La Derrota Moral de Europa: Tatuajes, Símbolos Nazis y la Sombría Realidad de la Guerra en Ucrania

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Slava Ukraini, Stepan Bandera y el Resurgir de los Fantasmas del Pasado: Un Análisis Crítico sobre la Geopolítica, la Memoria Histórica y el Colapso de los Valores Europeos

Nota: Diario La Humanidad – Diego Ramirez

Montevideo – Uruguay

Europa enfrenta su mayor crisis de identidad desde 1945. Mientras las tropas rusas avanzan en el Donbass y ciudades como Pokrovsk colapsan, Occidente normaliza símbolos bélicos y honra a figuras históricas controversiales. Este artículo de Alfonso Ossandón para el diario La Humanidad analiza el peligroso resurgir de ideologías nazis, la glorificación de las Waffen SS en Ucrania y el silencio cómplice que carcome los cimientos morales del continente. Exploramos las claves de la guerra Rusia-Ucrania, la geopolítica internacional, la manipulación de la memoria histórica y las profecías de un colapso europeo que ya no suena a rumor, sino a advertencia tangible. ¿Está Europa condenada a repetir sus errores?

La caída de Europa y los nazis anunciados

Europa se mira al espejo y no reconoce su reflejo.

No es el continente que se alzó de las ruinas de 1945 con la promesa de “nunca más”, sino uno cansado, que acepta sin cuestionar gestos y símbolos que deberían doler.

Un brazo tatuado con el tridente ucraniano aparece en la pantalla: un político europeo lo muestra con orgullo y lo acompaña de un grito: Slava Ukraini. Solidaridad, dicen. Entrega, dicen. Pero en esa tinta hay algo más: la sombra de un pasado que Europa creyó desterrado, la ambigüedad moral de los símbolos de guerra que ahora se lucen como emblemas de identidad.

Mientras tanto, en el Donbass, Pokrovsk se tambalea. La CNN informa que las tropas rusas están al borde de la ciudad. Los ucranianos resisten rodeados, los cielos están llenos de drones kamikaze, y las bombas caen como metrónomo de muerte.

“La producción de energía es cero”, admiten las autoridades. No solo la luz se apaga: también lo hace la razón.

Pero la oscuridad más profunda no está en las trincheras. Está en las avenidas que honran a Stepan Bandera o Roman Shukhevych, asesinos que se reinventan como héroes. Está en los desfiles de Lviv, donde hombres marchan con uniformes de las Waffen SS mientras Occidente aplaude con fotografías y discursos de libertad.

Europa fue capaz de juzgar a sus verdugos y levantar monumentos a las víctimas. Hoy parece dispuesta a olvidar esa lección. Héroes ambiguos se elevan a iconos nacionales, y los silencios diplomáticos acompañan la normalización de lo impensable.

En los borgos de Umbria, los viejos y los jóvenes murmuran entre calles de piedra y plazas solitarias:

“Toda Europa caerá”.

El rumor se mueve despacio, como la niebla sobre los olivares, pero deja un sabor metálico en la boca: predicción, deseo, advertencia. Europa finge escuchar, pero el mensaje circula, silencioso y persistente, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, carcomiendo la confianza en su propia fortaleza moral.

Los Klarsfeld lo advirtieron: glorificar a los colaboracionistas nazis sería aceptar que Europa perdió su razón de ser. Pero la advertencia se disuelve entre las cumbres y los fondos de reconstrucción.

La derrota militar aún no se proclama, pero la derrota moral ya llegó.

Un tatuaje, una calle, un desfile: símbolos que Europa mira y finge no ver. Símbolos que exhiben un pasado que creíamos enterrado, y que ahora camina a cara descubierta por las avenidas del viejo continente.

La guerra no se gana solo con tanques y misiles.

También se pierde con silencios, fotos y tatuajes.

Europa parece cansada de recordar, y mientras tanto, los nazis anunciados ya no se esconden.

Slava Ukraini.

Y el eco responde, cruel y exacto: Sieg Heil.


Corresponsalía Milano / Alfonso Ossandón Antiquera / © Diario La Humanidad

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Los artículos del diario La Humanidad son expresamente responsabilidad del o los periodistas que los escriben.

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