Las cinco etapas del colapso. Caja de herramientas del sobreviviente.

0
32YSV7BRL5BELP7KZHEOY3LEL4

Nota: Estudio realizado por la LET – UNAM sobre el libro de Dimitry Orlov (The Five Stages of Collapse: Survivors’ Toolkit)

«Este texto es importante por el esbozo que hace de posibles escenarios a los que el colapso de la civilización industrial nos enfrentaría, con los que se busca alentar un debate más preciso y fructífero sobre los complejos procesos de la bifurcación sistémica a la que nos enfrentamos. Su pertinencia en parte reside en concebir el colapso como el camino que deberemos transitar para abandonar el presente sistema histórico hacia una construcción social alternativa».

LET – UNAM

En la sociedad actual el colapso es un tema muy incómodo que casi nadie está dispuesto a abordar. Para algunos especialistas, como científicos, ingenieros y, más recientemente especialistas del ámbito financiero, el colapso se ha convertido en un problema evidente pero que se evita a toda costa. El silencio forzado causa mucha frustración en estos especialistas, ya que con los datos disponibles se ha hecho cada vez más difícil para ellos formular en sus mentes un escenario que no termine en colapso. Mientras que para otros, como empresarios, políticos, economistas, científicos sociales, psicólogos, educadores, tratar el tema es visto como pernicioso y se evita en la medida de lo posible.

Cada uno de estos grupos representan formas de pensamiento radicalmente distintas entre sí. Por un lado, los primeros piensan en medidas físicas cuantificables y en principios científicos. Estos especialistas trabajan con datos fácticos y los resultados de sus investigaciones no son calificados como positivos o negativos, sino como precisos o imprecisos. Lamentablemente, es secundario para ellos la forma en que estos resultados afectan a la sociedad.

Por otro lado, el segundo grupo de especialistas, que tiene a la sociedad como su objeto y su sujeto, considera secundarias las consideraciones y principios físicos, que por otro lado no están entrenados para entender. Para ellos el tema del colapso está circunscrito a sus efectos directos e inmediatos en la sociedad, y no a sus efectos a largo plazo. Visto desde esa perspectiva, el tema les parece sumamente negativo, perturbador y es evitado por completo.

Sin embargo, hay un punto de acuerdo entre estos grupos, ambos consideran que insistir en el tema del colapso es perjudicial para sus carreras. Los que sí lo mencionan lo presentan como algo prevenible o evitable, suavizando sus expresiones con frases como “a menos que” o “debemos de”. Los únicos que pueden hablar de colapso sin tomar precauciones son los especialistas retirados o los profesores titulares de las universidades, y estos últimos sólo si su investigación no depende de subsidios.

Hay otros que se encuentran en el extremo opuesto, son los que han descubierto en el colapso un mercado en expansión de productos y servicios: desde bunkers de supervivencia, kits de supervivencia en la naturaleza, hasta libros que promueven instrumentos financieros para protegerse ante el colapso. En un punto intermedio entre ambos está la gente que trabaja con comunidades que ya están, de hecho, colapsando, y que no se pueden dar el lujo de ignorarlo, ni sus consecuencias médicas y sociales. Estos se conflictúan cotidianamente por la disonancia cognitiva entre la realidad diaria que experimentan y el optimismo compulsivo que tienen que simular para conservar su empleo.

A un nivel personal, el tema del colapso puede corroer la vida matrimonial y familiar. Según Orlov, es común que dentro de un matrimonio el marido, después de hacer algunas lecturas llegue a la conclusión de que el colapso se aproxima. Este cambio de perspectiva lo radicaliza, lo que lo hace empezar a darle prioridad a los preparativos para este evento. La convicción sobre la inevitabilidad del colapso suele llevar al cónyuge al abandono prematuro de su carrera personal, a adquirir propiedades rurales, al cobro de inversiones, fondos de retiro y otros activos con el objetivo de adquirir herramientas y provisiones, a buscar aprender a cosechar la tierra, criar animales y cazar, educar a los hijos en casa, así como distanciarse de conocidos que permanezcan escépticos frente al tema del colapso, etc.

Mientras que la esposa, que no ha pasado por dicho proceso de concientización, suele querer continuar con su estilo de vida, de vacaciones, etc. Para ella, el colapso es un tema de conversación muy incómodo que es insistentemente traído a colación por su cada vez más alienado y embarazoso esposo. Lo que la hace dudar si se casó con el hombre correcto.

