Estados Unidos redefine su política para Oriente Medio
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Washington prioriza China y el Indo-Pacífico, relegando a Oriente Medio a un segundo plano y abriendo un peligroso vacío de poder en una región aún marcada por el conflicto entre Israel y Palestina.
Diario La Humanidad
La política exterior de Estados Unidos atraviesa un punto de inflexión histórico. Con la publicación de su nueva Estrategia de Seguridad Nacional, Washington confirma que Oriente Medio ha dejado de ser el eje central de su agenda geopolítica, desplazado por la creciente rivalidad con China y Rusia en el Indo-Pacífico. Sin embargo, este repliegue estratégico plantea interrogantes cruciales sobre la estabilidad regional, el futuro del conflicto israelí-palestino y el riesgo de una escalada de tensiones en una zona que sigue siendo vital para la seguridad energética y el equilibrio del sistema internacional.
La idea de que Oriente Medio ya no representa una región estratégica central, reducible a un conflicto limitado entre Israel y los palestinos, parece demasiado optimista
Nuevas perspectivas
Los pueblos de Oriente Medio observan atentamente si Washington realmente pretende reducir su intervención en la región o si, como ocurrió con las cuatro administraciones anteriores, el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump también acabará atrapado en las arenas movedizas de Oriente Medio. Más allá de los eslóganes altisonantes que han acompañado a varias presidencias estadounidenses, los problemas en la zona se han agravado progresivamente, volviéndose cada vez más complejos, en paralelo al aumento de la injerencia estadounidense.
Hoy, la administración estadounidense invoca el principio de «América Primero», proclamando su rechazo al intervencionismo, la reconstrucción estatal y las guerras interminables. Sin embargo, no ha renunciado a su ambición de moldear el orden global, como lo demuestra la publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional, que propone una redefinición estratégica de Oriente Medio con el fin de prevenir el ascenso de cualquier potencia dominante en la región. Queda por ver si este nuevo intento tendrá éxito, si los estados influyentes aceptarán la fórmula estadounidense y si las poblaciones locales tolerarán una gestión regional de crisis que solo beneficie a Washington. Muchas preguntas siguen sin respuesta, y solo el tiempo dirá el resultado de la apuesta de Trump, que parece ser otro experimento estadounidense en Oriente Medio.
El documento de la Casa Blanca confirma que Oriente Medio ya no es el elemento central de las prioridades estratégicas de Estados Unidos. La atención de Washington se centra ahora en el hemisferio occidental y el Indopacífico, identificados como los principales escenarios de la competencia geopolítica y económica mundial.
Según numerosos analistas, esta decisión marca una ruptura significativa con décadas de política exterior estadounidense, durante las cuales Oriente Medio ha ocupado una posición de absoluta importancia. Esta reorientación plantea profundas preguntas sobre las consecuencias de este cambio y el posible fin de lo que podría definirse como la «era de Oriente Medio» de la estrategia estadounidense.
Además, este cambio ensombrece el futuro de los conflictos regionales, ya que un vacío de seguridad resultante del retiro estadounidense podría alentar una mayor escalada, socavar las perspectivas de paz y aumentar el riesgo de nuevas guerras.
Según varios expertos regionales, la estrategia establece claramente que el hemisferio occidental y el Indo-Pacífico son ahora las principales áreas de competencia global, mientras que Oriente Medio queda relegado a un área de “compromiso selectivo” basado en intereses mutuos y limitados.
Sin embargo, otros observadores señalan que esto no sería una retirada total, sino más bien una forma de desconexión calibrada. Estados Unidos permanecería presente siempre que sus intereses económicos o de inteligencia se vieran amenazados, pero evitaría librar guerras en nombre de terceros.
Según esta interpretación, la reducción de la centralidad de Oriente Medio no implica el fin de las sanciones ni de las operaciones militares contra Estados considerados peligrosos para los intereses estadounidenses. Más bien, indica la voluntad de no seguir sacrificando recursos humanos y financieros para contener conflictos regionales que no afectan directamente la seguridad nacional de Estados Unidos.
