Argentina: seis meses entre agresiones, caos y resistencia

Nota: Claudio Katz – En el primer semestre del régimen ultraderechista se ha reforzado la apuesta antipopular de la clase dominante. Pero ese atropello está siendo cada vez más socavado
Diario La Humanidad – Información de Primera
Tanto por el desmanejo del Estado como por la endeblez política y la regresión económica. Milei intenta compensar esas inconsistencias con mayor protagonismo en el exterior, pero afronta una significativa resistencia popular. Cuenta con el socorro de la derecha convencional y aprovecha el desconcierto del peronismo, mientras la batalla principal se define en la calle.
DESGRACIAS CON RESPONSABLES
Ya se han batido todos los récords de destrucción del ingreso popular. Nunca se registró
una demolición tan acentuada en tan poco tiempo. El nivel de vida ha caído a un piso muy
cercano a la tremenda crisis del 2001. Los salarios registrados cayeron 21%, el sueldo mínimo
perdió 30% y las jubilaciones se derrumbaron 33%.
La desnutrición genera estragos entre los indigentes y más de cuatro millones de personas
han ingresado al submundo de la pobreza.
La clase media hace malabarismo para mantener los
gastos de escolaridad, cobertura médica y transporte, liquidando ahorros, contrayendo deudas y
consumiendo segundas marcas.
El sufrimiento es mucho mayor para los 95.000 despedidos del sector privado y los
25.000 licenciados de la administración pública. Milei se enorgullece de esa sangría y promete
echar a otros 50.000 empleados estatales, para dejar en la calle al 30% de los contratados. Ya
instauró el principio de esa cirugía y celebra la desgracia del desempleo.
El ocupante de la Casa Rosada ha introducido un insólito sadismo en la política
económica. En lugar de ponderar inversiones, fomentar el empleo y auspiciar mejoras del
consumo exalta el sufrimiento popular. Enaltece la crueldad y los padecimientos actuales, como
si constituyeran un insoslayable ingrediente de la prosperidad futura. Nunca dice cuándo llegará
ese alivio. Tan solo ensalza el ajuste como anticipo del mítico predomino del mercado, que
facilitará el bienestar general.
Milei no ejemplifica sus fantasías con algún modelo de país que haya transitado por esa
trayectoria. Solo repite los vagos enunciados del neoliberalismo extremo que actualmente
desecha el grueso del mundo. Su incoherente verborragia oculta que las desgracias de la mayoría
continúan enriqueciendo a un puñado de acaudalados.
La promesa de costear el ajuste penalizando a la casta ya quedó archivada. Los
privilegiados han quedado resguardados del torniquete que agobia a los empobrecidos. Milei
culpa ahora a los propios desamparados por las desventuras que afrontan.
Todos los días insulta a las familias que no pueden completar sus comidas diarias.
Presagia que ¨algo harán¨ para no morirse de hambre, como si la responsabilidad de ese sustento
dependiera del comportamiento de cada individuo.
Milei presenta la miseria como un efecto de ¨vivir por encima de las posibilidades¨,
descalificando las mejoras conquistadas por el pueblo. Como aborrece la justicia social considera
inadmisible cualquier atisbo de menor desigualdad. Arremete contra ¨gastar más de lo que
ingresa¨, repitiendo una falsa identidad de la familia con el Estado. Esa comparación ignora el
abismo que separa la política económica del manejo de un presupuesto personal. Ataca, además,
el ¨pasado populista¨ silenciando las nefastas consecuencias de los gobiernos neoliberales.
El libertario habla del pasado para encubrir el presente. Machaca con la herencia y se
auto promociona como salvador de un escenario explosivo que desactivó con su presidencia. Con
ese invento justificó la devaluación y la escalada de precios que pulverizaron los ingresos
populares. Ahora improvisa otros pretextos para explicar el agravamiento del desastre
económico-social.
CAOS DELIBERADO
Las calamidades que el gobierno ha infligido al grueso de la sociedad no tienen
precedentes. El emblema esas tropelías son los alimentos almacenados para vaciar los comedores
comunitarios. Ese inmenso volumen de comida fue retenido para debilitar las organizaciones
sociales que protegen la nutrición popular.
La maldad de Milei y su ministra Petrovello indigna. Buscan destruir a los agrupamientos
que alivian la hambruna, en un país que exporta alimentos a todos los rincones del planeta. En
vez de penalizar a los capitalistas responsables de esa chocante anomalía, bendicen a los
millonarios y agreden a los militantes.
El escándalo de la comida ha sido tan impactante, que los propios jueces próximos al
gobierno exigieron el reparto de las viandas. Luego de demorar el cumplimiento de esa demanda,
Petrovello habilitó su distribución a través de una fundación privada (Conin), que las empresas
del agronegocio utilizan para desgravar impuestos. Ese burdo gerenciamiento de la pobreza
incluyó la adjudicación prioritaria de canastas a los punteros de las provincias amigas, con la
autoritaria mediación del ejército. El reparto fue combinado con sospechosas reventas a través de
las redes sociales e implicó un costo muy superior al manejo habitual de los comedores
comunitarios.
En todo el episodio afloró la corrupción en un Ministerio que adquiere productos a
empresas exentas de control. Ese desfalco destapó también la existencia de una gran red de
ñoquis libertarios que cobran sin trabajar. Los exóticos funcionarios que ha designado Milei
exhiben más propensión a la malversación de fondos, que la objetada casta de los políticos
convencionales.
