El extraño concepto de “humanismo” norteamericano

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Nota: Nicola Hadwa y Silvia Domenech- Periodistas- Expertos en Medio Oriente

Ejemplos hay muchos. Se trata en este caso de un saqueo similar al congelamiento que se hizo de miles de millones de dólares que Libia tenía en el Reino Unido, en Francia y en Estados Unidos. Nada más actual para comprender por qué el día 9 de agosto se celebra el Día Internacional de los Crímenes Estadounidenses Contra la Humanidad, que las últimas medidas para lograr el colapso económico de Venezuela y asfixiar a su pueblo, tomadas por el presidente norteamericano Donald Trump. Medidas encaminadas a congelar todos los bienes, derechos y otros recursos, o sea, los activos del gobierno venezolano en Estados Unidos y a bloquear ese país.

Y decimos eso porque, más allá de que se pueda defender o condenar al gobierno venezolano, o más allá de la imagen distorsionada que el enorme poder de desinformación que tiene Estados Unidos haya logrado crear de lo que es la realidad venezolana, si se analiza fríamente el hecho. O sea, si se analiza lo que significa la congelación de todos los activos de Venezuela en los Estados Unidos, no queda más que un calificativo para denominar esa acción. Se trata, sin lugar a duda, de un saqueo. Saqueo que está siendo perpetrado por el gobierno norteamericano el cual, aprovechando la crítica coyuntura que atraviesa ese país – creada en lo esencial por las propias acciones de Washington contra ellos -, y desde la posición de fuerza y poder que aún conserva el imperialismo, se está apoderando de forma ilegítima e indiscriminada de los bienes pertenecientes al gobierno y al pueblo venezolano, para agravar al máximo su situación. Está saqueando sus bienes y utilizando este saqueo como un arma contra el pueblo venezolano.

Este tipo de actuación, sin embargo, no es nuevo para ellos pues bloqueos severos ha impuesto también a Corea del Norte, Irán, Siria y Cuba. Y el saqueo a través del congelamiento de activo como arma lo han venido realizando sistemáticamente, sobre todo desde el año 2000, sea para “sancionar” a individuos o funcionarios no gratos, como a empresas particulares o pueblos enteros. Dinero que, a pesar de pertenecer al pueblo libio, no ha sido devuelto

Declarar, como se ha hecho, que lo que está haciendo con estas medidas el presidente Trump es proteger al pobre pueblo venezolano de un gobierno que lo hace todo mal, es un insulto a la inteligencia de las personas. Esta afirmación, no obstante, constituye también una clara y contundente prueba de lo que, en realidad, significa el “humanismo norteamericano” para los que, como los Guaidó y compañía, se prestan para facilitar que una potencia extranjera como es, en este caso, los Estados Unidos, se haga de las riquezas de su país logrando así sus objetivos. 

Lo que quiere los Estados Unidos, lo que busca Trump y las transnacionales es apoderarse de las enormes riquezas de Venezuela, uno de los países más ricos del mundo en petróleo, gas, oro, de un montón de recursos y de materias primas. Y es así porque cuando Estados Unidos quiere una riqueza, inventa una justificación, generalmente protección a la libertad, a la justicia, a los derechos humanos. Y así, por el humanismo, entonces, y bajo los principios del humanismo, va y asalta militarmente un país. Y, a sangre y fuego, se apodera de esas riquezas. Eso es, precisamente, lo que quiere hacer en Venezuela.

Pero quizás se debe decir también que este “tipo de humanismo a lo norteamericano”, se lo han diseñado ellos mismos, pues no se puede recordar ni hay indicios de que las Naciones Unidos hayan autorizado a este país para que se convierta en fiscal, en el juez o en el verdugo de los pueblos. Estados Unidos actúa como el policía del mundo sin respetar absolutamente nada, podría decirse, por cuenta propia. Así, la Carta de las Naciones Unidas dice que no se puede bloquear un país. Sin embargo, Estados Unidos bloqueó a Cuba, a Corea del Norte, a Siria, a Irán, a Yemen, a Venezuela. A Nicaragua lo quiere bloquear ahora, e intento bloquear a Bolivia. Las Naciones Unidas, en su Carta fundacional dice que hay que respetar la libre autodeterminación de los pueblos. Estados Unidos se da el lujo de cambiar los gobiernos dónde quiere, y ahora quiere cambiar también el gobierno venezolano que, les guste o no, fue elegido por el propio pueblo venezolano, en elecciones libres. Unas elecciones que tuvieron más de 1000 observadores internacionales, y ninguno de ellos, incluyendo los norteamericanos, pudieron constatar fraudes. Los Estados Unidos también se dan el lujo de no respetar el principio de no injerencia en otros países. Todos los días amenaza a cuánto país se le ocurre. Tiene amenazada a China y la provoca todos los días, amenaza y provoca también a Rusia y a Corea del Norte, quiere invadir a Irán. Invadió y tiene tropas en Libia, en Irak y en Siria, tiene bloqueados a un montón de países.