Esta línea es coherente con las declaraciones de numerosos funcionarios de Washington, que han destacado repetidamente los enormes costos incurridos por Estados Unidos en términos de dinero y vidas humanas, argumentando que ha llegado el momento de que los aliados asuman una mayor responsabilidad, mientras que Estados Unidos solo intervendrá en caso de amenazas directas a sus intereses vitales.
Algo está cambiando
En cierto sentido, no es incorrecto afirmar que la relegación de Oriente Medio a un segundo plano en la estrategia de seguridad 2025 no representa una simple reorganización de prioridades, sino que constituye una auténtica declaración del fin de la era de Oriente Medio en la política estadounidense, sustituida por la competencia con China y Rusia en otros escenarios. Este enfoque inevitablemente creará un vacío de seguridad que sin duda alimentará nuevas tensiones.
En particular, Israel tendrá que decidir qué hacer con la nueva estrategia estadounidense, que algunos ya han interpretado como una licencia para arrasar la región palestina, extendiendo la hegemonía del proyecto del Gran Israel a los países vecinos. Sin duda, Israel seguirá beneficiándose del apoyo logístico y de inteligencia estadounidense, y nadie limitará sus operaciones, incluso si cruza ciertas líneas rojas. Esto podría desencadenar una nueva carrera armamentista en la región, en la que cada país se comprometerá a fortalecer sus capacidades militares de autodefensa.
También es cierto que la nueva estrategia estadounidense prioriza la defensa del territorio nacional (fronteras, espacio aéreo y seguridad interna), reduciendo drásticamente los compromisos globales que han caracterizado la política estadounidense desde la Guerra Fría.
Oriente Medio, antaño centro de la estrategia estadounidense, ha quedado relegado a un segundo plano, mientras que la competencia con China en el Pacífico se ha convertido en el principal campo de batalla geopolítico del siglo. Washington abordará Oriente Medio basándose principalmente en intereses económicos mutuos, abandonando los masivos compromisos militares del pasado. Este enfoque representa, en opinión de Washington, la aplicación concreta del principio de «América Primero», que vincula la seguridad nacional con la estabilidad económica interna, la lucha contra la inmigración y el narcotráfico, y la reducción del gasto militar en Oriente Medio en favor de la industria estadounidense.
Podemos resumir diciendo que la Estrategia de Seguridad Nacional no anuncia un Oriente Medio más justo ni pacífico, sino un orden regional más rígido, implacable y, al mismo tiempo, más transparente. Por primera vez en décadas, Estados Unidos trata a Oriente Medio como sugiere el realismo político: una región importante, pero no vital, cuya estabilidad solo importa en la medida en que impacta los intereses fundamentales estadounidenses. No se trata simplemente de un documento político, sino del manifiesto teórico de un nuevo enfoque que rechaza la idea posterior a 1991 de Estados Unidos como garante indispensable del orden liberal global.
En su lugar, emerge un realismo disciplinado, que evalúa cada interacción externa con base en un único criterio: el beneficio directo para la seguridad, la prosperidad y el estilo de vida estadounidenses.
En conclusión, Washington puede tener éxito en impedir el surgimiento de una potencia hegemónica en Medio Oriente, pero imponer un orden regional basado exclusivamente en intereses y directivas estadounidenses no es algo seguro ni está garantizado.
La idea de que Oriente Medio ya no representa una región estratégica central, reducible a un conflicto limitado entre Israel y los palestinos, parece excesivamente optimista.
Negar la importancia energética de la región, la competencia entre grandes potencias y la posibilidad de que el conflicto se extienda no es lo mismo que eliminarlos.
La negación o las ilusiones no crean la realidad. Oriente Medio seguirá siendo crucial para el sistema internacional, y la cuestión palestina seguirá siendo una presencia constante e irresuelta que seguirá lastrando a todos los actores involucrados.
Y alguien, tarde o temprano, exigirá cuentas a Estados Unidos.
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Nota: Lorenzo María Pacini – Profesor asociado de Filosofía Política y Geopolítica en la Universidad Dolomiti de Belluno. Consultor en Análisis Estratégico, Inteligencia y Relaciones Internacionales.
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Fuente e Imagen: strategic-culture.su – baki-xeber.com
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