La Cáscara de Occidente: Crisis de Valores, Revisionismo Histórico y el Ascenso de la Extrema Derecha Global
El caso del polideportivo Allende-Armani en Italia como símbolo de la batalla por la memoria histórica y el estancamiento moral de la izquierda frente a la nueva ultraderecha digital.
Nota: Diario La Humanidad – Alfonso Ossandon
Corresponsalía – Milano – Italia
Análisis de la profunda crisis de valores en Occidente: héroes estancados, memoria histórica asediada y el alarmante ascenso de una supra-extrema derecha que usa herramientas digitales para normalizar el odio. Examinamos el revisionismo histórico, desde el borrado de símbolos como Salvador Allende en Italia hasta la deshumanización en conflictos como Palestina, y planteamos la urgente necesidad de una respuesta ética y política para reconstruir la memoria colectiva y la justicia social en 2024.
“La Cáscara de Occidente: Héroes Estancados, Memoria Asediada”
Quizá a Occidente ya solo le quede la cáscara. Lo demás —los valores, la autoridad moral, la promesa universal— estuvo vacío desde hace tiempo; quienes lo ignoraron hoy despiertan al reconocimiento incómodo de esa pérdida. Los héroes ya no avanzan: no están solo cansados, están estancados en redes de complicidad, burocracia y concesiones que les impiden actuar con la fuerza moral que el tiempo exige.
Ese estancamiento no es inocuo. Cuando las voces capaces de representar la decencia se congelan, la memoria pública se vuelve campo de batalla. Se intenta borrar nombres, sustituir significados, reescribir el pasado para que convenga al presente. Un gesto aparentemente local lo demuestra con brutal claridad: la propuesta en el norte de Italia de renombrar el polideportivo «Salvador Allende» por «Giorgio Armani» —impulsada por sectores de la derecha— no es una anécdota administrativa, es un símbolo de la controversia global sobre quién tiene derecho a la memoria y a la dignidad de los vencidos. Ese intento de borrar y blanquear historias encaja en una tendencia más amplia: el revisionismo simbólico como instrumento político.
Vivimos bajo el signo de una supra‑extrema derecha que, por primera vez en la historia reciente, combina la audacia ideológica con herramientas digitales, comunicación masiva y una voluntad sistemática de normalizar la dureza política. No es solo un giro electoral: es una lógica que busca convertir la impunidad en rutina y el odio en protocolo. Y cuando la violencia se administra mediante tecnologías, cuando los muertos se vuelven cifras transmitidas en pantalla, la crueldad encuentra un modo nuevo de objetivarse: se transforma en algoritmo de la realidad que nos alcanza a todos.
El corolario es devastador. Los héroes estancados —la izquierda que se socialdemocratizó, las instituciones que priorizaron lo gestionable sobre lo justo— hoy son vistos por el poder como residuo molesto. Borrar estatuas, renombrar plazas, legitimar operaciones que causan sufrimiento masivo: todo forma parte de la misma estrategia de despojamiento moral.
Y en contextos como el palestino, donde la violencia se reproduce sobre cuerpos y generaciones, la gravedad de esa estrategia queda expuesta: no hablamos ya solo de símbolos, sino de vidas. Ninguna causa justa puede abrazar la deshumanización; ninguna memoria puede sobrevivir si se permite que la crueldad quede naturalizada.
La frase que alguna vez retumbó en labios de un líder de otro tiempo —“La historia me absolverá”— se vuelve ahora un recordatorio ambivalente: la historia juzga, pero también registra; y la memoria colectiva es la única barrera frente al olvido organizado. Defender la memoria no es nostalgia: es defensa práctica contra la normalización del mal.
Por eso la respuesta debe ser doble y clara. Primero, ética: recuperar la centralidad de la persona frente al dato, volver a ver rostros donde hoy solo hay cifras, y reconocer la violencia como afrenta moral que no admite tecnicismos.
Segundo, política: reanimar las fuerzas sociales que pueden transformar el estancamiento en acción —no solo partidos ni marcas—, reconstruir organizaciones que prioricen la justicia y la solidaridad sobre la eficiencia electoral o la sumisión a poderes externos.
Si Occidente se quedó con la cáscara, la tarea es rescatar el contenido: memoria, dignidad, responsabilidad y coraje.
Los héroes no deben ser borrados por la pasividad; deben ser reactivados por la memoria y la acción.
La historia no es un algoritmo neutro que se ejecuta sin testigos: la hacemos cada día, con las resistencias pequeñas y con las grandes decisiones.
Que no nos quepa duda: borrar a los héroes es fácil; reconstruirlos exige oposiciones conscientes, colectivas y éticas.
Corresponsalía Milano / Alfonso Ossandón Antiquera / © Diario La Humanidad
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