El complemento de esa corruptela es la ineficiencia. Los personajes que han
desembarcado en la administración pública compiten en desconocimiento e improvisación. Milei
ya forzó la renuncia de una treintena de altos funcionarios, batiendo todos los récords de
despidos. Ha licenciado un burócrata por cada cinco días de gestión.
Esa generalizada ineptitud sintoniza con un presidente que auspicia el desorden en forma
deliberada. Milei convalida la inacción frente a los problemas más urgentes. La lista de esa
pasividad incluye la ausencia de ayuda por el tornado que asoló a Bahía Blanca, la indiferencia
frente la inundación de Concordia, la apatía ante el temporal que afectó 68 distritos bonaerenses,
la negativa a entregar medicamentos oncológicos, la parálisis frente al choque de trenes en
Palermo y la desatención ante la falta de gas. El colmo de esa inmovilidad fue la carencia de
vacunas, reactivos o campañas publicitarias ante el peor brote de dengue de la historia.
Esa indolencia confirma la ideología anarcocapitalista de un presidente, que promociona
la «destrucción del Estado desde adentro». Se auto visualiza como un Terminator embarcado en
esa meta y experimenta con millones de argentinos los disparates de su inspirador
estadounidense (Rothbard).
Ese padrino concibió todas locuras enunciadas durante la campaña
electoral (como el derecho de los padres a desentenderse de los hijos para incluirlos en la esfera
mercantil).
El delirio de comandar la administración de un país para demolerla, ya no es el divertido
ensayo libertario de una localidad de New Hampshire. Allí se disolvió la gestión pública y la
ciudad quedó derruida por una invasión de animales. El mismo caos en el Estado facilita Milei,
pero en un país mediano que integra el G 20 y visita el G 7.
Durante todo el semestre la clase dominante ha tolerado la desorganización de
funcionamiento estatal. Los poderosos, sus medios de comunicación, jueces, políticos y
economistas le perdonan a Milei todos los bochornos imaginables. El presidente gasta fortunas
del presupuesto en viajes proselitistas, remodela la Casa de Gobierno para albergar a sus perros,
bendice el nepotismo de su entorno y se maneja con lenguaje procaz, que evidencia graves
trastornos emocionales.
Los dueños del poder nunca le han permitido a un primer mandatario porciones mínimas
de esas exuberancias. Las aceptan ahora porque tienen en la Casa Rosada a un marginal decidido
a destruir los sindicatos, arrasar los movimientos sociales y quebrantar las organizaciones
democráticas. Las clases dominantes admiten la erosión de su propio Estado, a fin de conseguir
esa derrota de la clase trabajadora. Aceptan el deterioro de la administración que necesitan para
engordar sus fortunas, con la esperanza de modificar a su favor las relaciones sociales de fuerza
imperantes en el país.
Pero el caos premeditado genera situaciones insoportables en todos los estamentos. La
propia inexperiencia en la gestión pública -que era ponderada como un activo del oficialismo
frente a los vicios de la casta tradicional- comienza a pesar como una seria adversidad. La regla
de funcionarios que no funcionan no solo genera rechazo entre los afectados. También
incrementa el malestar de los mecenas del presidente.
REPRESION Y EMBRUTECIMIENTO
La escala represiva es el principal instrumento de Milei para destruir el movimiento
popular. Es el componente Fujimori del plan que inauguró Bullrich con su protocolo anti piquete.
El despliegue de la gendarmería y las provocaciones contra los manifestantes han sido la norma
del semestre. Pero en la última movilización contra la ley de Bases el oficialismo subió la
apuesta, con premeditados apresamientos para atemorizar a la militancia.
Bullrich retomó las mismas cacerías de transeúntes y las mismas provocaciones de
infiltrados que desplegaba en la era Macri. La copia tuvo pocas variaciones. Autos quemados con
la complicidad policial, balas de gomas, humaredas de lacrimógenos, detenciones al azar y
palizas a los diputados presentes. La ley de Bases fue apuntalada con un baño de gases. Se
abrieron causas contra los detenidos y apareció la prisión preventiva por el nuevo delito de
protestar.
El oficialismo propicia el miedo para disuadir la concurrencia a las movilizaciones.
Diseñó un plan para depositar en la cárcel a los dirigentes de las organizaciones más combativas.
La identificación de los manifestantes con el terrorismo y la denuncia de un absurdo golpe de
Estado no fue otra incontinencia verbal de Milei. Forma parte del libreto elaborado en la Casa
Rosada con los espías de la AFI. El presidente se dispone a proseguir su escalada de insultos con
el código penal en la mano.
Pero la rápida reacción de los militantes y los organismos de derechos humanos -que
consiguió la liberación de la mayoría de los detenidos- anticipa a resistencia que afrontará el plan
represivo. Las reservas democráticas construidas al cabo de muchos años volverán a emerger con
fuerza para frenar al gobierno.
La prioridad inmediata de Milei es criminalizar a las organizaciones sociales. La banda de
funcionarios que retiene, deteriora y malvende la comida de los comedores se arroga el derecho
de acusar a los garantes de la alimentación popular. En ese mundo al revés, ya se han perpetrado
allanamientos a las sedes de las organizaciones de izquierda.
Esta furia contra los movimientos sociales contrasta con la pasividad frente al
narcotráfico, que ha convertido algunas ciudades como Rosario en ámbitos de balacera
permanente. Como Milei considera que el Estado es una organización criminal, sitúa de hecho la
confrontación contra los narcos en un terreno de bandas equivalentes.
