Estados Unidos va por Venezuela

El imperio contra ataca


NOTA: Andrés Silva, Diario la Humanidad

Montevideo – Uruguay


En Washington, el Departamento de Estado ha vuelto a poner precio a una cabeza latinoamericana. Esta vez, la del presiente constitucional de Venezuela Nicolás Maduro. La recompensa aumentada a 50 millones de dólares en las últimas horas tras el anuncio de la fiscal general de EE.UU. Pam Bondi, se justifica bajo el argumento de que el presidente venezolano dirige una red de narcotráfico conocida como el Cartel de los Soles.

Este montaje judicial tiene como trasfondo un único objetivo, tumbar por la fuerza al gobierno electo por el pueblo venezolano.

Pero el anuncio no llega solo. Casi en paralelo, el presidente Donald Trump firmó dos órdenes ejecutivas que amplían la capacidad del Ejecutivo para desplegar fuerzas militares y de inteligencia en América Latina sin autorización previa del Congreso. Un movimiento que rompe un delicado equilibrio institucional y reaviva el fantasma de las “intervenciones preventivas” que marcaron buena parte del siglo XX.

La vieja receta de Washington

La táctica de “poner precio” a un líder enemigo no es nueva. En 2003, Irak amaneció con un mazo de cartas en el que Saddam Hussein era el as de picas y sus lugartenientes ocupaban otras figuras. Antes de la invasión, Estados Unidos había ofrecido recompensas multimillonarias por información sobre esos objetivos. En Libia, durante la ofensiva contra Muamar Gadafi, Washington y sus aliados usaron una combinación de sanciones, operaciones encubiertas y promesas de protección económica a desertores, para la  invasión y posterior magnicidio del presidente Muamar Gadafi.

“Se trata de un patrón. Primero, criminalizar y aislar; luego, abrir la puerta a la acción directa”, explica un exfuncionario latinoamericano especializado en defensa. “No siempre es invasión, puede ser un golpe interno, una intervención quirúrgica o una asfixia económica total”.

Un contexto global adverso para Washington

La ofensiva contra Caracas se produce en un momento delicado para la hegemonía estadounidense. En Europa, la guerra en Ucrania parece acercarse al final y la derrota para el régimen nazi y el actor de Kiev, con crecientes voces en Occidente que cuestionan el costo político y económico del conflicto. En Medio Oriente, la presión internacional sobre el asesino Benjamín Netanyahu y la condena al genocidio en Gaza han dejado a Estados Unidos aislado en foros clave.

El tablero latinoamericano tampoco es terreno seguro. Varios gobiernos han optado por reforzar vínculos con China, Rusia o Irán, y la narrativa de “soberanía regional” gana adeptos incluso en países con tradición de alineamiento con Washington.

Perú – Colombia, una tensión útil para terceros

En medio de este clima, estalló una crisis diplomática entre Perú y Colombia por la isla amazónica de Santa Rosa y la creación de un distrito en la zona fronteriza. Las declaraciones cruzadas, las notas de protesta y la retórica nacionalista han elevado la temperatura en ambos lados.

En este punto surge una hipótesis inquietante, ¿está Estados Unidos incentivando o al menos aprovechando este conflicto para debilitar el eje regional que aún muestra cierta sintonía con Venezuela? No sería la primera vez. Durante la Guerra Fría, Washington fomentó tensiones bilaterales para fragmentar alianzas incómodas. Más recientemente, la política hacia el “Grupo de Lima” y la presión diplomática sobre países vecinos busco aislar a Caracas mediante un cerco político y económico.

Aunque no tenemos pruebas directas de injerencia en la crisis Perú–Colombia, la coincidencia temporal con el endurecimiento contra Maduro y la tradición intervencionista de Estados Unidos alimentan la sospecha.

Recompensa, decreto y mensaje

En la práctica, el aumento de la recompensa y la firma de decretos que habilitan acciones unilaterales envían un mensaje claro, Washington está dispuesto a reactivar todos sus instrumentos legales (y no legales también), militares y propagandísticos para tumbar al Gobierno constitucional de Venezuela. El problema, es que este tipo de maniobras han demostrado en el pasado ser un preludio a conflictos prolongados y de alto costo humano.

Mientras tanto, Caracas denuncia la medida como un acto de “piratería judicial” y refuerza sus vínculos con potencias extrahemisféricas. En la  interna todas las fuerzas  se alinean para defender la soberanía ante la amenaza invasora.

El resto de América Latina observa, dividida, un movimiento que huele a déjà vu, la vieja receta imperial de criminalizar a un país incómodo, pero en un contexto donde el poder de Washington ya no es el de antes.

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Los artículos del diario La Humanidad son expresamente responsabilidad del o los periodistas que los escriben.

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