De la misma forma, se puede dar el caso contrario, es decir, la esposa bien podría ser la que se hiciera consciente del colapso y su esposo permanecer en la negación del colapso. Si la pareja tuviera hijos, los conflictos se multiplicarían, pues muchas de las modificaciones necesarias en el estilo de vida post-colapso parecen deficientes e indignas a la mentalidad del pre-colapso.

Epicentro del hambre en Camerún – Lola Hierro

En muchos lugares de Estados Unidos criar a un niño en un lugar sin calefacción central, electricidad o drenaje interior es considerado abuso infantil y los niños viviendo en esas condiciones son confiscados por las autoridades. Si se involucran los abuelos también, los malentendidos aumentan.

Otra división a nivel social es la diferencia al abordar el colapso. Por un lado, están quienes lo discuten de forma académica y desapasionada, aderezándolo con términos de la teoría de sistemas y otras elevadas ramas del conocimiento. Por otro lado, están quienes lo experimentan o lo han experimentado de forma personal en algún grado.

Tropa de junior Sashwat Das durante el campamento de verano Scout en Camp Yawgoog, RI, en 2018 – USA.

Durante las primeras etapas el colapso afectará a los más vulnerables, es decir las comunidades, familias e individuos más pobres, menos protegidas y menos privilegiadas. No obstante, Orlov advierte que a pesar que al comienzo podría parecer que el colapso castiga sólo a los más desprotegidos y débiles, paulatinamente el colapso afectará a todas las personas, incluidas las más ricas, educadas y exitosas, y la única posibilidad de supervivencia será la cooperación.

Sin embargo, es muy complicado esperar que la mayoría de la gente tome acciones ante el colapso, como comunidades, sociedades o naciones, ya que la inercia social tiene una fuerza extraordinaria y muchos están predispuestos a no aceptar el colapso como inevitable. Muchos que sí lo comprenden se niegan a reaccionar ante esto y ven a los que sí se preparan para el colapso como excéntricos. Incluso algunos, especialmente aquellos en posiciones de poder y autoridad, a quienes no les entusiasma un futuro sin un lugar para ellos, suelen considerar a los que sí se preparan como peligrosos subversivos.

Para el autor algunos individuos, hombres solteros principalmente, tienen mayor margen de maniobra para prepararse ante el colapso. Los sobrevivientes de naufragios suelen tener algunos rasgos comunes, lo que hace suponer que un cierto tipo de personalidad tendría mas posibilidades, tanto física como psicológicamente, de adaptarse a las nuevas circunstancias. Un cierto grado de indiferencia y desapego ayuda definitivamente, incluida la indiferencia ante el sufrimiento. La característica más útil es la voluntad de sobrevivir. Le sigue la autosuficiencia, es decir, la habilidad para preservarse sin menoscabo de la soledad y la falta de apoyo de otros. La última de la lista es la terquedad, es decir, la necedad en persistir sin rendirse frente a probabilidades desfavorables e insuperables, oponiéndose a las opiniones de compañeros e incluso a la coerción.

Orlov sostiene que hay dos componentes de la naturaleza humana: el social y el individual. Mientras la mayoría de las personas son estrictamente sociales (con todas las motivaciones, normas, limitaciones y ventajas que la interacción social supone), existen algunos pocos individuos que tienden a ser solitarios, auto-motivados y que obtienen sus recompensas de la naturaleza y se manejan entre límites autoimpuestos.

Para el autor, nuestros instintos sociales son atávicos y tienden a la mediocridad y el conformismo, mientras que la naturaleza solitaria del ser humano es la más evolucionada. En muchos momentos la humanidad ha salido adelante por los esfuerzos de brillantes excéntricos solitarios que no pudieron ser doblegados por la inercia social.

El autor sostiene que los seres humanos evolucionamos para vivir en pequeños grupos de unas pocas familias, lo suficientemente pequeñas como para acomodar fácilmente algunos excéntricos brillantes. En cambio, al percibir peligro, las grandes concentraciones tienden a entrar en pánico y causar estampidas potencialmente letales para sus miembros. En ese sentido, para sobrevivir al futuro tenemos que poner el énfasis en los individuos y en pequeños grupos cooperativos y no en entidades sociales más grandes como las comunidades pre-colapso: regiones, naciones o la humanidad en general.

