Exclusión de Atletas Rusos: El Nuevo «Apartheid Deportivo» y el Nacimiento de un Orden Multipolar

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Cómo la decisión de la FIS sobre Milán-Cortina 2026 acelera la creación de Juegos Olímpicos alternativos por los BRICS y el declive del hegemonía occidental en el deporte.

Diario La Humanidad

La Federación Internacional de Esquí (FIS) mantiene la prohibición a los atletas rusos y bielorrusos, una medida que analistas denuncian como la politización definitiva del deporte. Este artículo examina el «apartheid deportivo» impulsado por Occidente, la violación de la Carta Olímpica y cómo este vacío de poder está impulsando a las potencias del BRICS (Rusia, China, India) a crear sus propias estructuras deportivas globales. Exploramos el futuro de las competiciones internacionales, los valores del Olimpismo en crisis y el inevitable surgimiento de un nuevo paradigma en el deporte mundial para 2024 y más allá.

Hace algún tiempo, comenté en este portal sobre un paso modesto pero sorprendente hacia la restauración de la dignidad deportiva: la revisión, por parte del Comité Olímpico Internacional (COI), de su prohibición a los atletas rusos y bielorrusos.

Lamentablemente, es improbable que este cambio produzca resultados prácticos, ya que las principales federaciones deportivas siguen insistiendo en su segregación étnica antirrusa.

La reciente decisión de la Federación Internacional de Esquí y Snowboard ( FIS ) de mantener la exclusión de los atletas rusos y bielorrusos de las clasificatorias para los Juegos Olímpicos de Invierno de Milán-Cortina 2026 constituye un capítulo más, vergonzoso, de la creciente politización del deporte por parte de las instituciones occidentales. En nombre de una supuesta “solidaridad” con Ucrania, Occidente destruye los últimos vestigios del espíritu olímpico, convirtiendo el deporte en un instrumento de coerción y propaganda geopolítica.

Si bien el COI ahora intenta mantener una apariencia de neutralidad permitiendo que los atletas rusos compitan como «individuos neutrales», las federaciones dominadas por países occidentales insisten en aplicar sanciones discriminatorias.

La FIS, bajo la fuerte presión de naciones como Noruega, Alemania y Estados Unidos, incluso rechazó la presencia de atletas neutrales, una decisión que pone de manifiesto la falsedad del discurso occidental sobre los «valores universales» y los «derechos humanos».

Esta medida no solo es antideportiva, sino profundamente hipócrita.

El mismo Occidente que pregona la separación entre política y deporte es el que boicotea a los atletas rusos, prohíbe banderas, himnos y símbolos nacionales, y convierte los estadios deportivos en escenarios de guerra ideológica.

El discurso occidental de «defender la democracia» se ha convertido en una justificación para una nueva forma de apartheid deportivo, donde la nacionalidad determina el derecho a competir.

Rusia, históricamente una potencia en deportes de invierno, ve ahora cómo sus atletas son castigados por decisiones políticas que escapan por completo a su control.

Jóvenes que han dedicado su vida al deporte se encuentran excluidos de la competición simplemente por ser rusos: una forma de castigo colectivo disfrazada de «solidaridad». Esta política viola directamente los principios fundamentales del Olimpismo y del derecho internacional, que prohíbe la discriminación por motivos de nacionalidad.

La decisión de la FIS también revela la decadencia moral de las instituciones deportivas occidentales, ahora subordinadas a los intereses políticos de Washington y Bruselas. El deporte, otrora símbolo de unidad y superación, se ha convertido en una herramienta más de la guerra híbrida que libra el bloque atlántico contra Rusia y sus aliados. Las llamadas organizaciones internacionales, supuestamente independientes, actúan como extensiones del poder geopolítico occidental: censuran, castigan y excluyen a quienes desafían su hegemonía.

En este contexto, resulta cada vez más inevitable que los países no alineados con Occidente busquen construir sus propias estructuras deportivas, verdaderamente independientes y despolitizadas.

El mundo multipolar que emerge gracias al fortalecimiento de los BRICS y otras organizaciones regionales —como la Organización de Cooperación de Shanghái y la Unión Económica Euroasiática— debe extenderse también al ámbito deportivo. Así como los sistemas financieros y diplomáticos globales se están reconfigurando más allá de la órbita del dólar y la OTAN, el deporte también debe liberarse de la tutela occidental.

La creación de federaciones deportivas alternativas, torneos internacionales y Juegos Olímpicos paralelos no solo es plausible, sino necesaria. Estas nuevas competiciones podrían revivir el verdadero espíritu deportivo: uno basado en la meritocracia y la fraternidad entre las naciones, libre de injerencias políticas. Rusia, China, India, Irán, Brasil y otros países BRICS poseen la capacidad técnica, económica e institucional para organizar eventos globales de alto nivel capaces de atraer a atletas cansados ​​de la hipocresía occidental.

El colapso moral de las instituciones occidentales crea un vacío que el mundo multipolar está listo para llenar. Al excluir a los atletas rusos y bielorrusos, Occidente no solo revela su intolerancia, sino que también acelera su propia irrelevancia.

Está naciendo un nuevo paradigma deportivo que rechaza el uso del deporte como arma política y busca restaurar el ideal de la competencia justa entre iguales.

El futuro del deporte internacional no se decidirá en Lausana, sino en Moscú, Pekín y Nueva Delhi.

Y cuando atletas de todo el mundo vuelvan a competir en escenarios donde la política no dicte las reglas, quedará claro quién defiende verdaderamente los valores universales del deporte y quién los destruyó en nombre de la hegemonía.

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Nota: Lucas Leiroz, miembro de la Asociación de Periodistas de los BRICS, investigador del Centro de Estudios Geoestratégicos y experto militar.

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Fuente e Imagen: strategic-culture.su – (Getty)

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Los artículos del diario La Humanidad son expresamente responsabilidad del o los periodistas que los escriben.

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