Busca emular los pasos de
su colega Bukele que, en la competencia mafiosa del Estado con las marras, logró instaurar un
régimen autoritario. El costo de esa aventura se cuantifica en la lista de inocentes muertos, que
Argentina comienza a padecer repitiendo lo ocurrido en El Salvador y Ecuador.
Milei y Villaroel complementan su cruzada represiva con una batalla cultural por la
desmemoria que enaltece a la dictadura. Junto a sus laderos mediáticos cuestionan el emblema de
los 30 mil desaparecidos, con la reiterada objeción al número de víctimas ocasionado por la
tiranía militar. Pero no conciben extender ese reparo a otras cifras de genocidios, como el millón
y medio de armenios masacrados por Turquía o los seis millones de judíos asesinados por los
nazis. Ninguno de esos números presupone la exactitud estadística. Importan como símbolos de
acontecimientos dramáticos.
El negacionismo de Milei fomenta el desfinanciamiento de todas las actividades de
Memoria, Verdad y Justicia. Desde la Casa Rosada se intenta resucitar también la teoría de los
dos demonios, para tantear el indulto de los militares que cumplen condenas. Esa rehabilitación
es motorizada para recrear la intervención de los uniformados en la Seguridad Interior.
La escala represiva complementa el ataque contra todos los logros culturales del país, que
Milei asocia con la izquierda, el progresismo y la educación pública. Propicia el resentimiento
contra esa tradición, en estrecha conexión con los evangelistas y los sectores conservadores de la
Iglesia. Los vouchers de subsidio a la educación privada refuerzan esa campaña y complementan
la eliminación de los 14 millones de libros, anteriormente provistos a los estudiantes más
carenciados.
Para recrear el oscurantismo se motoriza una ley que penará el ¨adoctrinamiento en
las escuelas¨, es decir el simple conocimiento de teorías contrapuestas al primitivismo liberal que
profesa el presidente.
Las bofetadas cotidianas de Milei contra la cultura han incluido la delirante designación
de una ignorante terraplanista (Lemoine) al frente en la comisión de Ciencia de Diputados. La
arremetida contra el feminismo ha sido complementada con la aberrante presentación de la
homosexualidad como una enfermedad autodestructiva.
Milei está empeñado en una carnicería cultural para vender Tecnópolis, liquidar la
Televisión Pública, rifar el cine Gaumont, vaciar el Centro Cultural Kirchner y pulverizar el
Museo del Bicentenario, mientras destruye el Instituto del Cine y el Fondo Nacional de las Artes.
Como no pudo clausurar el Conicet, tratará de impedir que desenvuelva alguna actividad de
mayor relevancia que la clonación de sus perros.
Para sustraerse del rechazo que provoca esta rémora de la Inquisición, el anarcocapitalista reemplazó la enunciación de sus disparates en la Feria del Libro por un acto propio.
Pero ninguno de los aplaudidores que valoró sus gritos y aplaudió sus gestos, pudo descifrar en
Luna Park el incoherente contenido de su discurso.
RESPIROS SIN BASE PROPIA
Con la aprobación de la ley de Bases en el Senado, el gobierno logró su primer éxito
parlamentario en seis meses. Ese triunfo le permitió superar una orfandad legislativa sin
precedentes. Obtuvo una victoria salvadora, en el momento que todos los analistas
diagnosticaban la implosión si Milei volvía a fracasar en el Congreso.
El proyecto logró una ajustada mayoría en la Cámara Alta que exigió el desempate de la
vicepresidenta. No emergió junto al publicitado Pacto de Mayo, que el oficialismo esperaba
suscribir con los gobernadores. De los 664 artículos del proyecto original quedó menos de la
mitad y la agónica aprobación solo involucró el tratamiento general del texto. En la evaluación
particular el gobierno perdió dos votaciones (ganancias y bienes personales), que intentará
remontar en la revisión de los diputados. Esos desguaces no alteraron el sentido de la ley, pero
retrataron las adversidades que afronta el oficialismo.
El alivio conseguido por Milei estuvo rodeado de varios escándalos. La diputada que
vendió su voto a cambio de una embajada en Paris fue el caso más bizarro de las prebendas en
juego. El gobierno repartió favores y fue retribuido por la casta con lo justo para conseguir su
trofeo.
El grueso del radicalismo y una minoría del peronismo socorrieron a Milei, otorgándole
el quórum y los votos que necesitaba para sobrevivir. Lo hicieron con la típica duplicidad de
proclamar en público lo contrario que negocian en el Congreso. Calcularon exactamente lo que
requería el oficialismo para zafar, corroborando que comparten el objetivo gubernamental de
doblegar al movimiento popular.
Esa convergencia fue muy evidente en la agenda de agresión al movimiento obrero. A
diferencia de lo ocurrido en la temática económica, los socorristas del presidente avalaron sin
grandes objeciones la reforma laboral.
Coincidieron en apuntalar una iniciativa que atropella
derechos, elimina indemnizaciones, facilita el despido y auspicia la informalidad. Los
gobernadores que negociaron duramente cada subsidio, convalidaron sin reparos el ataque a los
asalariados.
La andanada laboral fue apenas disimulada con una pálida preservación del
monotributo social.
