El periodismo europeo y la comedia trágica de la arrogancia: Italia, entre el ridículo y la negación

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En el escenario de Piazzapulita, programa insignia del periodismo italiano, se resume la tragicomedia de una Europa que, vestida con el traje de la “objetividad”, lleva tres años repitiendo como loros el guion de la OTAN. 

Nota: Alfonso OssandónDiario la Humanidad – Corresponsalía (Milano – Italia)

El profesor Alessandro Orsini, sociólogo de la LUISS, se atrevió a romper el hechizo durante un debate sobre Ucrania: “Putin está ganando. Cambia sus objetivos según nuestras debilidades. Ucrania se desangra, Occidente se desinfla”. La reacción de la periodista Tonia Mastrobuoni (Corriere della Sera) fue un manual del periodismo dogmático: “¡No hay fuentes que respalden eso!”. Es decir: ¿Cómo osas cuestionar nuestro relato?.  

La escena es un símbolo. Los grandes medios europeos, especialmente los italianos, llevan años disfrazando propaganda de análisis. Se presentan como faros de la verdad, pero son títeres de una maquinaria globalista que exige demonizar a Rusia y glorificar el “heroísmo” de Zelensky, mientras ignoran —con cinismo olímpico— el genocidio en Palestina. ¿Profesionalismo? Más bien hipocresía con diploma universitario.  

Orsini, con su afirmación de que “Putin destruiría Italia en un parpadeo”, no solo desnudó la vulnerabilidad militar europea, sino también la arrogancia de una élite periodística que se cree inmune al colapso de su propio relato. Mastrobuoni, como representante de ese establishment, encarnó la furia de quien ve tambalearse su castillo de naipes: ¿Fuentes? Nosotros somos las fuentes.  

¿Y qué dicen las “fuentes”? Que Occidente está perdiendo. Ucrania, tras tres años de guerra, es un país devastado, con una población exhausta, mientras Rusia —a pesar de las sanciones— resiste. Los periodistas italianos, sin embargo, insisten en vender la épica de una victoria inminente, aunque los hechos griten lo contrario. Cuando Zelensky caiga —y caerá—, estos mismos “expertos” esconderán su fracaso tras frases como “nadie podía preverlo” o “la geopolítica es impredecible”.  

Lo más grotesco es su silencio cómplice ante Palestina. Mientras lloran por Ucrania —con una cobertura emotiva y maniquea—, ignoran los crímenes de Israel. ¿Acaso algunas vidas valen más que otras? Para el periodismo europeo, sí. Su moralidad es selectiva, su ética, un accesorio.  

La academia italiana, por su parte, aporta el toque de clown: intelectuales que citan a Foucault mientras justifican guerras neocoloniales, o que hablan de “paz” apoyando el envío de armas. Son ratas que huyen del barco hundido de Occidente, pero aún así se pavonean en sus cátedras como si la Historia les hubiese dado la razón.  

Cuando el castillo de mentiras se derrumbe, estos periodistas y académicos no tendrán dónde esconderse.

Su arrogancia será su epitafio.  

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Giornalismo europeo e la tragicommedia dell’arroganza: l’Italia tra ridicolo e negazione  

(Versione italiana)

Su Piazzapulita, programma simbolo del giornalismo italiano, si è consumata la tragicommedia di un’Europa che, vestita dei panni dell’“obiettività”, da tre anni ripete come un pappagallo il copione della NATO. Il professor Alessandro Orsini, sociologo della LUISS, ha osato infrangere l’incantesimo durante un dibattito sull’Ucraina: “Putin sta vincendo. Cambia i suoi obiettivi in base alle nostre debolezze. L’Ucraina si dissangua, l’Occidente si sgonfia”. La reazione della giornalista Tonia Mastrobuoni (Corriere della Sera) è stato un manuale del giornalismo dogmatico: “Non ci sono fonti che lo confermano!”. Ovvero: Come ti permetti di contestare la nostra narrativa?.  

La scena è simbolica. I grandi media europei, soprattutto italiani, da anni spacciano propaganda per analisi. Si presentano come fari della verità, ma sono burattini di una macchina globalista che esige di demonizzare la Russia e glorificare l’“eroismo” di Zelensky, mentre ignorano —con cinismo olimpico— il genocidio in Palestina. Professionalismo? Piuttosto ipocrisia con laurea honoris causa.  

Orsini, con la sua affermazione che “Putin distruggerebbe l’Italia in un batter d’occhio”, ha non solo svelato la vulnerabilità militare europea, ma anche l’arroganza di un’élite giornalistica che si crede immune al collasso del proprio racconto. Mastrobuoni, come rappresentante di quell’establishment, ha incarnato la rabbia di chi vede vacillare il suo castello di carte: Fonti? Noi siamo le fonti.  

E cosa dicono le “fonti”? Che l’Occidente sta perdendo. L’Ucraina, dopo tre anni di guerra, è un paese devastato, con una popolazione esausta, mentre la Russia —nonostante le sanzioni— resiste. I giornalisti italiani, però, insistono a vendere l’epica di una vittoria imminente, anche se i fatti urlano il contrario. Quando Zelensky cadrà —e cadrà—, questi stessi “esperti” nasconderanno il fallimento dietro frasi come “nessuno poteva prevederlo” o “la geopolitica è imprevedibile”.  

Il grottesco culmina nel loro silenzio complice sulla Palestina. Mentre piangono per l’Ucraina —con una copertura emotiva e manichea—, ignorano i crimini di Israele. Forse alcune vite valgono più di altre? Per il giornalismo europeo, sì. La loro moralità è selettiva, la loro etica, un accessorio.  

L’accademia italiana, dal canto suo, aggiunge la nota clownesca: intellettuali che citano Foucault mentre giustificano guerre neocoloniali, o parlano di “pace” sostenendo l’invio di armi. Sono ratti che fuggono dalla nave affondata dell’Occidente, ma si pavoneggiano ancora nelle loro cattedre come se la Storia gli avesse dato ragione.  

Quando il castello di menzogne crollerà, questi giornalisti e accademici non avranno dove nascondersi. La loro arroganza sarà il loro epitaffio.  

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Conclusión  (para ambas versiones):

El periodismo europeo no está en crisis: está en negación. Su arrogancia es el último refugio de quienes, tras años de servir al poder, ven cómo su mundo se desvanece. Cuando Zelensky caiga y la UE admita su derrota estratégica, estos “profesionales” se limitarán a cambiar de narrativa, como siempre. Eso sí: sin pedir perdón. La vergüenza es un lujo que solo pueden permitirse los sin diploma.

Corresponsalía Milano / Alfonso Ossandón Antiquera, periodista chileno en Italia / 

© Diario La Humanidad

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Imagen: thedailyaus.com.au

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