Aquellos que busquen el consenso deben entender lo poderosa que es la inercia social. Persistir por el camino de la concertación implica permanecer inmovilizados por la falta de voluntad o la incapacidad de otros para hacer cambios drásticos pero necesarios, para cambiar quienes son.

Orlov señala que en grandes grupos cualquier intercambio significativo sobre el colapso está fuera de discusión. Generalmente los temas tienen como eje encontrar las formas en que se puede perpetuar el actual sistema a través de medios alternativos: energía renovable, agricultura orgánica, el comercio local, la bicicleta, etc. Aunque estas cosas no son malas en sí, centrar la discusión en ellas esquiva afrontar el tema central de la necesaria simplificación de la sociedad. Esta simplificación radical no vendrá en una cadena de sencillos y controlados pasos, sino que más bien, es muy probable que la actual complejidad social se derrumbara de forma aparatosa y rápida, y no de forma gradual y deliberada.

¿Qué es el colapso?

Este es un libro sobre el colapso. No sobre cuándo ocurrirá, sino sobre cómo será, qué debemos esperar y cómo debemos comportarnos para sobrevivir. Sin embargo, aunque el impedimento principal es de orden psicológico y no intelectual, los escépticos del colapso encontrarán en este libro referencias y enfoques para agilizar su proceso de concientización sobre el colapso.

Primero, es necesario probar dos cosas para sustentar argumentativamente el inminente colapso global de la sociedad industrial. Primero, el agotamiento de los combustibles fósiles, minerales y otros insumos industriales y agropecuarios, así como del agua y las tierras fértiles; demostrar que muchos de estos recursos han pasado ya su pico de producción o están a punto de hacerlo. Segundo, probar que la escasez de estos recursos impedirán a la economía industrial global crecer, cuyo resultado será el colapso y no un lento y continuo deterioro de siglos sin un final histórico determinado.

Lo primero ya ha sido realizado por muchos. Particularmente, Peak Everything de Richard Heinberg es un buen libro que enumera los datos por los cuales el siglo XXI será el siglo en el que declinará la producción energética, la producción agropecuaria, la estabilidad climática y la población. También, en Scarcity, Chris Clugston analiza datos del gobierno de Estados Unidos sobre recursos materiales no renovables, centrándose particularmente en las necesidades energéticas y de materias primas de las economías industriales. Clugston demuestra que el único insumo industrial que no ha alcanzado su pico de producción es la bauxita usada para la producción de aluminio. De forma que el ritmo de mejoramiento del nivel de vida material global ha disminuido consecuentemente de 2% de la segunda mitad del siglo XX, a tan solo 0.4% de esta década. Según las proyecciones de Clugston, la creciente escasez de recursos no renovables necesarios para mantener la civilización industrial seguramente detonará un colapso social a nivel global para mediados de siglo.

Mientras que la primera tarea es relativamente simple, la segunda, demostrar el inminente colapso, es mucho más difícil debido a que la única forma de aprehenderla es a través de modelos matemáticos. El primero de estos modelos fue el sencillo World3 usado para el libro de 1972 Limits to Growth. Este modelo, que incluía sólo cinco variables: población mundial, industrialización, contaminación, producción alimentaria y el agotamiento de recursos, predijo un colapso económico y social para mediados del siglo en curso. En Limits to Growth: the 30-Year Update, de 2004, se confirmaron las predicciones de la edición de 1972.

Los modelos matemáticos suelen ser sumamente complejos, lo que puede alimentar el escepticismo de muchos. Por esto, el profesor de la Universidad de Florencia, Ugo Bardi creó un modelo, llamado Seneca Cliff, fácil de entender para alguien superficialmente familiarizado con modelos matemáticos. Bardi comenzó con un modelo muy simple de uso de recursos y agotamiento de los mismos con solo dos variables: recursos y capital. Los recursos son transformados en capital a un ritmo proporcional a la cantidad disponible de recursos y capital. También el capital disminuye con el tiempo. Este modelo puede ser ejecutado con una simple hoja de cálculo o con un programa de computadora muy sencillo. El resultado es una curva de campana simétrica: la cantidad de capital, representando el tamaño de la economía, crece gradualmente hasta alcanzar su pico para después empezar a declinar gradualmente en la medida en que se van agotando los recursos. Luego Bardi añadió una tercera variable al modelo, la de la “contaminación”, que representa los gastos generales de la civilización industrial, todo lo que necesita la economía industrial para existir pero que no contribuye a su capacidad productiva: incluye a la contaminación pero también a la infraestructura, la burocracia, etc. Una fracción de capital, proporcional tanto a la cantidad de capital como al tamaño de esta tercera variable, se desvía hacia ella. Al igual que el capital, también decae con el tiempo. Este modelo produce una curva asimétrica, en la cual la pendiente ascendente es gradual pero la pendiente descendente es abrupta; el capital no decae gradualmente a medida que se agotan los recursos, sino que colapsa.

