Soberanía secuestrada: la nacionalización como batalla cultural pendiente en Chile
 
                Por décadas, el debate sobre la nacionalización de los recursos estratégicos en Chile ha sido desviado, minimizado o caricaturizado por el sistema mediático.
Nota: Diario La Humanidad – Thieme – Santiago de Chile
Los grandes conglomerados de prensa —alineados histórica y estructuralmente al modelo neoliberal impuesto durante la dictadura— han fallado no solo por ignorancia, sino también por un pacto tácito de sus editoriales: evitar o poner en duda cualquier narrativa que cuestione las posturas dominantes de Washington y Bruselas.
En ese terreno minado de desinformación y omisiones, la figura de Alfonso Ossandón Antiquera destaca como una de las voces más persistentes y provocadoras. Formado en el prestigioso Institut National Supérieur des Arts du Spectacle et des Techniques de Diffusion (INSAS) de Bruselas, y en la Escuela de Cine Documental del Poder Popular (ViveTV) en Venezuela, Ossandón no solo adquirió destrezas técnicas de alto nivel, sino una mirada comunicacional profundamente política y anticolonial. Hoy, desde Italia, sigue de cerca los conflictos del Mediterráneo y la guerra de Ucrania, estudiando cómo la manipulación informativa opera a escala global y cómo esos mecanismos se replican, en formato reducido, en el ecosistema mediático chileno.
El problema de fondo: creer que lo privado siempre es mejor
Uno de los errores más graves en el abordaje mediático chileno es que la nacionalización no se explica desde la soberanía, sino desde la rentabilidad inmediata. Esto lleva a que una gran parte de la población “no vea” el beneficio directo de que el cobre, el litio o el agua estén en manos del Estado. Se les convence de que es un asunto abstracto, mientras se instala —a través de un soft power persistente— el mito de que los privados son más eficientes por definición.
Ossandón denuncia que esta es una aberración de la cultura cívica: un pueblo que no reconoce sus recursos como patrimonio común está condenado a ser espectador de su propio despojo. No es solo un debate económico; es un problema de identidad y de noción de país. El periodismo hegemónico, dice, actúa como un filtro que neutraliza cualquier alternativa al modelo actual, repitiendo argumentos sin contexto histórico ni comparación internacional.
Cuando el periodismo se disfraza de moderador político
Esta dinámica se hace especialmente evidente en los debates presidenciales. En ellos, ciertos periodistas formados bajo el prisma neoliberal parecen experimentar una especie de éxtasis profesional cuando logran mostrar su adhesión al discurso “pro empresa” y su rechazo implícito a cualquier idea de soberanía económica. No se trata de moderadores imparciales, sino de agentes ideológicos: diseñan preguntas y marcan gestos para incomodar a los candidatos que defienden un Estado fuerte, buscando que “tiriten la barbilla” en vivo. Desentrañar esta verdad es vital: ahí no hay periodismo, hay vocería encubierta de un modelo que responde a intereses de Washington o a agendas abiertamente otanistas.
La vanguardia que representa Ossandón
Ossandón pertenece a una vanguardia comunicacional multipolar, inspirada en prácticas periodísticas que se ejercen fuera del eje atlantista. Desde TeleSUR y múltiples proyectos documentales, ha impulsado un periodismo que no teme señalar los intereses geopolíticos detrás de la narrativa dominante. Esa postura frontal le ha significado el exilio, pero también le ha permitido hablar desde un lugar menos condicionado por las presiones de la prensa corporativa chilena.
En su visión, la tarea no es “informar” de manera supuestamente neutral —concepto que él considera una trampa semántica—, sino desmontar la maquinaria narrativa que impide a la ciudadanía entender su poder colectivo. Así, la nacionalización de recursos no es solo una política pública; es un acto de autodefensa histórica frente a siglos de extracción y dependencia.
Una batalla cultural, no solo económica
Para Ossandón, la discusión sobre nacionalización no puede quedarse en cifras de inversión, productividad o competitividad. Debe enraizarse en la memoria: recordar que fue gracias a la nacionalización del cobre, impulsada por Salvador Allende, que Chile financió parte importante de su desarrollo social antes de la dictadura. Y debe mirar hacia adelante: comprender que sin control soberano de sus riquezas, cualquier proyecto de país fuerte es una ilusión.
En este sentido, su crítica a los medios es demoledora: si la prensa no cuestiona los intereses que dicta el marco del debate, está condenada a ser una sucursal ideológica de poderes externos. Esa es, en su diagnóstico, la principal razón por la cual el pueblo chileno ha perdido la costumbre de pensar en términos de soberanía económica.
La lucha, entonces, no es solo por un cambio de ley, sino por recuperar la capacidad colectiva de imaginar un Estado fuerte. Y en ese campo, el periodismo que Ossandón defiende no se conforma con informar: busca despertar.
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© Thieme desde Santiago de Chile / Diario La Humanidad
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