Pero el respiro conseguido por Milei no resuelve otras adversidades legislativas. La
Cámara de Diputados ya sancionó una nueva fórmula de movilidad jubilatoria, que el gobierno
amenaza con vetar, a pesar de la irrisoria recuperación que prepone de lo perdido. El consenso
logrado para aprobar la ley de Bases, tampoco atempera los vaivenes de la derecha convencional
y las infinitas reyertas dentro del bloque libertario. La ambición de poder entre los aventureros
que integran ese grupo es irrefrenable.
Milei no logra cohesionar a su improvisada tropa y su desprecio por los ¨degenerados
fiscales¨ que legislan en el Congreso corroe al gobierno. El presidente tampoco ha podido
contrarrestar su soledad parlamentaria con algún sostén callejero. Es cierto que las encuestas le
asignan un respetable porcentual de aceptación, pero ese número siempre acompañó al primer
semestre de todos los presidentes. Es un soporte pasivo que no alcanza para apuntalar la drástica
remodelación de Argentina que auspicia el libertario.
A diferencia de Trump, Bolsonaro, Meloni o Le Pen, el libertario argentino carece de
cimientos en partidos, iglesias, instituciones o religiones. Su versión anarcocapitalista es ajena a
la traición liberal criolla y profesa una vertiente de la ultraderecha muy distante del viejo
nacionalismo reaccionario. Hasta ahora, no compensó esas falencias de origen con la gestación
de un movimiento identificado con su figura. La concurrencia a sus últimos actos de Buenos
Aires y Córdoba se mantuvo por debajo de lo requerido para forjar ese agrupamiento. Con la ley
de Bases aprobada decaerán las especulaciones sobre el sombrío destino de Milei, pero los
poderosos mantienen en carpeta el Plan B alternativo que traman con Villaroel y Macri.
FALLIDOS Y DISPUTAS ECONÓMICAS
Milei encabeza un experimento ultraderechista para lidiar con una crisis económica
mayúscula. Por esa razón es observado con tanta atención por sus pares de otras latitudes. Su
plan inicial era perpetrar un rápido ajuste, para equilibrar las finanzas públicas y suscitar la
confianza de los acreedores. Con ese activo esperaba conseguir el crédito requerido para
estabilizar la moneda y bajar la inflación, con el auxilio de una corta recesión.
Con ese resultado en mente, imaginó una secuencia de leyes de entrega y una lluvia de
inversiones suficiente para ganar las elecciones de medio término. La cirugía que Menem inició
con la convertibilidad al cabo de dos años turbulentos, Milei esperaba comenzarla con la
dolarización al cabo del primer semestre. Pero trascurrido ese plazo, está muy lejos de lograr sus
propósitos.
La única parte cumplida de su programa es el monumental ajuste de los ingresos
populares. El empobrecimiento que ha perpetrado se verifica en la furibunda caída del consumo
de pan, leche y carne. Nunca se retrajo tanto la adquisición de esos nutrientes básicos. En otros
ítems de su plan reinan la ficción y el fracaso.
El ordenamiento fiscal es un invento. Caputo exhibe caja postergando pagos y utilizando
malabarismos contables para disimular la continuidad de los desequilibrios. Cambió un tipo de
bonos públicos (Leliqs) por otro (pases, Bopreal), traspasó el déficit del Banco Central a la
Tesorería, pospuso la cancelación de las importaciones y forzó la refinanciación de las grandes
deudas energéticas con los proveedores del Estado.
Como la recesión continúa contrayendo los ingresos del fisco, el ahorro que Milei
consigue reduciendo gastos se diluye en las falencias de la recaudación. Es la misma secuencia
que afectó a otros programas que se muerden la cola, en un círculo vicioso de inútiles recortes.
Al igual que sus antecesores contrarresta ese bache fiscal con mayor endeudamiento.
La baja de la inflación que tanto festeja el oficialismo es otro espejismo, puesto que
mantiene el promedio de la carestía por encima del gobierno anterior. Lo que se está
atemperando es la superinflación que generó Milei al llegar a la Casa Rosada. Pero el piso de la
carestía persiste en los niveles de los últimos años y el demorado repunte de las tarifas augura
una traumática continuidad.
El libertario afronta, además, una inesperada contradicción con el tipo de cambio. Como
la fuerte inflación del primer semestre no fue acompañada por devaluaciones equivalentes, la
economía argentina se ha tornado cara en dólares y la presión por otra desvalorización de la
moneda está a la orden del día. Los economistas del círculo rojo que propician esa disparada
(Cavallo, Broda, Melconian) están enfrentados con los gurkas del oficialismo (Stuzzeneger, De
Pablo), que proponen corregir el bache con más recesión. Esa divergencia se procesa en un
escenario de repentinas tensiones en los indicadores financieros (dólar blue, riesgo país,
liquidación de exportaciones del agronegocio).
Como las reservas ya están flaqueando, Milei busca la salvación en la obtención de
dólares por cualquier medio. Logró introducir en la ley de Bases un blanqueo más irrestricto de
capitales y promovió improvisadas privatizaciones para conseguir esas divisas.
Pero la provisión efectiva de dólares depende del FMI, que en el primer semestre le negó
los préstamos concedidos a Macri. Las prevenciones del Fondo obedecen a la insolvencia de
Argentina, que es el principal deudor del organismo y afronta en el 2025, vencimientos que no
podrá solventar. Además, el país está acosado por los compromisos con los acreedores privados
y por las demandas de la Justicia de Nueva York.