El autor explica que, en la medida en que la economía crece, la infraestructura se expande también. Pero cuando la escasez de recursos obliga a la economía a contraerse, la infraestructura no puede contraerse con ella, ya que ha sido construida a cierta escala y ha sido diseñada para ser eficiente a determinada capacidad. Aun cuando se use en menor medida, los costos de mantenimiento son los mismos y consumen porciones de la economía cada vez más grandes. En un momento determinado los costes de mantenimiento se vuelven insostenibles y el mantenimiento se abandona. Poco tiempo después la infraestructura deja de ser funcional y con esta el resto de la economía.

Se puede obtener una visión más completa de la mecánica del colapso al mirar el papel que juega el sistema financiero en el funcionamiento cotidiano de la economía global, apostando al crecimiento futuro para expandirse, pidiendo prestado al futuro, que se asume más próspero que el presente. Esta deuda al futuro no es solo para la expansión del sistema financiero, también los embarques de mercancías del comercio global: todo embarque internacional comienza con un carta de crédito emitida por un banco comercial en un país y respaldado por otro banco en otro país.

Si la economía deja de crecer por un periodo de tiempo amplio, muchos de estos préstamos basados en apuestas al crecimiento futuro no van a ser cobrables y muchos de estos bancos pasarán a ser insolventes; los demás bancos, aunque solventes, no querrán apostar su capital en créditos riesgosos. El comercio global se detendría entonces, lo que afectaría las cadenas de suministro, causando la escasez de componentes y otros insumos industriales, interrumpiendo los procesos de fabricación. Al poco tiempo, la economía global sobrepasaría un punto sin retorno donde ya no sería posible una recuperación, debido a que las cadenas de suministro y las relaciones comerciales que la habían sostenido estarían rotas.

Estas explicaciones de porqué el colapso es extremadamente probable no son suficientes para algunos. Afortunadamente, señala Orlov, hay una tercera vía que en la medida en que pasa el tiempo se vuelve más productiva: la experiencia personal. Países enteros, como Grecia, se encuentran ya en medio de lo que podríamos llamar colapso financiero, político y comercial. Otros países, como Estados Unidos, no se encuentran aún en esta situación. Sin embargo, las jóvenes generaciones empiezan a darse cuenta que su futuro no se parecerá al que tuvieron las generaciones que les precedieron, y los más viejos empiezan a ver que no tendrán un retiro digno. Mucha gente es consciente que algo ha salido mal, pero la mayoría de ellos aún no han interiorizado las transformaciones que les esperan en el futuro.

¿Cuándo ocurrirá el colapso?

Esta pregunta, qué es la que sigue después que se está convencido de que el colapso sucederá, es mucho más difícil de contestar. Predecir cuándo sucederá algo es mucho más difícil que predecir qué sucederá. El autor nos presenta aquí el caso supuesto de un viejo puente. Los inspectores expertos podrán declararlo “deficiente estructuralmente”, en riesgo inminente de colapso, pero no podrán predecir cuándo esto sucederá. Los tiempos estimados en estos casos son muy subjetivos aunque hay datos objetivos a los que prestar atención: la proporción de estructura que aún queda y el ritmo al que se ha venido deteriorando.

Sin embargo, hay dos problemas: el primero, la gente suele pensar que podrían calcular el riesgo si tuvieran más datos precisos, pero no se les ocurre que esos datos no están disponibles debido a que no existen. Es así que incluyen más datos en sus estimaciones, con la esperanza de que estos sean relevantes, sin embargo, estas adiciones sólo hacen sus estimaciones menos precisas.

El segundo problema consiste en lo que Nassim Nicholas Taleb, autor de The Black Swan, llama “falacia lúdica”. Los juegos de azar, que son solo una pequeña fracción de los juegos posibles, implican una cierta probabilidad controlada: un tiro de dados, o un volado, por ejemplo. Sin embargo, la aleatoriedad estructurada que encontramos en los juegos de azar, que solo se pueden jugar de forma artificial, controlada y con variables simplificadas, no es para nada comparable a la aleatoriedad de las complejas situaciones de la vida real. Los juegos jugados en la naturaleza no suelen permanecer dentro de parámetros establecidos.

