El Oro, Última Jugada de un Imperio en Derrumbe: ¿Un Viaje hacia la «Victoria» o la Derrota Final?

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En las últimas semanas, el oro ha decidido emprender una travesía hacia lo que parece ser su última gran jugada.

Nota: Alfonso OssandónDiario la Humanidad – Corresponsalía (Milano – Italia)

Los barcos, cargados de lingotes dorados, cruzan el Atlántico rumbo a Nueva York, buscando refugio ante la amenaza de aranceles que, como siempre, parecen ser la respuesta definitiva de Donald Trump al caos económico mundial.

En un mundo donde las guerras ya no se libran con balas, sino con tarifas aduaneras, el oro ha optado por hacer las maletas y mudarse.

¿Qué más podría hacer ante el inminente colapso del sistema comercial global?

Las estadísticas no mienten: desde que Trump llegó a la Casa Blanca, 393 toneladas de oro han sido trasladadas a Nueva York ( otras fuentes hablan de miles de toneladas ), lo que representa un aumento del 75% en los inventarios.

Esto, claro, es solo el inicio, pues el oro es, al parecer, el único activo capaz de sobrevivir a una guerra comercial sin verse afectado por las armas arancelarias. ¿Pero es realmente una jugada maestra o un último intento de salvar un sistema que ya está condenado?

En Londres, la situación no es menos dramática.

Las cámaras acorazadas, antaño la joya del mercado mundial, ahora se vacían con la rapidez con la que se disuelven los sueños de un imperio. Mientras tanto, las instituciones financieras, asumiendo que Nueva York es el nuevo bastión de la seguridad, envían sus lingotes a la ciudad que nunca duerme. Es como si todos supieran que este es el último tren hacia la «salvación».

Y qué ironía, cuando precisamente el oro, ese símbolo de poder, se ve obligado a huir hacia un refugio que, en realidad, es tan frágil como la promesa de un retorno a la prosperidad.

Y aquí es donde entra la analogía con la antigua Inglaterra pirata, esa nación que, siglos atrás, se dedicaba al saqueo de las riquezas del mundo, siempre a bordo de sus barcos corsarios.

En aquellos días, el oro que se arrebataba a los pueblos lejanos terminaba en las mismas cámaras que ahora vacilan bajo la presión de las nuevas amenazas. Inglaterra, con sus astutas jugadas y piratería encubierta, solía capturar el botín sin que nadie se atreviera a desafiarla, haciendo de su flota de corsarios el brazo armado del comercio mundial.

Ahora, la misma Inglaterra, y sus herederos financieros, ven cómo el oro se escapa de sus manos, como si la vieja piratería se estuviera desmoronando, incapaz de mantener el control sobre su propio tesoro.

¿Y qué de los países de donde proviene este oro?

Libia, Siria, Venezuela, Irak, Ucrania… todos ellos, víctimas de saqueos y guerras, ven cómo el oro de sus tierras termina en las cámaras acorazadas de los bancos de Wall Street.

Es un ciclo sin fin: el saqueo continúa, el oro se traslada y el mundo sigue girando. Pero, al final, ¿qué queda?

¿Una victoria para quien se lleva el oro o simplemente el eco de un imperio en su último suspiro?

El oro sigue su marcha, ajeno a las disputas y al saqueo que lo acompaña.

Viaja de Londres a Nueva York, como si fuera un héroe huyendo de una batalla perdida.

Pero, al final del día, la pregunta sigue siendo la misma: ¿es este un movimiento calculado o simplemente la última jugada de un sistema financiero que, como un barco corsario en el horizonte, se aleja cada vez más de su destino final?

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Corresponsalía Milano / Alfonso Ossandón Antiquera / © Diario La Humanidad

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Imagen: iprofesional

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