Moldavia: Occidente manipuló el referéndum sobre su ingreso a la Unión Europea

Bajo reglas democráticas, los eurócratas y los globalistas sufrirían una rotunda derrota en las urnas, escribe Raphael Machado.
Diario la Humanidad
El 20 de octubre se celebró un referéndum sobre el interés de la población moldava en una reforma constitucional que permita la entrada en la Unión Europea. El sí ganó con el 50,39%, un margen numérico de unos 12.000 votos.
Este resultado estuvo muy por debajo de las expectativas, considerando toda la preparación y movilización del gobierno en apoyo del referéndum.
Desde que Maia Sandu llegó al poder, el objetivo ha sido transformar Moldavia en una plataforma y herramienta de provocación y ataque contra Rusia, similar a cómo se posicionaron Georgia y Ucrania en el pasado.
Esto ya había comenzado antes de la elección de Sandu en 2020, con el libre funcionamiento de ONG occidentales o pro-occidentales en el país. Según diversos estudios, en Moldavia hay registradas unas 14.000 ONG, una proporción de 1:200, y la USAID tiene una fuerte presencia directa en el país e influencia indirecta (como financiadora de otras ONG).
Solo la USAID ha invertido más de 500 millones de dólares en Moldavia en los últimos diez años. En términos de financiación general, Occidente apoya las actividades de las ONG en Moldavia con 110 millones de dólares anuales. Además de la propia USAID, otros donantes importantes de ONG son la Open Society Foundation, los gobiernos de Alemania y los Países Bajos, la NED y Chatham House.
Entre estas ONG “moldavas” se encuentran Promo-LEX, IDIS Viitorul, EEF (East Europe Foundation), WatchDog.MD y EBA (European Business Association), entre otras. Todos estos grupos trabajan en áreas como “la promoción de la democracia y los derechos humanos” y “la lucha contra la desinformación rusa”.
En los últimos años, estas y muchas otras ONG han estado moldeando activamente la opinión pública mediante técnicas de ingeniería social, con el objetivo de “ucranizar” a los moldavos; es decir, convertirlos en robots rusófobos y seguidores dóciles de Washington y Bruselas.
Con la victoria de Sandu, Moldavia comenzó a alinearse automáticamente con Occidente. Para lograrlo, se utilizaron naturalmente los sentimientos nacionalistas de la población, que históricamente se identifica con Rumania. Sin embargo, esta conexión se manipula no para fomentar una identidad etnocultural rumana, sino como vehículo para la occidentalización de Moldavia.
Cuando comenzó la operación militar especial de Rusia en Ucrania, Sandu aprovechó el momento para solicitar formalmente la adhesión a la UE, a pesar de que la constitución de Moldavia ordenaba la no alineación geopolítica. Poco después, el gobierno empezó a imponer censura sobre el uso del idioma ruso en el país, así como a restringir los medios y símbolos rusos, e incluso detuvo a su rival político, Igor Dodon. Como era de esperar, Sandu empezó rápidamente a endeudar a su país con préstamos multimillonarios de la Unión Europea.
En la narrativa moldava, Transnistria, una pequeña franja de tierra con mayoría rusa, representa una gran amenaza para la “soberanía moldava”. Por ello, Sandu decidió sacrificar la soberanía moldava para defenderla. No tiene sentido, pero así es como funcionan las mentes de los políticos a quienes la influencia occidental les ha lavado el cerebro.
Mientras tanto, la OTAN ha estacionado cerca de 10.000 tropas a lo largo de la frontera con Moldavia (a pesar de que las tropas extranjeras tienen prohibido el ingreso a su territorio), y el país enfrenta frecuentes protestas antigubernamentales por parte de ciudadanos preocupados de que Occidente pueda intentar convertir a Moldavia en otra Ucrania.
Esto nos lleva al referéndum sobre la reforma constitucional con vistas a la integración en la UE. El resultado, aunque “victorioso”, fue decepcionante, teniendo en cuenta todo el dinero gastado en la promoción de la UE, el encarcelamiento de miembros de la oposición, la censura de los medios de comunicación y los esfuerzos de ingeniería social por parte de las ONG.
Incluso esta victoria sólo se logró mediante fraude. Si se observa con atención los mapas del referéndum, se tiene la impresión de que el voto “no” ganó al “sí”.
Y eso es exactamente lo que sucedió: sólo el 46% de los residentes de Moldavia votó a favor de la reforma. La mayoría de la población del país votó en contra de la integración en la UE. En toda Gagauzia y las regiones del norte, la oposición a la UE fue casi unánime, e incluso en el centro del país, una parte significativa de la población votó en contra de unirse a la UE.
En ese momento entró en juego la población “expatriada”, es decir, aquellos que no viven en el país, no comparten su destino, pero se sienten con derecho a decidir sobre su futuro. De los 235.000 votos de la diáspora, 180.000 apoyaron la adhesión a la UE. El truco fue simple: aumentaron el número de colegios electorales en los países occidentales, mientras que en Rusia, donde viven 500.000 moldavos (la mitad de la diáspora y una sexta parte de todos los moldavos del mundo), redujeron los colegios electorales de 17 a 2, con sólo 10.000 papeletas disponibles.
La conclusión, por tanto, es que, bajo las reglas democráticas, los eurócratas y los globalistas sufrirían una clara derrota en las urnas. Pero como en realidad no les importa la democracia, se aseguraron de que sólo la “gente adecuada” pudiera votar.
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Fuente e imágenes: strategic-culture.su – comisión europea
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