Gazas, guerras y revoluciones (por Iñaki Gil de San Vicente)

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La resistencia desesperada del pueblo palestino ahora en Gaza, es la primera condición para derrotar el avance del Gran Israel, objetivo histórico irrenunciable del sionismo

Diario La Humanidad – Información de Primera

La vergüenza es una forma de ira, ira contenida. Y si una nación entera se
avergonzara realmente, sería como un león replegándose para saltar.
Marx: Anuarios francoalemanes.


Pero en las revoluciones, lo mismo que en las guerras, es necesario librar
siempre una lucha enérgica contra el enemigo, y el que ataca es siempre el
que lleva la ventaja; en la revolución, como en la guerra, es
incondicionalmente necesario jugarse el todo por el todo en el momento
decisivo, cuales quiera que sean las probabilidades. No ha habido una sola
revolución triunfante en la historia que no corrobore la exactitud de estas
verdades […] En toda revolución, el que ocupa una posición decisiva y la
abandona en lugar de obligar al enemigo a probar sus fuerzas en el asalto
merece ser tratado como traidor.
Engels: Temas militares.


La resistencia desesperada del pueblo palestino sobre todo ahora en Gaza, es la primera
condición para derrotar el avance del Gran Israel, objetivo histórico irrenunciable del
sionismo y desde hace casi ochenta años del bloque imperialista dirigido por EEUU,
cuando inició su larga guerra de conquista y extermino de Palestina aún en curso. Esta
guerra injusta se vio reforzada en la zona de Gaza cuando en el 2000 se descubrieron
grandes reservas de gas en las costas gazatíes, el 60% de las cuales pertenecen a
Palestina.

La burguesía sionista tiene así un aliciente más para expulsar a sus habitantes
y ocupar de la totalidad del País, mientras se apropia de más y más tierras, intensifica la
explotación de su fuerza de trabajo, hace negocio redondo con los medicamentos y otros bienes vitales, reduce casi a la nada sus hospitales y escuelas o los destruye como en Gaza, limita o prohíbe la pesca a sus habitantes, roba el agua del Golán que pertenece a
Siria…


