Análisis de la Guerra Ucrania-Rusia: Derrota Occidental, Silencio y la Cruda Realidad Geopolítica

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Scott Ritter, Larry Johnson y el pronóstico cumplido: Cómo la narrativa de la OTAN fracasó en el campo de batalla y la «libertad» se pagó con sangre ajena.

Nota: Diario La Humanidad – Alfonso Ossandon

Corresponsalía – Milano – Italia

Análisis crudo y sin concesiones del conflicto en Ucrania. Este artículo desmonta la narrativa mediática occidental y expone cómo Ucrania fue un peón en un tablero geopolítico ajeno. Exploramos las frías advertencias de los expertos militares que pronosticaron el desgaste y la derrota, la calculada estrategia rusa y el silencio incómodo que deja una paz manchada de sangre. Un ensayo necesario que prioriza la verdad sobre la tendencia y que cuestiona: ¿quién pide perdón a los muertos?

Pido perdón por este día a los muertos de mi felicidad, Silvio Rodríguez lo dijo desde otra trinchera,

pero hoy la frase se levanta sobre las ruinas de un país que creyó poder ganar una guerra ajena.

Ucrania entró al campo empujada por aplausos extranjeros, con himnos, promesas y banderas que no eran suyas del todo.

Le dijeron que jugaba por la libertad, pero el tablero era de otros, y las reglas también.

Rusia, en cambio, jugó frío, geométrico, como quien conoce la gravedad de la historia y no la desafía,

sino que la calcula.

Respondió sin euforia, sin espectáculo, solo con la solidez de quien entiende la encrucijada:

cuando te cercan, no atacas por gloria, atacas por espacio vital.

Los estrategas occidentales, los vampiros de la estrategia, alimentados por contratos y titulares,

chupaban entusiasmo de cada ofensiva, mientras el suelo ucraniano se llenaba de nombres sin rostro.

Hablaron de libertad desde estudios iluminados, sin oír el ruido sordo de las palas en el barro.

La OTAN no mandó soldados, mandó narrativas.

Y cada titular fue una transfusión más al cuerpo exhausto de un pueblo que ya no sabía por qué sangraba.

Rusia avanzó con frialdad quirúrgica, sin la euforia del vencedor, sin la vergüenza del culpable.

Solo la convicción mineral del que defiende su órbita.

Ganó metros, perdió reputación, pero mantuvo la calma en medio del incendio.

Y cuando los aplausos se apagaron, cuando en Occidente los coros cambiaron de tono,

quedó el silencio, el mismo que sigue a las guerras que nadie quiere recordar.

Larry Johnson, Scott Ritter y Douglas Macgregor ya lo habían anunciado:

la capacidad militar de Ucrania se agotaría, las reservas humanas se vaciarían,

la estrategia occidental perdería sentido, y la diplomacia solo llegaría cuando el frente se rompiera del todo.

Entonces, alguien, quizá un soldado, quizá un periodista, quizá la Historia misma,

murmuró hacia el viento helado:

Jugamos un partido que no era nuestro, servimos causas que no comprendimos, y ahora, cuando ya nada brilla, solo queda decir:

pido perdón por este día a los muertos de mi felicidad.

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Corresponsalía Milano / Alfonso Ossandón Antiquera / © Diario La Humanidad

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Los artículos del diario La Humanidad son expresamente responsabilidad del o los periodistas que los escriben.

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