Italia en la Geopolítica Global 2024: Pragmatismo, Poder Blando y la Nueva Ruta al Sur Global

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De la Herencia Posfascista al Liderazgo Mediterráneo: Cómo el Equilibrio de Meloni Redefine el Poder de Europa en un Mundo Multipolar

Nota: Diario La Humanidad – Alfonso Ossandon

Corresponsalía – Milano – Italia

Análisis del nuevo rol de Italia como potencia clave en la reconfiguración del orden mundial. Tras el punto de inflexión en Ucrania y el desgaste del bloque atlántico, el gobierno de Giorgia Meloni capitaliza su pragmatismo energético, sus alianzas con el Sur Global y su posición geoestratégica. Claves sobre su realineamiento con Argelia, la ENI, el distanciamiento pragmático de China y la expansión de Enel en América Latina. Una mirada a la diplomacia italiana que combina soberanismo y globalismo, marcando la agenda de la UE y la OTAN en tiempos de incertidumbre.

Italia entre su pasado posfascista y su pragmatismo global: equilibrio inestable en tiempos de reacomodo mundial

La rendición de unidades ucranianas en Pokrovsk y el consecuente repliegue de las fuerzas de Kiev marcan un punto de inflexión en la arquitectura geopolítica europea. Más allá del desenlace militar, el hecho simboliza el desgaste del bloque atlántico y el agotamiento del relato de una Europa cohesionada bajo la bandera de la “defensa de los valores occidentales”. El continente entra así en una fase de realismo: la de los intereses concretos, las alianzas por necesidad y el regreso de las estrategias nacionales.

En medio de ese reacomodo, Italia emerge como un caso singular. Gobernada por una coalición en la que confluyen herencias posfascistas, soberanistas y corrientes liberal-globalistas, el país se mueve con pragmatismo entre sus compromisos con la OTAN y la Unión Europea, su dependencia energética del Mediterráneo y sus crecientes vínculos con el Sur Global. No es solo un giro coyuntural, sino la manifestación de un cambio de época en la política exterior europea.

Europa, golpeada por la inflación, la crisis energética y la fatiga de guerra, enfrenta el desafío de reordenar su economía sin el sostén del paradigma atlántico. Italia, tradicional potencia industrial y puente natural entre África, Oriente Medio y el continente, parece mejor posicionada que otros para capitalizar el vacío.

 La herencia posfascista y la paradoja del poder

El partido Fratelli d’Italia, encabezado por la primera ministra Giorgia Meloni, proviene de la tradición posfascista del Movimento Sociale Italiano, heredero directo del neofascismo de posguerra. Sin embargo, su gestión en el poder ha sido más pragmática que ideológica. Mantiene la ortodoxia fiscal exigida por Bruselas, la cooperación militar con Estados Unidos y una relación de creciente entendimiento con Israel, tanto en el plano tecnológico como en el de seguridad.

Esa dualidad —una identidad nacionalista en el discurso y una práctica globalista en la acción— resume la paradoja italiana. Mientras el gobierno se presenta como defensor de la soberanía y de las raíces culturales europeas, su economía se sostiene en una red de dependencias e intercambios internacionales que lo obligan a actuar dentro de los marcos del capitalismo transnacional.

El presidente Sergio Mattarella, figura moderada y garante institucional, ha sido clave para preservar el equilibrio. Su papel es asegurar que la continuidad democrática y la pertenencia al proyecto europeo no se vean comprometidas por las pulsiones soberanistas de la coalición en el poder.

 Energía y autonomía: el eje mediterráneo

La ruptura de los vínculos energéticos con Rusia llevó a Italia a una redefinición acelerada de su política exterior. En pocos meses, Roma firmó acuerdos estratégicos con Argelia, Libia y Egipto para garantizar el suministro de gas y consolidar a ENI como actor central del reordenamiento energético europeo.

El Mediterráneo se ha convertido en el nuevo eje de poder para la diplomacia italiana. Desde Trípoli hasta Argel, el gobierno promueve una narrativa de cooperación mutua basada en la estabilidad, la inversión en infraestructura y la diversificación económica.

Simultáneamente, Roma ha recalibrado su relación con China. Aunque se retiró del memorando de entendimiento de la Franja y la Ruta, las exportaciones, el intercambio tecnológico y las inversiones mutuas se mantienen, bajo una lógica de pragmatismo. Italia busca mantener el acceso a los mercados asiáticos sin romper con los lineamientos de la Unión Europea y Washington.

América Latina y el nuevo Sur Global

En América Latina, las empresas italianas están ampliando su presencia en sectores estratégicos como la energía, la minería y la agroindustria. Enel, gigante del sector eléctrico, opera con fuerza en Chile, Brasil y Argentina, consolidando un modelo de inversión que combina capital europeo, transferencia tecnológica y adaptación a marcos regulatorios locales. ENI, por su parte, ha reactivado contactos con Venezuela en torno a proyectos energéticos, en paralelo a un acercamiento político discreto impulsado por intereses económicos comunes.

La Cassa Depositi e Prestiti —el banco público de desarrollo italiano— ha impulsado la creación de fondos de coinversión para África y América Latina, con el propósito de respaldar la expansión de empresas medianas italianas y reforzar la presencia del país en el Sur Global. Este movimiento responde a una estrategia de supervivencia ante la contracción de los mercados europeos y la inestabilidad del entorno atlántico.

 Un mundo sin hegemonía moral

El debilitamiento del bloque occidental tras el conflicto en Ucrania deja a Europa ante la necesidad de redefinir su papel. La pretensión de liderazgo moral, puesta en entredicho por su silencio ante otras guerras, se ve sustituida por un enfoque más pragmático y económico. En ese contexto, Italia, menos atada a la retórica de la corrección política que Berlín o París, podría convertirse en el laboratorio de una nueva forma de política exterior: menos moralista, más funcional.

Esta redefinición del papel europeo ocurre al mismo tiempo que surgen nuevas alianzas entre países del Sur Global, impulsadas por la necesidad de autonomía energética, seguridad alimentaria y desarrollo tecnológico. Roma busca insertarse en esa dinámica, no como potencia dominante, sino como socio intermedio que puede ofrecer conocimiento técnico, acceso a mercados europeos y una diplomacia más flexible.

Italia y la aceleración de la historia

El posible desenlace del conflicto en Ucrania —y con él, el debilitamiento del proyecto atlántico— actúa como catalizador de procesos que ya estaban en marcha: la fragmentación del orden occidental, el ascenso del Mediterráneo como zona de poder y la recomposición del equilibrio global entre el Norte y el Sur.

Italia, con su historia contradictoria y su vocación comercial, parece dispuesta a aprovechar la crisis para redefinir su papel. No se trata de una ruptura ideológica, sino de una adaptación: un país con raíces posfascistas que gobierna dentro de la democracia liberal; una economía industrial que se abre al Sur mientras mantiene sus lazos con Estados Unidos e Israel; una nación europea que busca, en medio de la incertidumbre, convertir su geografía en destino.

En un mundo que abandona las certezas del siglo XX, Italia se mueve entre la identidad y la conveniencia, entre el pasado y la oportunidad. Si logra sostener ese equilibrio, podría transformar la derrota de un bloque en la posibilidad de un nuevo comienzo.

Corresponsalía Milano / Alfonso Ossandón Antiquera / © Diario La Humanidad

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Imagen:elespañol.com

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