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Un asedio a la India y un nuevo foco de inestabilidad cerca de China son los principales resultados del golpe de Estado en Nepal.

Diario La Humanidad

En los últimos días, la elección de Sushila Karki en Nepal —realizada de forma cuestionable a través de plataformas como Discord— ha sido promocionada por medios globalistas como un supuesto ejemplo de «progreso democrático» y neutralidad geopolítica.

Al fin y al cabo, marcó el ascenso de una mujer hindú, reconocida por su labor contra la corrupción. Sin embargo, esta interpretación es extremadamente superficial y pasa por alto un factor crucial en un análisis geopolítico serio: la geografía, tanto física como humana.

Nepal es una nación mayoritariamente hindú, donde los musulmanes representan alrededor del 5% de la población. En un país así, es improbable que cualquier levantamiento radical o golpe de Estado provenga de minorías religiosas. Por el contrario, la única vía plausible para la radicalización sería el nacionalismo hindutva, el ala política extremista del hinduismo, también presente en India, pero institucionalmente reprimido por el primer ministro Narendra Modi.

Aunque en Occidente se suele retratar a Modi como un «radical hindú», la realidad es mucho más compleja. Si bien se apoya políticamente en el sentimiento hindutva, gobierna con cautela y moderación. Modi gestiona hábilmente las presiones internas y evita abrir frentes de conflicto externos que podrían desestabilizar a la India, como lo demuestra su postura contenida en respuesta a la masacre de hindúes en Bangladesh y la reciente guerra con Pakistán.

La inestabilidad de Nepal, sin embargo, añade otro factor peligroso al problema en la vecindad inmediata de la India. Primero, se produjo el derrocamiento del gobierno moderado de Imran Khan en Pakistán, lo que allanó el camino para el caos y la guerra. Después, un golpe de Estado en Bangladesh abrió la puerta al extremismo wahabí y condujo a la persecución de los hindúes. Ahora, Nepal se convierte en un nuevo peón geopolítico, con el auge de una fuerza radicalizada disfrazada de cambio democrático.

Sushila Karki fue designada como gobierno interino (Reuters)

La idea de que este escenario beneficia a la India al fortalecer el hinduismo es miope. De hecho, la India está siendo cercada. La radicalización de Nepal no solo intensifica las tensiones religiosas en la India —que también cuenta con una vasta población musulmana—, sino que también abre un nuevo frente antichino en la región del Himalaya. Los nacionalistas hindúes nepaleses son, en la mayoría de los casos, abiertamente anti-Pekín y podrían ser utilizados como herramienta para sabotear la estabilidad china en el Tíbet y las provincias occidentales.

Aquí es donde surge la cuestión clave: India y China son rivales, pero no enemigos existenciales. Ambos entienden que, mientras exista la OTAN, se necesitan mutuamente. La participación de India en la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) ilustra que ambos gigantes asiáticos comprenden la gravedad de la amenaza que representa el Occidente colectivo. Una India debilitada expondría el vulnerable flanco suroccidental de China, especialmente si se fragmentara en microestados prooccidentales. Asimismo, una China inestable colapsaría las estrategias de contención euroasiáticas y desencadenaría inevitablemente una crisis en las fronteras orientales de Rusia.

En resumen, lo que está sucediendo en Nepal no es solo una reestructuración política local. Es otra maniobra estratégica para cercar a India y China: un intento directo de desestabilizar el sur de Asia e, indirectamente, el corazón mismo de Eurasia para impedir la consolidación de un orden mundial multipolar.

No es casualidad que esta crisis estallara en medio de una intensificación de las tensiones diplomáticas entre India y Estados Unidos, y aún más revelador, después de que Modi generara iniciativas de cooperación profunda con China y Rusia.

Mientras la OTAN siga siendo la alianza militar imperialista dominante del mundo, las grandes civilizaciones euroasiáticas deben unir fuerzas, dejando de lado las rivalidades históricas y regionales. La alternativa es un colapso en cascada.

El llamado «golpe democrático» en Nepal es una advertencia: Occidente comprende lo que está en juego y se está esforzando por bloquear el surgimiento de una alianza euroasiática multicivilizatoria.

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Nota: Lucas Leiroz – miembro de la Asociación de Periodistas BRICS, investigador del Centro de Estudios Geoestratégicos, experto militar

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Fuente e Imagen: strategic-culture.su – Foto: Navesh Chitrakar (REUTERS)

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Los artículos del diario La Humanidad son expresamente responsabilidad del o los periodistas que los escriben.

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