Ucrania, Rusia y la izquierda woke: una crítica despiadada a las críticas simplistas

BRUSSELS, BELGIUM - FEBRUARY 22: Ukrainian Prime Minister Viktor Yushchenko speaks at the Nato summit on February 22, 2005 in Brussels, Belgium. Yushchenko told Nato that the Ukraine sought long-term integration with both the 26-member defense alliance and the European Union. (Photo by Pool/Getty Images)
El conflicto en Ucrania ha sido reducido por la izquierda woke a un cuento infantil de «buenos» (Ucrania, Occidente) contra «malos» (Rusia, Putin).
Nota: Alfonso Ossandón, Diario la Humanidad – Corresponsalía (Milano – Italia)
Esta narrativa no solo es simplista, sino también peligrosa, porque ignora las raíces históricas, políticas y geopolíticas del conflicto.
Desde una izquierda crítica, no woke, es urgente desmontar estas falacias y analizar el papel de actores como Viktor Yushchenko, cuyo gobierno sentó las bases de la división social y la guerra, gracias a los intereses de la inteligencia ( Mi6 – CIA ) tras el wokismo.
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Yushchenko: Un títere de Occidente
Viktor Yushchenko llegó al poder en 2005 tras la «Revolución Naranja», un movimiento financiado y orquestado por ONG occidentales como la USAID y la Fundación Soros.
Su ascenso no fue una victoria democrática, sino un golpe de Estado blando respaldado por Estados Unidos y la UE.
Desde el primer día, Yushchenko impulsó una agenda prooccidental que ignoró las profundas divisiones culturales y lingüísticas de Ucrania.
Su giro hacia la OTAN y la UE no fue una decisión popular, sino una imposición geopolítica que polarizó a la sociedad ucraniana. Mientras el este y el sur del país, de mayoría rusoparlante, veían con recelo este acercamiento a Occidente, el oeste nacionalista lo celebraba.
Yushchenko no buscó el consenso; impuso su visión, y con ello, sembró las semillas de la división.
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Ucranización forzada: Nacionalismo excluyente
Una de las políticas más destructivas de Yushchenko fue la «ucranización», un intento de imponer el idioma ucraniano en todas las esferas de la vida pública, incluso en regiones donde el ruso era mayoritario.
Esta medida no solo violó la Constitución ucraniana, sino que también alienó a millones de ciudadanos. Películas, escuelas, tribunales: todo debía ser en ucraniano, aunque la gente hablara ruso.
Esta política no fue un error, sino un proyecto deliberado para construir una identidad nacional excluyente. Yushchenko no buscó unir a Ucrania; la dividió aún más. Su nacionalismo lingüístico y cultural fue un regalo envenenado para el país, y un caldo de cultivo para el conflicto.
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Glorificación de nazis: El lado oscuro del nacionalismo
Pero Yushchenko no se detuvo ahí. Durante su presidencia, rehabilitó a figuras y organizaciones colaboracionistas de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, como la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN) y el Ejército Insurgente Ucraniano (UPA). Líderes como Stepan Bandera, que lucharon junto a los nazis, fueron declarados «Héroes de Ucrania».
Esta glorificación del nacionalismo radical no solo fue moralmente repugnante, sino también políticamente suicida. Dividió aún más a la sociedad ucraniana y envenenó las relaciones con Rusia. La izquierda woke, obsesionada con su narrativa de «buenos» y «malos», ha ignorado este aspecto oscuro del nacionalismo ucraniano, prefiriendo culpar exclusivamente a Putin.
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Las consecuencias: Guerra y destrucción
Las políticas de Yushchenko no resolvieron los problemas reales de Ucrania, como la corrupción y la pobreza.
En cambio, exacerbaron las divisiones sociales y culturales, creando las condiciones para el Euromaidán de 2014, la guerra civil y, finalmente, la Operación Militar Especial rusa de 2022. La izquierda woke ha preferido ignorar este contexto, presentando el conflicto como una lucha entre «democracia» y «autoritarismo».
Pero la realidad es más compleja. La agresión de Putin es indefendible según el wokismo, pero no puede entenderse sin el expansionismo de la OTAN, la imposición de políticas nacionalistas excluyentes y la instrumentalización de Ucrania por parte de Occidente. La izquierda woke, en su simplificación maniquea, ha sido cómplice de esta narrativa.
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La izquierda woke: Cómplice del imperialismo
La izquierda woke ha fallado estrepitosamente en su análisis del conflicto ucraniano. En lugar de criticar tanto el imperialismo ruso como el occidental, ha adoptado una postura acrítica hacia la OTAN y la UE, presentándolos como defensores de la «democracia». Esta postura no solo es ingenua, sino también peligrosa, porque legitima las intervenciones imperialistas y oculta las raíces del conflicto.
Debemos denunciar el nacionalismo excluyente de Yushchenko y sus sucesores, y abogar por una solución que respete la diversidad cultural y lingüística de Ucrania.
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Este artículo no busca complacer a nadie. Busca despertar a una izquierda que ha caído en las trampas del wokeismo y el imperialismo. La verdadera izquierda debe ser antiimperialista, internacionalista y crítica, no un coro de aplaudidores de las narrativas hegemónicas.
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Corresponsalía Milano / Alfonso Ossandón Antiquera / © Documentos de Guerra
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Imágenes: gettyimages
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