El FMI observa a Milei sin emitir veredictos. Está muy satisfecho con el brutal ajuste y
comienza a considerar el otorgamiento de un auxilio, para que el libertario continúe sirviendo a
los financistas. Como pondera los pagos de intereses en plena retracción de otras erogaciones,
indujo a China a renovar un pesado swap, cuyo pago conducía al colapso de las reservas.
Curiosamente Washington propició una actitud amigable de su rival de Beijing con
Buenos Aires, para evitar la catástrofe que implicaba esa exigencia de cobro. Habrá que ver si
ese espaldarazo del FMI ha sido un episodio coyuntural, o si inicia el sostén estratégico del plan
libertario para eliminar el control de cambios (¨cepo¨).
En lo inmediato el FMI observa el desenlace cambiario, favoreciendo al bloque
devaluador, que auspicia también cierto giro hacia el pragmatismo regulador. Esa vertiente
confronta con los partidarios de sostener el rumbo actual con más licuadora y más motosierra.
Este último curso supone una descomunal retracción económica, que apuntalaría alguna versión
atenuada de la dolarización (canasta de monedas).
TRES PILARES DE UNA REGRESION
Milei cuenta con el fervoroso sostén local de los financistas, los unicornios y los
extractivistas. El primer grupo ha sido ampliamente beneficiado con los privilegios otorgados a
los acreedores, con la bicicleta de los títulos públicos y con la fiesta de las acciones y los bonos
nominados en dólares.
Dentro de ese espectro de favorecidos, el gobierno apuntala a los segmentos que
auspician la desregulación financiera, para redistribuir la torta del crédito y del manejo corriente
del dinero. El gobierno promociona al ascendente grupo de Mercado Pago con licencias que
otros países niegan. Le permite operar vulnerando las normas que regulan la actividad de las
entidades tradicionales.
Ese sostén ilustra la remodelación financiera que fomenta el gobierno. Cuando Milei
proclama su intención de incendiar el Banco Central, auspicia de hecho un régimen sin controles,
ni garantías de depósitos, con el consiguiente riesgo para los ahorristas. Intenta convertir a la
Argentina en un conejillo de Indias de la desregulación internacional, creando un paraíso
financiero irrestricto.
Esa aventura es compartida por los unicornios tecnológicos que enaltecen al libertario.
Agrupan un segmento transnacionalizado de proveedores de servicios informáticos, que actúa
como una influyente elite en las redes sociales.
El viajero de la Casa Rosada utiliza ese apoyo para difundir las fantasías que elabora
paseando por California. En sus entrevistas con Musk, Pichai, Altman y Zuckerberg, se imagina
como el creador de un Sílicon Milei, que utilizaría la Inteligencia Artificial para remodelar el
Estado. Netanyahu ya aplica esas invenciones para perfeccionar la masacre de palestinos y su
admirador argentino espera emplear las mismas tecnologías para apuntalar el ajuste.
Supone que
podrá manejar a los empleados del Estado como si fueran piezas de un juego informático.
También estima que atraerá inversiones para localizar en Argentina las usinas de datos de
las gigantes de la tecnología.
Pero por ahora no negocia ese desembarco. Solo tramita un
modesto contrato con Google, para que ensaye aquí el despropósito de gestionar el Estado con el
dedo de la Inteligencia Artificial.
El tercer sostén del libertario son las empresas extractivas embarcadas en el saqueo de los
recursos energéticos y mineros. Techint ha logrado situarse en el comando de ese pelotón.
Aportó sus principales cuadros para el manejo de varios ministerios, motoriza alianzas con sus
socios occidentales contra China y tiende a remodelar su actividad industrial para apuntalar el
negocio de los combustibles.
Milei favorece esa reconversión que transformaría a la Argentina en un enclave de las
grandes empresas de petróleo, gas y minería. El Régimen de Incentivos a las Grandes
Inversiones (RIGI) que aprobó el Senado apuntala ese objetivo. Con esa ley las compañías
consiguieron mucho más de lo que imaginaban.
Pagarán menos impuestos, gozarán de
estabilidad tributaria por 30 años, podrán soslayar audiencias públicas y quedarán exentas de
demandas por la destrucción ambiental.
El RIGI introduce un régimen fiscal inexistente en el resto del mundo, que eximirá a las
empresas de pagar retenciones y ciertos rubros de los ingresos brutos. Se les permitirá sortear el
ingreso al país de las divisas obtenidas con sus exportaciones, tendrán acceso al dólar oficial y
podrán importar insumos a cualquier costo.
Esta increíble legislación otorgará a las compañías agraciadas, beneficios muy superiores
a los competidores ya establecidos. La aprobación de sus peticiones se hará en tiempo récord y
sin revisar los pliegos. Desenvolverán islotes de exportación desconectados de la producción y
del abastecimiento de proveedores locales. La libre disponibilidad de divisas que tendrán a su
favor partirá la economía en dos y afectará a un Estado endeudado, que perderá el manejo de las
divisas necesarias para refinanciar sus pasivos.
El agronegocio tiende a quedar situado en el medio del gran reparto oficial de ganadores
y perdedores. Está muy favorecido por la liberalización de la economía, pero habrá que ver si el
manejo cambiario no termina afectando su rentabilidad, como ocurrió durante la Convertibilidad.
Los perjuicios para el sector fabril saltan a la vista. Sufrirá otra escala de la misma
remodelación regresiva que afrontó con Videla, Menem y Macri. Las quejas de grandes
industriales como Madanes ilustran esa adversidad, que se verifica en los efectos de la recesión.