Volviendo al ejemplo del puente, éste después de muchos años de vida útil será declarado, más o menos arbitrariamente, inseguro. Pero el puente no fue diseñado para colapsar y debido a esto la información sobre cuándo va a colapsar simplemente no existe. Aunque se observe el ritmo de deterioro (cuando pasa de lineal a exponencial, por ejemplo) y a partir de eso se elabore una predicción de cuándo colapsará, la predicción será subjetiva debido a que se estará jugando a la probabilidad.

Si se observa que el deterioro es lineal (cae un trozo de cemento por mes) la predicción se basará en que el ritmo de deterioro permanecerá lineal; si se observa que es exponencial (caen el doble de trozos que el mes anterior) entonces se hará una predicción contando con que el deterioro permanecerá exponencial, y si se tiene suerte así será. Sin embargo, estas probabilidades solo se encuentran en la mente de quien lo predice, es decir, las probabilidades de que suceda no son predecibles, sino subjetivas. La información que se está buscando simplemente no existe.

Resumiendo: es posible predecir algo que sucederá, por ejemplo, todos los imperios eventualmente colapsarán, sin excepciones, por lo tanto, el imperio de los Estados Unidos colapsará.

Pero no es posible predecir con precisión cuándo sucederá debido a que esa información no existe. En nuestras mentes tenemos el modelo de cómo algo continúa existiendo, pero no cómo dejará de existir.

Sin embargo, al observar el ritmo de deterioro, o la divergencia con nuestro modelo mental, podemos algunas veces saber si la fecha se está acercando. La predicción de que algo colapsará es extremadamente útil, porque permite evitar el riesgo de perder cosas que no nos podemos dar el lujo de perder. En las situaciones en las que no tenemos elección, como por ejemplo haber nacido en un imperio (dado que todos los imperios eventualmente colapsan sin excepciones), las predicciones respecto a cuándo va a pasar esto pueden ser muy útiles al orientarnos sobre cuando debemos actuar.

El proceso de predecir estas situaciones es subjetivo. Algunas personas consideran que este tipo de eventos es aleatorio, o caótico, y formulan modelos matemáticos del azar y el caos. Pero el tiempo en que ocurrirán este tipo de eventos no es azaroso ni caótico, sino desconocido. Con eventos regulares y de una escala reducida los estadísticos pueden hacer trampa al promediarlos. Lo que es de utilidad si vendes seguros de vida o de otro tipo. Pero no hay forma estadística de estimar objetivamente el riesgo de un colapso civilizatorio.

Hacer estimaciones sobre el futuro es difícil, pero lo es más hacerlas sobre el pasado. El autor recuerda que en 1991 la URSS colapsó inexplicablemente sorprendiendo a los expertos. La causa de dicho colapso permanece en el misterio, junto con la razón del tiempo en que lo hizo.

1991 el año en que todo se derrumbó en la URSS -© CORDON PRESS

Aún hoy la raiz de dicho colapso permanece desconocida. De la misma forma, la mayoría de los politólogos expertos estimaba que Obama fuera o no reelecto en 2012, pero ninguno estimó las posibilidades de que las elecciones no se llevarán a cabo y nadie resultase electo. Las posibilidades de lo anterior no eran inexistentes y podemos estar seguros que algún día pasará algún evento de ese tipo, sólo que no sabemos cuándo.

¿Cuáles son las etapas del colapso?

Supongamos que el colapso sucederá, y lo hará a más tardar para mediados de siglo. Se necesitará superar un conjunto de emociones como el shock, terror, dolor y temor que representarán un obstáculo para la acción. Elizabeth Kübler-Ross definió las cinco etapas del proceso de superación de pérdidas y catástrofes personales, estas son: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Otros autores han señalado cómo este modelo refleja, también, el proceso por el cual las sociedades lidian con la inevitabilidad de un futuro discontinuo, de nuestras instituciones y sistema de vida, ocasionado por una combinación de escasez de recursos, cambio climático e impotencia política. Pero poco se ha dicho específicamente sobre los detalles de estas discontinuidades.

