Gustavo Petro en la ONU

Un discurso de altura que desafía al poder mundial
NOTA: Andrés Silva, Diario la Humanidad
Montevideo, Uruguay
Hacía muchos años que la Asamblea General de Naciones Unidas no escuchaba un discurso con tanta fuerza política y tanta densidad moral como el que pronunció el presidente de Colombia Gustavo Petro en Nueva York. Frente a un auditorio acostumbrado a tecnicismos y a declaraciones cuidadosamente medidas, anotadas en papel para no equivocarse, Petro se paró con una diferencia fundamental, no leyó, habló de memoria, habló dignamente con la cadencia de un dirigente que no le tiene miedo a incomodar a los poderos.
El discurso de Petro estuvo a la altura de las intervenciones legendarias en la ONU de los grandes tribunos del Sur Global como el Che señalando el rostro traicionero del imperialismo, Fidel desnudando las hipocresías del colonialismo, Chávez llamando “diablo” a Bush, y Gadafi desafiando al orden mundial. Petro, como ellos, rompió el protocolo y en esos cuarenta y pocos minutos le devolvió dignidad a la palabra y ese podio, en un recinto donde lamentablemente reina la tibieza.
Gaza en el centro
El eje de su intervención fue Gaza, allí, Petro no se quedó en las palabras condenatorias, ni en la diplomacia del “preocupados pero inactivos”. Fue directo, “La humanidad debe detener el genocidio en Gaza.”
La fuerza de la palabra “genocidio” tiene un peso enorme en el derecho internacional. Al usarla, Petro no buscaba suavizar ni matizar, señalaba al mundo la magnitud del crimen y la urgencia de actuar. Pero no se detuvo en la denuncia, dio un paso más que descolocó a muchos en la sala:
“Invito a las naciones del mundo a unir ejércitos y armas… hay que liberar a Palestina.”
La propuesta de crear una fuerza internacional, un Ejército Mundial más poderoso que el de EE.UU., bajo el paraguas de la Asamblea General, que intervenga para proteger la vida del pueblo palestino, se convierte en un acto de ruptura con la parálisis impuesta por el Consejo de Seguridad, eternamente bloqueado por los vetos de Estados Unidos.
Una oratoria que devolvió altura
Si algo llamó la atención fue su estilo, Petro no recitó un texto escrito por diplomáticos, sino que se dirigió a la Asamblea como lo hacen los grandes oradores, con memoria histórica, gran sentido humano, con improvisación de altura y con una tremenda fuerza política. “Las palabras ya no bastan”, dijo en medio del discurso, y su propia performance demostraba eso mismo.
En un escenario donde los presidentes suelen esconderse detrás de papeles, su decisión de hablar sin leer tuvo un doble efecto, transmitió autenticidad y recordó que un discurso político puede ser algo más que un trámite. Fue, en definitiva, un acto de pedagogía política en un espacio que suele estar muerto de retórica.
Una propuesta con historia
Lo que planteó Petro de que La Asamblea General de la ONU puede, bajo la resolución “Uniting for Peace” de 1950, adoptar medidas colectivas cuando el Consejo de Seguridad queda paralizado por los vetos. Es cierto que nunca se ha creado una fuerza armada internacional de gran envergadura a partir de este mecanismo, pero el simple hecho de ponerlo sobre la mesa es un desafío a la arquitectura de poder mundial.
Petro apuntó al corazón del problema, si la ONU no puede frenar un genocidio, ¿para qué sirve? Su intervención recoloca a América Latina en un lugar necesario, el de la denuncia ética y política frente al imperialismo y al cinismo global.
Las reacciones
Las consecuencias no tardaron en llegar. Washington respondió con furia, el Departamento de Estado decidió revocar la visa de Petro, un gesto diplomático que muestra hasta qué punto sus palabras incomodaron al poder estadounidense. También se registraron salidas de representantes norteamericanos de la sala durante su intervención, un gesto de desprecio que en realidad refuerza la potencia del discurso.
¿Por qué importa?
La importancia de esta intervención no está solo en lo que dijo, está también en lo que abrió. Petro le devolvió a la ONU la voz política que parecía perdida. Habló como los grandes estadistas del Sur global que interpelaron directamente, en tiempo real, al imperialismo y a las grandes potencias y no se refugiaron en cobardes ambigüedades.
Su propuesta plantea una agenda de acción que rompe con la normalidad de la impotencia, en tiempos de discursos burocráticos, lo de Petro fue un acto de resistencia política y moral. “Hay que liberar a Palestina” dijo, y la frase quedó flotando como una herejía y una promesa.
Quizás, dentro de algunos años, se recuerde este discurso no solo como una denuncia, sino como el intento más claro de convertir la Asamblea General en lo que debería ser, la voz de la humanidad contra el peor genocidio de la historia.
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