Argentina será el único país de la región que padecerá una gran caída del nivel de actividad
(3,5%) por el torniquete que aplicó Milei.
Ese desplome no obedece a ninguna tendencia del ciclo económico. Es una exclusiva
consecuencia de la política contractiva que introdujo el libertario al paralizar más 6.000 obras
públicas. En su imaginario de plenitud mercantil, la regresión productiva que demuele el empleo
es tan irrelevante como cualquier sufrimiento popular.
UN MENEMISMO A DESTIEMPO
Milei intenta acumular poder en el exterior para contrarrestar sus inconsistencias internas.
Con una frenética sucesión de giras, aspira a transformarse en una figura mundial de la
ultraderecha, para acrecentar su autoridad dentro de la Argentina. Festeja su rostro en la tapa del
Time, que lo exhibe como el presidente más exótico del planeta.
Pero no se ha situado en ese podio por mérito propio, sino por simple servilismo a los
Estados Unidos. Milei despliega una fidelidad hacia Washington mucho mayor que a las clases
dominantes del país y se ha convertido en un puntal de la contraofensiva que motoriza el poder
norteamericano, para recuperar primacía en el ajedrez global.
Ningún gobierno anterior ha exhibido un sometimiento tan humillante al imperialismo
yanqui. Los jefes de la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado desembarcan una y otra
vez en Buenos Aires, para asegurar la llegada de los marines a la Hidro-vía del Paraná, a la
Triple Frontera y a la próxima base militar de Tierra del Fuego. De paso le vendieron al país una
partida de viejos aviones de guerra que Dinamarca almacenaba como chatarra.
La prioridad de Washington es frenar la presencia económica de China, bloqueando los
emprendimientos que ya tiene suscriptos con Argentina (centrales hidroeléctricas en Santa Cruz,
planta de energía nuclear, puerto de Río Grande). También pretende obstruir el suministro de las
redes digitales 5 G, las inversiones en litio y la llegada de más empresas agroalimentarias al
litoral.
El embajador yanqui incentiva una campaña, para presentar los observatorios científicos
de astronomía que Beijing gestiona en Neuquén, como peligrosas bases militares. La
improvisada canciller Mondino convalidó esa provocación con disparates verbales, que China
retrucó con serias advertencias. Argentina está muy endeudada con la potencia asiática y los
traspiés diplomáticos del libertario tienen serias consecuencias.
También la enemistad con Rusia que incentiva el Departamento de Estado genera efectos
adversos. Los científicos de Moscú que exploran la Antártida rastreando el caudal subterráneo de
hidrocarburos, habrían descubierto una inmensa reserva en territorios disputados por Argentina,
Chile y Gran Bretaña. Ese hallazgo no fue informado al país, como un gesto de rechazo al ciego
alineamiento de Milei con su mandante estadounidense.
La tensión con Rusia tiende a escalar, además, por el fanático apoyo a Ucrania. Milei no
solo suscribe todas las iniciativas de Zelensky, sino que ha sugerido el envío de ayuda militar a
Kiev, si la confrontación bélica no decrece.
Estos anuncios no son fanfarronadas. El gobierno quiere restaurar el protagonismo del
ejército, para recomponer el tráfico de armas que floreció durante el menemismo y declinó por
los atentados a la embajada y la AMIA. El poder judicial apuntala esa revitalización de las
fuerzas armadas, con una renovada campaña para presentar a Irán como el gran responsable de
esas explosiones. No aporta pruebas de esa culpabilidad y apaña el evidente involucramiento de
militares y espías argentinos en esos crímenes.
Milei también ostenta un sostenido apoyo al genocidio que perpetra Israel en Gaza. Ha
concertado una estrecha alianza con los rabinos ortodoxos, que justifican esa masacre con
argumentos místicos y ha internalizado ese delirio con su propia conversión al judaísmo. Por eso
Argentina fue el único país latinoamericano que votó en contra de la petición palestina de
ingresar a las Naciones Unidas y el embajador de Tel Aviv participa como un invitado más en
las reuniones del gabinete. Este favoritismo le ha permitido a la empresa de aguas Mekorot
inspeccionar los recursos acuíferos del país, para transformarse en el socio privilegiado de los
futuros emprendimientos extractivos.
Para cumplir con las exigencias de Washington, Milei suele archivar su investidura e
insulta a los mandatarios que disgustan al Departamento de Estado. Las provocaciones contra
Venezuela incluyen el robo de un avión y el cierre de Telesur. La andanada contra Cuba
involucra la suspensión de la ruta aérea Buenos Aires-La Habana y las agresiones contra Petro y
López Obrador tensionaron como nunca las relaciones diplomáticas con Colombia y México. Si
se confirma que Milei brindará asilo político al grupo de bolsonaristas acusado de participar en el
intento de golpe de estado, la tirantez con Brasil seguirá escalando. Lula ya sugirió un potencial
veto a la provisión del gas que necesita Argentina en las coyunturas de escasez.
El presidente viajero no actúa como otro subalterno más del poder estadounidense. Es un
peón del proyecto de Trump e integra la red de lacayos que maneja el ambicioso magnate
republicano. Milei hace payasadas con otros socios del presidenciable yanqui para impactar en
las redes sociales. No oculta su fascinación por la forma en que Elon Musk combina la virulencia
contra los sindicatos obreros, con la promesa de llegar a Marte.