Estados Unidos trata de imponerle ahora a Venezuela la democracia a la medida norteamericana. O sea, por el bloqueo, por hambre, por enfermedades, por muerte, por el desplazamiento de la población, aplicando sus leyes de forma extraterritorial, ejerciendo su auto asignado papel de amo del mundo.

¿De qué estamos hablando? 

Estamos hablando de la potencia militar más agresiva que hay en la tierra.  El poder mediático y de desinformación que genera Estados Unidos, desafortunadamente, revierte la imagen de cualquier país y hace ver de él lo que le conviene y está de acuerdo con sus intereses. Trata, no obstante, de ocultar las manchas propias. Vale la pena, entonces, en honor a la verdad, repasar algunas cifras que hablan del humanismo norteamericano, sobre todo las cifras de las víctimas que ese “humanismo” ha ido dejando a lo largo de su “lucha” por llevar la democracia y “ayudar” a otros pueblos. 

Así, por ejemplo, los Estados Unidos dividieron a Corea en dos países, Corea del Norte y Corea del Sur, que hasta el día de hoy permanecen en guerra. Una guerra que mató alrededor de 3 millones de civiles y dejó inválidos a otros 320.000. El humanismo norteamericano provoco, se calcula, 5.1 millones de muertos en Vietnam entre civiles y personal militar, y dejó 462 mil inválidos causando, además, graves daños medioambientales producto del uso de agentes químicos especiales por parte de Estados Unidos en esa guerra. El humanismo norteamericano intervino también en los conflictos de Sudán, país que había ido adquiriendo importancia estratégica para ellos dadas las vastas reservas de petróleo descubiertas en su parte sur. Y también Sudán quedó divido. Más de 2 millones de personas murieron y más de 4 millones fueron desplazadas o tuvieron que refugiarse creándose una grave situación humanitaria, para que surgiera Sudán del Sur, aliado de Estados Unidos, donde se encuentran casi tres cuartas partes de los yacimientos sudaneses. 

El humanismo norteamericano derrocó, asimismo, al gobierno de Libia, lo invadió en nombre de la libertad y los derechos humanos, matando a 500.000 libios. Libia era el país más próspero de África. Allí estaban las mejores universidades, las mejores obras de regadío, un país de gran estabilidad económica, que prestaba dinero y ayuda a muchos países africanos. Pero para los Estados ese país tenía un problema, el 13% de las exportaciones petroleras libias iba a parar a China, país que importaba de Libia el 99.4% del petróleo crudo. Hoy en día Libis es un estado fallido, ingobernable. En ese país, desde el año 2011 a la fecha, se han formado 1200 milicias distintas (o sea, grupos que participaron en el derrocamiento de Muamar el-Gadafi que se niegan a desarmarse y dar paso a un Ejército unificado). Y no hay ningún sector de Libia que esté bajo un gobierno, sólo la capital, que tiene un gobierno reconocido por las Naciones Unidas. El resto del país es un caos. Bengasi, dónde está la mayor producción de petróleo, es el único lugar del país que está protegido por las tropas de la OTAN. El resto del país, ¡que se maten entre ellos!

El humanismo norteamericano invadió Irak. Allí mataron, en nombre de la democracia alrededor de 2.400.000 hombres, mujeres, niños y ancianos, y dejaron 170.000 inválidos. Allí crearon y alimentaron además a Al Qaeda y al Estado Islámico, y a toda esa basura de los corta cabezas que se ve hoy en día. En las guerras que Estados Unidos lideró en Afganistán y Pakistán perdieron la vida 1,2 millones de personas aproximadamente, y en Somalia unas 650,000. En Siria ha dejado 30 bases militares ilegales, 600.000 muertos, 80.000 inválidos y 7 millones de refugiados esparcidos por el mundo.

Estados Unidos es un estado que protege a otro estado, Israel que, si bien fue creado artificialmente por las Naciones Unidas en 1947, es denunciado ahora por la propia Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de esa organización (OCHA) por la detención de cientos de niños palestinos cada año, quienes sufren múltiples atropellos durante ese proceso; por su Consejo Económico y Social, como violador de los derechos humanos y de las mujeres en el mundo, y por la Asamblea General por el uso excesivo, desproporcionado e indiscriminado de la fuerza contra los palestinos

Es un estado que, asociado con los israelíes y Arabia Saudí, ha invadido a Yemen, dejando un rastro de cientos de miles de muertos y miles de lisiados, epidemias de cólera y otras enfermedades, también con miles de víctimas. Todo, porque no le entrega el estratégico estrecho de Bab el-Mandeb – ruta obligatoria para el transporte de petróleo a través del Canal de Suez por su conectividad con los países del golfo Pérsico, África y el Mar Mediterráneo -, a Estados Unidos. 

Estamos hablando en realidad, entonces, de una potencia que es el culpable, directa o indirectamente, de la mayor cantidad de muertos, de hambre, enfermedades y miseria de decena de países en el mundo. Una potencia cuyo “humanismo”, en esencia, es su antítesis. Y su llamada lucha por la libertad, la democracia, la justicia, los derechos humanos, no es más que la capa con la que Estados Unidos y sus admiradores y defensores han encubierto y encubren los crímenes que comete para imponerse y lograr sus objetivos. De un país que se da el lujo de decir que autoriza a su servicio de inteligencia a cometer asesinatos selectivos en otros países. Y lo hace.

