Control y Poder en América Latina: Cárceles, Migración y el Ascenso del Voto Algorítmico
Cómo la Vigilancia Tecnológica, el Negocio Penitenciario y la Externalización Migratoria Redefinen la Democracia y la Geopolítica
Nota: Diario La Humanidad – Alfonso Ossandon
Corresponsalía – Milano – Italia
Análisis del periodista Alfonso Ossandon sobre el modelo de control total que domina América Latina: desde el régimen de excepción de Bukele en El Salvador y la externalización de fronteras de Meloni en Albania, hasta la crisis migratoria en Chile y la privatización de las cárceles. Este informe exclusivo desvela cómo las élites globales convierten la seguridad y la migración en un lucrativo negocio transnacional. Exploramos la última frontera del poder: el voto algorítmico y la guerra híbrida que, en elecciones como las de Chile entre Kast, Kaiser y Jara, desplaza la soberanía del ciudadano a los sistemas de inteligencia de datos. ¿Estamos ante el nuevo orden del siglo XXI basado en la vigilancia y el sometimiento?
El negocio del control: cárceles, migración y el voto algorítmico en América Latina
_América Latina vive una reconfiguración profunda de sus políticas de seguridad y migración.
El modelo de control total, que combina vigilancia tecnológica, encarcelamiento masivo y externalización del control migratorio, se ha convertido en una herramienta de poder político y económico al servicio de nuevas élites globales, y las oportunidades de estafar al Estado.
En El Salvador, Nayib Bukele instauró un régimen de excepción que busca “limpiar” las calles mediante detenciones masivas y la construcción de megacárceles.
Su política redujo la violencia, pero también debilitó garantías legales y derechos fundamentales.
En Europa, Giorgia Meloni llevó esa lógica a otro nivel: trasladó parte de la gestión migratoria italiana a Albania, donde ya funcionan centros de detención financiados por Italia.
Estos recintos, diseñados para recibir miles de migrantes al año, confirman que la seguridad y la migración se han convertido en un negocio transnacional, donde la administración del miedo produce réditos políticos y económicos.
En Chile, el discurso político también evidencia un doble estándar. Durante la llamada «crisis venezolana», sectores de la derecha promovieron el ingreso de migrantes apelando a la solidaridad, entre ellos paramilitares de estructuras delictuales.
Hoy, esos mismos sectores impulsan expulsiones masivas bajo el argumento de la seguridad interna. La migración se transforma así en un instrumento electoral, moldeado según la conveniencia del poder.
A la par, crece la tendencia global a privatizar sistemas penitenciarios y convertir la seguridad en una industria. Empresas privadas administran cárceles, gestionan fronteras y controlan bases de datos biométricos. En algunos casos, esos espacios se asocian con la formación de fuerzas de seguridad y estructuras paramilitares, consolidando un modelo de militarización civil y dependencia tecnológica.
En Chile, los vuelos de migrantes haitianos y las tensiones fronterizas reflejan la sustitución del Estado por redes de control que combinan tecnología, miedo y precariedad. Mientras unos países se benefician del flujo de mano de obra migrante, otros levantan muros físicos o digitales para contenerla.
El dilema para la región es claro: recuperar el control democrático y humanitario de la seguridad y la migración, o permitir que ambos se conviertan en los pilares de un nuevo orden basado en la vigilancia y el sometimiento. Las cárceles y las fronteras ya no son límites geográficos: son los laboratorios del poder del siglo XXI.
En ese tablero digital, donde cada clic se traduce en perfil político y cada emoción en dato electoral, el voto comienza a desplazarse del ciudadano al algoritmo.
Las plataformas tecnológicas, nacidas en Silicon Valley y extendidas por todo el planeta, administran la información que moldea las decisiones colectivas. Los candidatos compiten menos por ideas que por visibilidad algorítmica. Las preferencias fluctúan al ritmo de la red, mientras los sistemas de inteligencia de datos perfilan al votante dudoso, clasifican sectores sociales y culturales, y dirigen mensajes diseñados para inclinar la balanza electoral.
En la contienda chilena, la candidata Jara representa un estilo político comparable al de figuras progresistas internacionales como Kamala Harris, combinando enfoques de centro-izquierda con énfasis en agendas sociales contemporáneas, mientras que Kast y Kaiser se posicionan como alternativas más conservadoras y neofascistas no soberanistas.
En una segunda vuelta entre Kast o Kaiser, será el algoritmo quien ontológica y cognitivamente decida, determinando no solo quién lidera, sino cómo se define la narrativa del poder.
Entramos así en otra fase de la guerra geopolítica híbrida, donde lo digital y lo humano se entrelazan para reconfigurar la soberanía, la política y la percepción de la realidad misma.
Corresponsalía Milano / Alfonso Ossandón Antiquera / © Diario La Humanidad
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