El alineamiento con los neo franquistas de Vox adopta la misma tónica e incluye la
exportación a España del lawfare, que la derecha latinoamericana perfeccionó para tumbar
presidentes. Milei participa de esa conspiración difundiendo las típicas acusaciones de
corrupción que motorizan esos complots. Su hiperactividad en Europa apunta a lucrar con la
oleada ultraderechista que sacude al Viejo Continente.
El libertario también ofrece a la Argentina como un ámbito de experimentación del
modelo político trumpista. Ensaya una nueva forma de gestión con mecanismos autoritarios, para
tantear el despotismo del poder ejecutivo. En su primer semestre insinuó esa modalidad con un
gobierno asentado en la emisión de decretos.
La proyectada tiranía del presidente exige un clima de confrontación permanente, para
direccionar la acción política con bronca y enojo. Se eligen cambiantes enemigos para
contraponerlos con la autoridad del autócrata derechista. Milei extrema ese procedimiento para
potenciar su figura entre la nueva elite de la ultraderecha global.
Pero ese ansiado liderazgo está muy afectado por la distancia que separa su fanatismo
ultraliberal del creciente estatismo de sus colegas. Ni siquiera Bolsonaro o Bukele comparten en
la región su enceguecida apología del mercado. Los pesos pesados de la oleada parda son más
contundentes. Propician subsidios, reivindican el proteccionismo, alientan la inversión estatal y
aprueban el aumento del gasto público. La política económica de Trump, Meloni o Le Pen se
ubica en las antípodas del anarco capitalismo criollo.
Milei es un menemista a destiempo. Montó un gran homenaje a su precursor, sin notar
cuán atrás han quedado los años 90 de globalización, odas al libre comercio y elogio de las
privatizaciones. La batalla que ha entablado Estados Unidos para dirimir primacía con China se
asienta en una drástica reinstalación de la regulación estatal.
Por esa razón Milei se asemeja a los predicadores solitarios, cuando declama el
nostálgico rescate del liberalismo extremo de los austríacos, contra la moderación de los
economistas neoclásicos convencionales. No solo juega en solitario alabando a Mises y Hayek
contra Samuelson. Sus diatribas contra Keynes tienen poca resonancia entre los intervencionistas
de la ultraderecha mundial.
RESISTENCIA EN VARIOS FLANCOS
El activo rechazo al gobierno ha sido muy significativo durante todo el semestre y el
resultado de la confrontación se mantiene abierto. Hasta ahora Milei no ha logrado doblegar al
movimiento popular.
Debe lidiar con la centralidad que la clase trabajadora, que tiende a recuperar
protagonismo desde el contundente paro del 24 enero. La segunda huelga del 9 de mayo fue más
significativa y contó con un grado de cumplimiento superior al promedio de los últimos 20 años.
El éxito de esas dos acciones estimuló la protesta de otros sectores y en el caso de Misiones
desembocó en una inédita convergencia de la policía con los docentes.
Milei adoptó una pose de indiferencia para sugerir que las protestas no alteran el ajuste,
pero no pudo disimular el impacto del descontento. Sus voceros mediáticos despotricaron contra
el costo de las huelgas, presentando estimaciones de pérdidas millonarias, que nunca calculan a
la hora de medir el monto expropiado a los trabajadores.
El énfasis en resaltar el costo monetario
de los paros confirmó, de paso, que los asalariados son los verdaderos generadores del valor
creado en la actividad económica.
La reciente movilización del 12 de junio contra la ley de Bases volvió a impactar y contó
con gran presencia sindical. Pero la deserción de los gordos de la CGT redujo la masividad de la
concentración. La defección de todo el sector conservador del sindicalismo fue concertada con
los legisladores del justicialismo, para facilitar la aprobación de la ley ansiada por Milei. La
burocracia desertó a cambio de pequeñas concesiones en el capítulo laboral del proyecto. Pero el
respiro que le regalaron a Milei, no anula la preeminente tendencia combativa.
El segundo hito de la resistencia fue la monumental marcha del 23 de abril en defensa de
la educación pública. Plasmó la movilización más concurrida de las últimas décadas, con una
presencia que rondó los 800.000 manifestantes. Una masividad equivalente se verificó en Mar
del Plata, Tucumán, Misiones, Mendoza y en el bastión cordobés de la Libertad Avanza.
Milei quedó desconcertado por esa irrupción. Repitió primero su libreto habitual contra
los políticos, intentó burlarse de las «lágrimas de los zurdos» y denunció una corrupción en las
universidades que propuso transparentar con auditorías.
Pero a los pocos días bajó el tono de los insultos y negoció con la UCR la distensión del
conflicto. Frenó la subejecución presupuestaria e incrementó los recursos destinados al
funcionamiento corriente de las universidades. Al percibir el peligro de un gran viraje opositor
de la clase media, optó por el pragmatismo, archivó el manual beligerante y aminoró el ajuste.
Repitió la concesión introducida previamente con un tope a los aumentos de la medicina
prepaga.
El ingenio de juventud emergió a pleno en la movilización con pancartas didácticas,
graciosas e irónicas, que contrastaron con la grosería de Milei. Los libros fueron enaltecidos
como un signo de protesta y la defensa de la educación pública volvió a irrumpir como un gran
dique de contención de la derecha. La obtención de un título universitario persiste como una
meta de las familias empobrecidas, que avizoran en ese galardón la forma de recuperar ingresos.
