corresponsalía (Milano – Italia)

En el congreso, la AfD establecerá su programa político y proclamará a Alice Weidel como candidata al puesto de canciller. Mientras tanto, activistas de unas setenta ciudades han organizado movilizaciones masivas, bloqueos de carreteras y actos de resistencia, enfrentándose a una fuerte presencia policial. Las tensiones reflejan un conflicto más profundo que trasciende lo inmediato y que, desde una perspectiva neomarxista, puede entenderse como una pugna entre modelos opuestos de sociedad.

La AfD se ha consolidado como una fuerza política que combina el autoritarismo con una narrativa nacionalista y antiinmigrante. Este modelo, a menudo denominado «capitalismo autoritario», busca proteger las élites económicas nacionales mediante la creación de chivos expiatorios —como los migrantes y los movimientos progresistas—, desviando la atención de las desigualdades estructurales creadas por el sistema capitalista global.

Al enfocar su discurso en la protección de la identidad nacional y el rechazo a la globalización, la AfD ha logrado captar el apoyo de sectores que sienten que su estatus económico y cultural está en peligro.

La elección de Alice Weidel como candidata al puesto de canciller refuerza este enfoque. Weidel, que representa tanto a la élite económica como a la base ultraconservadora del partido, simboliza la fusión de intereses corporativos y una agenda política reaccionaria.

El auge de la AfD no puede entenderse sin analizar el papel que ha jugado la socialdemocracia, que históricamente representaba a las clases trabajadoras y promovía el Estado de bienestar. Sin embargo, en las últimas décadas, los partidos socialdemócratas han adoptado políticas neoliberales que priorizan los mercados sobre los derechos sociales, abandonando a su base tradicional.

Durante este giro neoliberal, las reformas impulsadas por gobiernos socialdemócratas, como la flexibilización del mercado laboral en Alemania, han creado condiciones de trabajo precarias que han alienado a las clases trabajadoras. A esto se suma la pérdida de credibilidad, ya que los escándalos de corrupción y la desconexión con las demandas populares han debilitado la confianza en la socialdemocracia, dejando un vacío político que la ultraderecha ha sabido explotar.

Finalmente, la falta de alternativas económicas reales, con la legitimación del neoliberalismo por parte de la socialdemocracia, ha exacerbado las tensiones sociales y preparado el terreno para discursos populistas que canalizan el descontento hacia enemigos externos.

El wokismo, entendido como un movimiento que busca visibilizar y combatir las injusticias relacionadas con el racismo, el género y otras formas de opresión, ha contribuido de manera ambivalente al contexto actual. Si bien sus demandas son legítimas, su enfoque a menudo ha sido criticado por alienar a sectores populares que no se identifican con su lenguaje o prioridades.

Esto se agrava con su desconexión con la lucha económica, ya que el wokismo se ha centrado en debates culturales y simbólicos, descuidando las raíces estructurales de la desigualdad económica, lo que ha permitido que la ultraderecha capture la narrativa económica.

Además, los discursos progresistas han adoptado un tono moralista y excluyente, alimentando un rechazo hacia el progresismo en sectores conservadores y trabajadoras rurales.

La ultraderecha, por su parte, ha utilizado el rechazo al wokismo como una herramienta para movilizar a aquellos que sienten que sus valores y tradiciones están siendo atacados.

Desde una perspectiva neomarxista, las protestas contra la AfD y el auge de la ultraderecha reflejan una lucha de clases simbólica. Mientras la AfD busca proteger los intereses de las élites económicas mediante la fragmentación social, los movimientos progresistas intentan resistir este avance y defender los derechos sociales y democráticos.

Los manifestantes representan un intento de frenar el avance de políticas que amenazan con erosionar los derechos fundamentales y las libertades democráticas.

Las movilizaciones también son un recordatorio de la necesidad de construir un modelo político que priorice la justicia económica y social, en lugar de debates polarizantes o simbólicos.

El conflicto en torno al congreso de la AfD no es solo un enfrentamiento político, sino también un síntoma de las tensiones más profundas del capitalismo contemporáneo.

Para contrarrestar el auge de la ultraderecha, es necesario que las fuerzas progresistas reconsideren sus estrategias. Esto implica una reforma de la socialdemocracia, que debe recuperar su esencia priorizando políticas que combatan la desigualdad económica y reconstruyan la confianza con las clases trabajadoras. También es necesario integrar las demandas culturales del progresismo con una agenda económica inclusiva que beneficie a todos los sectores sociales. Finalmente, se debe superar las divisiones culturales y construir un discurso basado en la solidaridad y los derechos universales, que ofrezca una alternativa clara al populismo reaccionario.

El congreso de la AfD y las protestas en su contra ilustran un choque entre modelos opuestos de sociedad. Por un lado, la ultraderecha busca consolidar un «capitalismo autoritario» que divide y excluye. Por otro, los movimientos progresistas enfrentan el desafío de articular una respuesta coherente y efectiva, que combine la lucha contra las injusticias culturales con la defensa de los derechos económicos y sociales.

Solo a través de una revisión crítica de sus estrategias, la socialdemocracia y el progresismo podrán ofrecer una verdadera alternativa al avance de la ultraderecha y revitalizar la democracia en el siglo XXI.

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Corresponsalía Milano / Alfonso Ossandón Antiquera / © Diario La Humanidad

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Imagen tomada de: elpais.com

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