ESPECIAL: Europa en Otoño
«Entre la Disociación de la Paz y el Tedio Apocalíptico»
La Europa contemporánea se encuentra en un cruce de caminos tan confuso como inquietante. Las dinámicas geopolíticas, las crisis internas y una sensación creciente de desamparo social, pintan un panorama de extrema incertidumbre.
NOTA: Alfonso Ossandón, Diario la Humanidad
Milano – Italia
Desde las disputas entre Rusia y Occidente, pasando por las manifestaciones de protesta en la periférica Georgia, hasta las políticas de miedo y el envejecimiento de una población que ha olvidado los logros del pasado, Europa, el Viejo Continente vive una de las crisis más profundas desde la posguerra.
Este artículo abordará las distintas capas de esta crisis existencial europea, con un enfoque que va desde la fractura geopolítica en las puertas orientales hasta el desgaste emocional de una juventud inmersa en un torbellino de diagnósticos psiquiátricos. ¿Es Europa realmente incapaz de retomar su propio camino? ¿O estamos asistiendo a un teatro absurdo en el que la vanidad y la apatía se imponen como nuevos demonios colectivos?
1. Georgia y el espejismo de la «Maidan» caucásica
El reciente caos electoral en Georgia es solo una muestra de la tensión que recorre las fronteras europeas. Las declaraciones de la presidenta Salomé Zourabichvili, rehusándose a reconocer los resultados y convocando a la protesta, han sumido al país en una posible crisis de gobierno, con riesgos evidentes de inestabilidad prolongada.
Los llamamientos de la oposición y la amenaza de boicot parlamentario intensifican el temor de un posible estallido civil.
El conflicto entre el partido oficialista «Sueño Georgiano» y los sectores pro-occidentales no es únicamente una contienda política local. Las tensiones revelan la presión ejercida desde Washington y Bruselas sobre las exrepúblicas soviéticas para que se alineen con la agenda occidental, incluso a costa de generar conflictos con Rusia.
La negativa del partido de gobierno georgiano de convertirse en un segundo frente en la guerra ruso-ucraniana refuerza el rol incómodo de Georgia: atrapada entre un Occidente exigente y una Rusia vigilante, el país parece destinado a caminar sobre un filo geopolítico que solo acrecienta su incertidumbre.
Para Georgia, la neutralidad ideal parece una utopía. Sin embargo, el enfrentamiento con Rusia no solo es inviable sino suicida. A diferencia de los deseos euroatlánticos, el “Sueño Georgiano” opta por evitar conflictos abiertos con Moscú, temiendo que cualquier gesto agresivo pudiese desestabilizar la región.
Sin embargo, con una oposición radicalizada y el empuje de actores internacionales, la sombra de una «Maidan» caucásica, con sus inevitables consecuencias de fractura y violencia, acecha sobre Tbilisi.
2. Europa y la crisis de identidad: una paz que da vértigo
Mientras Georgia arde, Europa Occidental observa con una mezcla de nerviosismo y apatía. Las constantes advertencias sobre una posible guerra nuclear han erosionado cualquier sentimiento de seguridad que alguna vez fue parte del ADN europeo. Lejos de las balas y las bombas, la vieja Europa se sumerge en una crisis espiritual que va más allá de la geopolítica y que afecta a la esencia misma de sus sociedades.
Las preocupaciones de los ciudadanos ya no solo giran en torno a las relaciones internacionales o la economía, sino que abarcan un vasto espectro de cuestiones sociales, desde el cambio climático hasta la creciente alienación psicológica. La imagen de una sociedad envejecida y desorientada se complementa con un incremento notable de jóvenes dependientes de psicofármacos.
Los datos son alarmantes: la tasa de diagnósticos psiquiátricos ha crecido exponencialmente, y Europa se ha convertido en un laboratorio de tratamiento para un cansancio existencial del que pocos parecen escapar.
Mientras la sombra de una amenaza nuclear planea sobre sus cabezas, Europa se repliega en la cotidianidad, en una especie de «banalidad de la supervivencia». El mensaje del «no soy capaz» parece haber ganado terreno. La capacidad de actuar autónomamente se convierte en una rareza.
El tedio, al que alguna vez se consideró un demonio menor, hoy se ha convertido en un adversario capaz de minar cualquier impulso vital y ensombrecer el futuro del continente.
3. Crisis climática y vacío de liderazgo: Europa se despide del pasado
La crisis climática, a menudo eclipsada por las tensiones geopolíticas, plantea un desafío paralelo que Europa no puede ignorar. Sin embargo, la ausencia de un liderazgo sólido en la gestión medioambiental refleja la fatiga de un continente que, más que proactivo, parece resignado. Las imágenes de desastres naturales, olas de calor extremo e inundaciones cada vez más frecuentes son tan cotidianas que ya no impactan en la población.
El vacío dejado por un cristianismo en decadencia y una fe agotada en el modelo económico actual genera un caldo de cultivo para la frustración social. El agotamiento del capitalismo europeo, incapaz de renovar sus promesas de progreso individual y colectivo, expone el fracaso de una cultura que ha perdido la capacidad de ofrecer un sentido de responsabilidad y esfuerzo compartido.
Las nuevas generaciones, lejos de proyectarse como una fuerza transformadora, se sienten impotentes frente a un modelo que no les ofrece perspectivas sólidas.
4. La «generación medicada»: el precio de una Europa sin rumbo
Una de las realidades más perturbadoras de la Europa actual es el estado emocional de su juventud. La dependencia de los psicofármacos ha alcanzado cifras históricas, y la lista de trastornos mentales asociados con el estrés, la depresión y la ansiedad parece no tener fin. En un continente donde la desesperanza se ha normalizado, los jóvenes no solo luchan por entender el mundo que les rodea, sino que se sienten atrapados en un ciclo sin salida.
Lejos de ser un problema individual, esta crisis psicológica es síntoma de una sociedad que ha perdido sus anclas morales y espirituales. Sin un proyecto colectivo y atrapados entre la vanidad de una vida hiperconectada y el vacío de una existencia sin sentido, la salud mental se convierte en el reflejo de una Europa que ya no inspira a sus ciudadanos.
5. Europa y el triunfo del absurdo: ¿hay salida de esta espiral de apatía?
El declive de los valores humanistas, el auge de los trastornos mentales y la incapacidad de la política para ofrecer respuestas sólidas sitúan a Europa en una crisis única en su historia. Los ideales que una vez alimentaron los sueños europeos han sido reemplazados por el absurdo y la banalidad, mientras que las nuevas generaciones se enfrentan a un destino que no eligieron y para el cual no están preparadas.
El tedio, como demonio latente, ha usurpado el protagonismo. El «no soy capaz» se convierte en un mantra que frena cualquier intento de cambio. Sin embargo, en medio de esta tormenta, quedan aquellos «templados» que, pese a las circunstancias, siguen pensando autónomamente y buscan soluciones desde el margen.
Conclusiones al Crepúsculo:
Europa vive un otoño de incertidumbre, atrapada entre los vaivenes de la geopolítica y el agotamiento existencial de su propia población. La sombra de una guerra en sus fronteras, la crisis emocional de sus ciudadanos y el vacío de liderazgo han convertido a Europa en un teatro de absurdos.
La supervivencia en un contexto tan oscuro depende de la capacidad de reconstruir un proyecto colectivo que retome lo mejor de su historia y proyecte una esperanza renovada hacia el futuro.
Corresponsalía Milano / Alfonso Ossandón Antiquera / Italia 2024 / © Diario La Humanidad
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