Para el fin de este artículo –la dialéctica entre guerra y revolución—es importante saber
que el sangriento plan del Gran Israel en su forma actual nos remite al Génesis 15: 18-
21 cuando un tal Yahvé dictó las fronteras del «pueblo elegido» que abarcaría un gran
territorio que en la actualidad sería Palestina entera y la totalidad o amplias zonas de lo
que ahora son Siria, Irak, Kuwait, Jordania, Líbano, Arabia Saudita, Estados Árabes
Unidos, Yemen, Omán e incluso algunas de Turquía y Egipto.
Un simple mapa nos muestra la decisiva importancia económica, militar y cultural que
tendría el Gran Israel para el imperialismo si triunfase, porque es el nudo gordiano que
une África y Eurasia, sobre un subsuelo repleto de hidrocarburos y otros recursos, y que
por ello mismo cierra o abre los grifos de alrededor de un cuarto del flujo de la logística
mundial. Ese triunfo sólo podría lograrse por medio de guerras mortíferas y masacres
inenarrables, como las que sufre Palestina desde 1948.
¿Qué importancia tiene para este artículo sobre guerra y revolución partir de la
confluencia material del proyecto sionista del Gran Israel con el del imperialismo de
aplastar a Eurasia para recuperar su poder mundial? La respuesta es muy sencilla y no
hace falta retroceder mucho en la historia incluso aunque vayamos alrededor de dos mil
años más atrás del Génesis, a Sumer, por ejemplo, sabemos que allí reinaba una
explotación social tremenda y que la guerra de saqueo y esclavización era el otro
método de enriquecimiento. Luego la Biblia nos enseña la feroz crueldad de Yahvé que
ordenaba exterminar pueblos para quedarse con sus mujeres, esclavos, ganado, tierras y
bienes.
Tucídides narra el debate entre Nicias y Alcibíades alrededor de -414 sobre por qué
invadir Sicilia: las ganancias que esperaban obtener de por vida al esclavizar una isla tan
rica. Hacia la misma época el reaccionario Sun Tzu mejoraba la letalidad del ejército
imperial experto también en asesinar en masa al campesinado rebelde. El genocida
Alejandro Magno infundía tanto pavor en su avance que ciudades enteras se
despoblaban y sobre todo se suicidaban mujeres con sus hijas e hijos, como sucedería en
Cartago durante el cerco mortal por Roma en -148/-146. Una constante: morir matando
y suicidarse antes que caer esclavizada en Alesia en -52, Tenochtitlan en 1521,
Haarlem en 1572, Viena en1683, la Comuna de París en 1871, Leningrado en
1941/1944, Stalingrado en 1942/1943, Varsovia en 1944, el sitio de Beirut en 1982 o la
Gaza actual.
¿Y si de las resistencias de las ciudades nos extendemos a las guerras y revoluciones de
liberación protoburguesa como la husita en el siglo XV o las guerras campesinas del
siglo XVI; o avanzamos a las anticoloniales como la de Túpac Amaru y las comuneras
de la cordillera andina, la vietnamita de finales del siglo XVIII, de Haití, la Zulú, la de
los Cipayos indios, la heroica resistencia argelina, la de las inacabables «guerras
indias» de las praderas americanas, las de Sudán y otras regiones africanas del
momento, las desesperadas maoríes en Nueva Zelanda y las patagonas, guaraníes y
mapuches en el sur de las Américas; o las de una China sometida a todas las vejaciones
posibles desde el siglo XIX, la revolución mexicana, y un cuasi infinito etcétera…?
Una fecha actual: el 22 de septiembre de 2023 Laura Richardson jefa del Comando Sur,
explicó que los enormes recursos de Nuestramérica eran vitales para EEUU.
Sin precisar las diferencias, oposiciones y contradicciones entre estas y otras guerras,
sus luchas sociales internas, etcétera, sí debemos recordar la permanencia general de las
palabras de Marx escritas en 1844 arriba citadas sobre las fuerzas materiales que se
pueden desatar cuando una nación, especialmente su pueblo trabajador, se avergüenza
por su cobardía ante la explotación que sufre: «un león replegándose para saltar». Sin
mayores precisiones, aquí vemos cómo el sentimiento nacional reducido a pobre
subjetividad pasiva salta en determinadas condiciones a ser fuerza objetiva capaz de
increíbles hazañas liberadoras. Cuatro años más tarde, en la revolución de 1848, muchos
pueblos saltaron como leones enfurecidos contra la opresión que sufrían. ¿Quién sino
alguien inhumano podía exigirles que siguieran genuflexos padeciendo lo inaguantable?
En ese mismo año, Engels, al que cada día se le reconocen sus grandes méritos
intelectuales entre ellos el de la teoría de la guerra, resumió en el párrafo también citado
arriba la dialéctica entre guerra y revolución tal cual se daba en el capitalismo de
entonces: la ofensiva es la clave de la victoria tanto en la revolución como en la guerra,
sobre todo en los momentos críticos en los que se decide el futuro de la «guerra social»
en cualquiera de sus formas; más aún, en esos momentos decisivos abandonar una
posición conquistada, un logro social cualitativo que multiplica la fuerza obrera y
popular en el caso de la lucha de clases, es una traición, y sin embargo el reformismo no
sólo no mantiene la ofensiva sino que siempre cede posiciones decisivas ante la
exigencia burguesa.
Las luchas luditas y las revoluciones de 1830 y 1848 en Europa fueron la base material
que, junto al desarrollo capitalista, forzaron el avance cualitativo del comunismo
