1000133215

Escribo estas líneas desde Italia, país miembro de la OTAN, actor obediente en la gran maquinaria de guerra occidental. 

Nota: Diario La Humanidad  Alfonso Ossandón – Corresponsalía Milano- Italia

Como corresponsal, observo con ojos abiertos una narrativa que se desmorona, mientras los pueblos europeos se alejan cada vez más de la verdad. Europa siempre ha estado en guerra. Y hoy, más que nunca, vuelve a vivirla —aunque muchos prefieran no verla.

Durante más de tres años, se ha intentado imponer una lectura unilateral del conflicto en Ucrania.

Una épica artificial en la que Zelensky es el héroe, Rusia es el mal absoluto, y la victoria de Kiev es solo cuestión de tiempo.

Esa narrativa, sostenida por medios que ya no informan sino que militan, se ha deshecho frente a la realidad brutal de los hechos.

Nos hablaron de soldados rusos sin botas, de un ejército que combatía con herramientas de museo, de un Putin acorralado, sin amigos ni municiones. Nos repitieron que la contraofensiva ucraniana sería definitiva, que reconquistarían Crimea y el Donbás, que el final estaba cerca.

Pero nada de eso ocurrió.

Ya en 2022, altos mandos militares de EE.UU. advertían que Ucrania no podría recuperar los territorios perdidos.

En 2023, el propio liderazgo ucraniano aceptó el fracaso de la contraofensiva.

Y en diciembre de 2024, fue el mismísimo Zelensky quien admitió que Crimea y el Donbás no serían recuperados.

Entonces, ¿por qué seguir combatiendo? ¿Por qué seguir muriendo?

La respuesta es simple y dolorosa: porque esta guerra no es por Ucrania, es ‘en’ Ucrania.

Es una guerra por poder, influencia y hegemonía. Una guerra para salvar el prestigio de gobiernos occidentales que no saben salir sin perder la cara. Una guerra por encargo, donde los ucranianos son carne de cañón de intereses ajenos.

Zelensky ya no es un líder: es un símbolo gastado, una figura atrapada en su propio personaje. La imagen de su rostro oculto entre las manos no es solo el retrato de una derrota militar, sino de un hombre que se ha convertido en prisionero de un papel escrito en otra capital.

En Europa, la prensa —esa que alguna vez fue libre— ha sido cómplice.

En Italia, los grandes diarios se han convertido en portavoces de Washington y Bruselas.

Periodistas sin memoria ni escrúpulos, salidos de una especie de manicomio ideológico, repiten lo que les dictan desde arriba.

Los que se atreven a cuestionar son tachados de traidores o «pro-Putin».

Pero la propaganda tiene un límite. El pueblo, aún desinformado, no es tonto.

Las calles de Roma, Berlín, París y Madrid comienzan a llenarse de dudas, de voces críticas.

El ridículo de los discursos oficiales ha terminado por deslegitimarlos.

Zelensky actúa. Pero ya nadie aplaude.

Esta guerra, como tantas en Europa, no terminará con un aplauso ni con un tratado justo.

Terminará, quizás, con una generación perdida, con países arruinados, y con líderes que huyeron del escenario mientras ardía el telón.

Y si algo debe quedarnos claro, es esto: Europa no ha dejado de estar en guerra.

Solo ha aprendido a maquillarla mejor.

.


Corresponsalía Milano/ Alfonso Ossandón Antiquera / © Diario La Humanidad

.

.

Por favor, comparte nuestros artículos en tus redes sociales, con amigos, en grupos y en páginas. ¡De esta manera la gente podrá alcanzar un punto de vista alternativo al implantado por occidente sobre los acontecimientos en el mundo!

.

Te recomendamos leer:

.

.

.

.

Los artículos del diario La Humanidad son expresamente responsabilidad del o los periodistas que los escriben.

.

.

About Author

Spread the love
RSS
Follow by Email
Facebook
Twitter