En este sentido el autor considera muy importante contar con una terminología más precisa que vaya más allá de las palabras ambiguas y emocionalmente cargadas que usualmente usamos, como: “recesión severa y prolongada”, “larga emergencia” y “colapso de la civilización occidental”. Definir una taxonomía del colapso podrá ayudarnos a idear un plan para sobrellevar ciertas etapas del colapso de acuerdo a nuestras capacidad y habilidades. El colapso suele concebirse como una derrota, pero podría ser útil pensar en él como una transición, como un retiro ordenado y organizado de antemano debido a que hay circunstancias en que el colapso es la respuesta adaptativa correcta. Es decir, podría pensarse en él como una transición: una transición ya planificada que consistirá en el colapso de las finanzas, el consumismo y la política tradicional, de la mano de las sociedades y culturas que dependen de estas.

El autor define cinco etapas del colapso con el fin de usarlos como hitos mentales para ayudar a prepararnos ante esta situación. En lugar de vincular estas etapas con emociones particulares, el modelo que nos propone el autor vincula las etapas a distintos niveles de la pérdida de la confianza en el sistema y el statu quo. A pesar que cada etapa producirá cambios observables en nuestro entorno, estos cambios podrían ser graduales, mientras que los cambios mentales tienden a ocurrir mucho más rápido.

Etapa 1: colapso financiero. La fe en los negocios se pierde. La idea de un futuro prometedor se pierde, cancelando la posibilidad de calcular el riesgo y garantizar los activos financieros. Las instituciones financieras quiebran, los ahorros se esfuman y el acceso a capital se cancela.

Etapa 2: colapso comercial. La fe en el mercado se esfuma. Las divisas se devalúan o escasean, los productos primarios se almacenan, las importaciones y las cadenas de suministro se rompen y la escasez generalizada se convierte en la norma.

Etapa 3: colapso político. La fe en el gobierno se pierde. En la medida en que los esfuerzos gubernamentales para resolver las necesidades elementales de supervivencia fracasan, el establishment político pierde legitimidad y relevancia.

Etapa 4: Colapso social. La fe en la sociedad se pierde en la medida en que las instituciones sociales que intentan suplir el vacío que ha dejado el gobierno agotan sus recursos o fracasan frente a conflictos internos.

Etapa 5: Colapso cultural. La fe en la bondad humana se pierde. La gente pierde su capacidad de solidaridad. Las familias se desintegran y se compite entre individuos por recursos escasos.

Cada etapa del colapso puede fácilmente conducir a la siguiente o suceder simultáneamente. También podría detenerse en alguna de las etapas. Al colapsar la URSS el proceso de colapso logró detenerse en la tercera etapa, cuando el gobierno logró afirmarse.
Intentar detener el proceso en la etapa 1 o 2 podría ser una pérdida de tiempo. Mientras que intentar detenerlo antes de la etapa 5 es una cuestión de supervivencia básica. En algunos lugares densamente poblados o con instalaciones industriales y nucleares es vital evitar la etapa 3. Mientras que otros lugares con escasa población, incluso muchos de los más empobrecidos, podrían ser capaces de subsistir indefinidamente en la etapa 4.

Aunque es posible prepararse para sobrevivir indefinidamente en la etapa 5, en sí mismo podría ser demasiado desmoralizante para siquiera intentarlo. Parece mucho más razonable prepararse para sobrevivir las etapas 3 y 4. La intención del autor es alentar un debate más útil que el actual, dominado por una terminología vaga y ambigua.

.

.

.

.

Dimitry Orlov nació en la URSS en 1962 y emigró a Estados Unidos a los 12 años. Cursó una licenciatura en ciencias en ingeniería informática y un máster en lingüística aplicada. Sus temas son el pico petrolero, el declive económico, político, ecológico y social, así como el colapso en Estados Unidos y la URSS.

.

El estudio que hemos editado sobre lo escrito por Dimitry Orlov fue realizado por el espacio academico de analisis y difusion, del Laboratorio de estudios sobre empresas transnacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México. – http://let.iiec.unam.mx/node/2616

.

.

.

Imagen: www.lacuarta.com

Foto: iStock.

Imagen: CanStockphoto.com

Photo: Puente del Inca 2 -tripadvisor.com

Imagen: Getty images

Los articulos del diario La Humanidad son expresamente responsabilidad del o los periodistas que los escriben

About Author

Spread the love

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

RSS
Follow by Email
Facebook
Twitter