utópico al comunismo marxista que, en 1859, tomó forma teórico-estratégica en la tesis
de que el capitalismo mundial estaba entrando en una larga fase de «revolución social»
generada por el antagonismo entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las
relaciones sociales de propiedad, o para decirlo en su meollo revolucionario, entre el
potencial emancipador inherente a las fuerzas productivas y el obstáculo reaccionario a
ese desarrollo libertador impuesto por la propiedad burguesa. Lo básico de esta
concepción ya aparecía en 1845 y sobre todo desde 1848 en el Manifiesto Comunista,
pero es desde 1859 cuando empieza a demostrar su cualitativa superioridad de
perspectiva histórica en comparación a la frívola irracionalidad burguesa.
Saber que vivimos en una época de revolución social desde finales del siglo XIX,
poniendo a la Comuna de 1871 como el inicio del punto de giro asegurado
definitivamente en 1917, es imprescindible para comprender por qué debemos apoyar
incondicionalmente al pueblo palestino y a Gaza en su violencia defensiva contra la
violencia injusta del imperialismo. Que estemos en una fase de revolución social, como
lo estamos, no significa que triunfen automáticamente todas las luchas
prerrevolucionarias con sus limitaciones objetivas históricamente condicionadas, de
modo que salten con facilidad automática a victoriosas construcciones de masas en
tránsito al socialismo, no. Creer esto es ilusionismo mecánico y cegato que rechaza la
dialéctica de la historia. Muchas Gazas éticamente bellas y necesarias pese al dolor que
nos causa el salvajismo deshumanizado de la guerra injusta del capital contra ellas, han
sido ahogadas en sangres y otras lo serán también si no aprendemos esa cruda dialéctica
en cada lucha concreta y aplicamos las lecciones extraías al resto de combates heroicos.
Al poco de demostrar que se había entrado en una fase de revolución social en la que las
derrotas se pagarían con dolores insufribles, Marx y Engels pasaron a descubrir el papel
de la industria de la matanza de hombres, textual, en el capitalismo a raíz de
sistemáticos estudios del origen del salario en las legiones romanas. Esta investigación
es permanente por que bucea en el secreto de la ley general de la acumulación de
capital y más concretamente en las medidas que contrarrestan la ley de caída tendencial
de la tasa media de ganancia, o sea, en el núcleo de la praxis comunista. Decir que es un
estudio permanente e inacabable mientras exista el capital contradice la dogmática
positivista y la docta ignorancia postmoderna que, en su soberbia académica, creen que
las Gazas y Palestinas actuales no tienen nada que ver con el pasado y son tan
incomprensibles y condenables como las rebeliones sociales del Egipto de hace más de
cuatro mil años, por no hablar de la vuelta a la guerra de liberación antiimperialista del
pueblo saharaui ahora mismo.
Para estos y otros pesebreros la historia, es decir la lucha de clases, no existe, solo
existe el corto intervalo de sus sueldos y de sus fotografías con presidentes de gobiernos
imperialistas, como el español. Las rebeliones enfurecidas y desesperadas de las leonas
y leones heridos en su orgullo contra el imperialismo seguirán multiplicándose a pesar
de las derrotas porque responden al malestar objetivo generado por los antagonismos
inconciliables entre, por un lado, el potencial emancipador que contienen las fuerzas
productivas si fueran propiedad comunista de esos pueblos, y por el lado contrario, a los
intereses dictatoriales de la minoría capitalista propietaria de esas fuerzas productivas
tal cual son constreñidas ahora mismo. Miremos por donde miremos, la advertencia
marxista escrita en 1848 de que la burguesía se asemeja al brujo que ya no puede
dominar los monstruos infernales que ha desatado con sus conjuros, es más
dramáticamente cierta hoy que entones.
Gaza, su heroísmo y su justo y necesario empleo de la violencia defensiva contra ese
brujo, aúna la resistencia contra el imperialismo del Génesis y contra el imperialismo
del dólar, a pesar de los aproximadamente tres milenios entre uno y otro. El secreto de
esa resistencia no es otro que el orgullo que ya ha superado la fase de la vergüenza
inherente a la pasividad arrodillada, lo que genera un efecto empático de solidaridad
creciente con otros pueblos oprimidos o que saben que su independencia está en peligro
si no salen en defensa de Palestina. Del mismo modo que el Che demostró que, si
queríamos ser libres, deberíamos hacer uno, dos, tres Vietnam, ahora también sabemos
que nuestra necesidad de ser libres pasa por expandir uno, dos, tres Gazas.

¿Quién sino alguien inhumano podía exigirles que siguieran genuflexos padeciendo lo inaguantable?
¿Quién sino alguien inhumano se atreve a exigirnos que sigamos genuflexos padeciendo
lo inaguantable y abandonemos a Gaza a las ansias de sangre del Gran Israel?

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EUSKAL HERRIA, 15 de octubre de 2023

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Fuente: la haine – Iñaki Gil de San Vicente

Imágenes:   [Ali Jadallah/Anadolu Agency].

Los artículos del diario La Humanidad son expresamente responsabilidad del o los periodistas que los escriben

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