Estados Unidos, desde 1776 en que se fundó, siempre ha estado en guerra. De las últimas 211 guerras que ha tenido la humanidad, ese país ha estado presente en 201. Derroca gobiernos y pone dictaduras militares y gobiernos títeres dónde se le ocurre, para que después le entreguen casi gratuitamente la riqueza de esos países. ¿Por qué Estados Unidos tiene que estar metido en Yemen, en Corea, en Libia, en Irak en Palestina, en Níger…? ¿por qué sus tropas tienen que estar en cualquier lugar donde hay un conflicto?

Estados Unidos es un país genocida desde su surgimiento, desde que nació. ¿Cómo se construyó Estados Unidos, de dónde vienen los norteamericanos actuales? Los norteamericanos actuales no vienen de los habitantes autóctonos de América, sino de los europeos que la colonizaron. Los habitantes autóctonos de Estados Unidos serían los descendientes de Toro Sentado, o Caballo Loco – jefes indios americanos conocidos por haber liderado el combate más famoso, la batalla de Little Bighorn, en 1876, en la que guerreros sioux y cheyenes derrotaron al Séptimo de Caballería-, o de Sequoia, el sabio jefe de los cheroquis, o los apaches, los semínolas o los nez percé o de muchos otros. Pueblos que fueron exterminados por la fuerza por los colonialistas europeo que llegaron al norte de América, sin consideración de ninguna especie, quitándoles hasta el último pedazo de tierra. Se calcula que, a la llegada de los europeos, había en lo que hoy es Estados Unidos cerca de 1.000.000 de indígenas. En 1900, quedaban sólo 230.000.

Resulta, entonces, que si en realidad se respetara la llamada legalidad internacional (o quizás debería decirse “mal llamada”, pues sólo responde a los intereses de los poderosos y no a los intereses de los países débiles). Si la respetara, entonces, habría que juzgar a Estados Unidos por el genocidio que se cometió contra todo el pueblo de Norteamérica porque, de acuerdo con la Carta de las Naciones Unidas, los delitos y crímenes de lesa humanidad no prescriben. Con el agravante para este país de que tampoco prescriben los crímenes cometidos por él llevado por su sed de hegemonía y riqueza, aplacada con agresiones y guerras que, a nombre de llevar “su” democracia y “ayudar” a otros pueblos, ha costado y sigue costando millones de muertos, heridos, desplazados y refugiados, países destrozados y divididos, pobreza, enfermedades y hambruna para millones de personas.

No obstante, independientemente de la simpatía o no que se pueda tener por el gobierno venezolano, o por cualquier gobierno, hay algo en que quizás todos podemos coincidir, y los que no, por lo menos aparentar coincidir. Y es en la idea de que todos los pueblos tienen el derecho a vivir en paz, a ser gobernado en paz sin intromisión extranjera. Por ello, da “vergüenza ajena”, que es la peor de las vergüenzas, por ser la que se siente cuando se está viendo que alguien está haciendo algo mal, y no se puede hacer nada por evitarlo, mientras se siente en carne propia lo que pensamos que sentiría esa misma persona si se pudiese ver a sí misma -. Da “vergüenza ajena” que, inmediatamente que Trump anunciara las medidas para asfixiar al pueblo venezolano y lograr el colapso económico de ese país, el Grupo de Lima – que es como se le llama al conjunto de países serviles a Estados Unidos que éste último utiliza para planificar la agresión a Venezuela – convocara una “Conferencia por la Democracia”. Países cuyos gobiernos han sido condenados al servilismo y la sumisión a los Estados Unidos, que tiene un gobierno egoísta, ofensivo, guerrerista y rapaz. Y cuyo actual presidente, Donal Trump, es un supremacista blanco, que procede de una familia que, al parecer, estuvo asociada al Ku Klux Klan,  que ha etiquetado a los latinos como basura y a los negros de estúpidos y convertido el racismo en credo oficialmente fomentado en Estados Unidos.

Y da vergüenza ajena porque esos países están jugando el rol de Caínes. ¡Nuestro mundo es uno! Humanismo se refiere, en esencia, a las ideas y acciones que expresan respeto hacia la dignidad humana, preocupación por el bien de todos los hombres. Y todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad.


*Nicola Hadwa. Analista internacional chileno-palestino. Ex entrenador de la Selección Palestina de Fútbol, Director de la Liga Latinoamericana por el Derecho al Retorno y coordinador del Comité de Solidaridad con el Pueblo Palestino de Chile. Especialista en temas principalmente del Medio Oriente. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Silvia Domenech. Investigadora cubana con varios libros publicados. Doctora en Ciencias Económicas y Profesor Titular de la Universidad de La Habana y la Escuela Superior del PCC.

Foto: Tasos Katopodis/AP

Los articulos del diario La Humanidad son expresamente responsabilidad del o los periodistas que los escriben.

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