La vieja aspiración de ascender en la escala social se ha transformado en una modesta
expectativa de contener el desbarranque. Esa esperanza en la educación pública se ha extendido a
la nueva generación de origen popular que nutre las universidades del conurbano.
Esta perdurable fidelidad a un ideal educativo que configuró la historia del país ha
resistido la penetración de la ideología neoliberal. En ese ámbito no ha calado el individualismo
mercantil y el enaltecimiento de la privatización. Por eso tuvieron gran cabida en la movilización
los discursos radicalizados que interpelan a jóvenes atraídos por Milei.
La sumatoria de todos los concurrentes a las movilizaciones del primer semestre, ilustra
un número muy elevado de participantes en la resistencia contra el ajuste. La marcha del 24 de
marzo fue más frecuentada que las precedentes y las dos concentraciones del movimiento
feminista fueron impactantes. Es cierto que el gobierno conserva la fidelidad de sus votantes,
pero esa lealtad es la norma en el debut de cualquier administración. Ningún gobierno perpetró
una agresión tan virulenta y ninguno afrontó un rechazo tan contundente en las calles. En los
próximos meses se conocerá el desenlace de esa contraposición.
DOS POSIBLIDADES INMEDIATAS
En la batalla contra Milei se definirá el perfil del peronismo, que presenta aristas muy
contradictorias. Una primera variante ha sido cooptada por el oficialismo con cargos de todo
tipo. El ex candidato presidencial Scioli se atornilló al ministerio que le ofreció el libertario y
expone desvergonzados elogios a su nuevo jefe. Otra lista de camaleones incluye a una alta
funcionaria del Ministerio de Capital Humano (Leila Gianni), que gestiona sin haberse borrado
del brazo el tatuaje de Néstor y Cristina.
Una segunda variante de justicialismo facilita desde el Congreso la administración
libertaria, sin adscribir formalmente al gobierno. Responde en su mayoría a gobernadores que
negocian votos a cambio de partidas presupuestarias. Otros llegaron al Senado con la vestimenta
del peronismo y mutaron por dádivas.
El tercer alineamiento está enfrentado con Milei y tiende a forjar una alternativa electoral
en torno a Kicillof.
Todavía permanece muy oscuro el contenido de las fuertes disputas que
corroen al espacio kirchnerista y tampoco está definido si Grabois optará por un rumbo propio.
Pero en sus incontables variantes, ese campo persiste como una reserva del progresismo,
en tensión con la vertiente que pretende recrear el viejo macartismo justicialista (Guillermo
Moreno). A diferencia de lo ocurrido en la era Macri, el grueso del peronismo ha logrado
preservar cierta cohesión, pero sin exhibir liderazgos, proyectos alternativos o planes de
resistencia. Desde el Vaticano, Francisco intenta atemperar este vacío consolidando vínculos con
todo el espectro justicialista.
La izquierda se mantiene como una valiente corriente de oposición callejera y por esa
razón está en mira de las fuerzas represivas.
Milei aspira a ilegalizar esas organizaciones y a
detener a sus dirigentes.
Ese encono obedece a la consecuencia en la lucha que caracteriza a ese
espacio. Actúan con la misma convicción que demostró la fallecida Nora Cortiñas a lo largo de
su vida.
Esa gran figura de las Madres supo sobreponerse a la desaparición de su hijo y dedicó su
vida a sostener la lucha de los oprimidos. Estuvo presente en todas resistencias, sin especular con
la conveniencia de esa participación. La puso el cuerpo a las ideas y se transformó en un símbolo
de todas las batallas. Su afinidad con la izquierda coronó la maduración política de una práctica
militante de medio siglo.
Norita siempre priorizó la unidad en la lucha contra el enemigo principal. Ese principio
es muy pertinente en el contexto actual. El resultado de la confrontación en curso definirá toda la
secuencia posterior. Si se impone el ajuste primará un escenario totalmente opuesto al resultante
de una derrota de Milei.
Por esa razón, son indispensables las acciones comunes de la izquierda con el peronismo
que permitan frenar al oficialismo. Las acertadas críticas a la burocracia sindical deben ser
expuestas en el marco de esa convergencia. Dentro del FIT no existe una postura consensuada
frente a esa exigencia y suelen prevalecer los vaivenes ante cada circunstancia.
Milei logró un respiro con el voto del Senado, pero hay dos secuelas posibles de ese
desahogo. Si se repite lo ocurrido con la ley previsional de Macri en el 2017, el éxito legislativo
será un alivio pasajero del deterioro posterior. La ley no impedirá el fracaso del gobierno. Si por
el contrario se reproduce lo ocurrido en el debut del menemismo, el tomentoso éxito en el
Congreso será el anticipo de una estabilización más perdurable. Aún se desconoce cuál de los
dos contextos prevalecerá en los próximos meses. Milei apuesta a que una victoria de Trump en
las elecciones estadounidenses pavimente la segunda trayectoria.
El desemboque de la lucha será el verdadero determinante de uno u otro resultado.
Al cabo de seis meses la moneda sigue en el aire, sin triunfos definitorios para ninguno de los dos
campos. Pero se aproxima una caída del metálico, con la consiguiente primacía de una de las dos
caras.
El movimiento popular apuesta al éxito, en una pulseada que definirá el porvenir de la Argentina.
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Fuente e Imagenes tomadas de: La Haine.org – REUTERS – Agustin Marcarian
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