El Fondo Común Europeo para la Economía de Guerra

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Una Iniciativa Militarista en Expansión, Mientras la Sociedad se Desintegra

En un contexto de creciente militarización, la reciente declaración de Varsovia, firmada por seis países de la Unión Europea (Francia, Alemania, Italia, Polonia, España) y el Reino Unido, marca un cambio significativo en la política económica y militar europea.

NOTA: Corresponsalía Milano, Diario la Humanidad

Milano – Italia

Este acuerdo, respaldado por el ministro de Exteriores italiano, Antonio Tajani, propone la creación de «Eurobonos» para financiar la industria militar, lo que subraya el giro hacia un modelo económico enfocado en la guerra.

Este impulso hacia la economía bélica está respaldado por una nueva visión que promueve la inversión en armamento y defensa como un medio para garantizar la seguridad y la paz en Europa. Sin embargo, la propuesta de los Eurobonos, que originalmente se pensaron para financiar el presupuesto europeo a través del mercado de capitales, ahora se orienta exclusivamente hacia el financiamiento de la guerra, particularmente en el contexto del conflicto en Ucrania.

Mientras tanto, los recortes en el gasto social son una de las principales consecuencias de esta reorientación. En Italia, por ejemplo, el próximo presupuesto prevé una reducción de 12 mil millones de euros en el gasto social a partir de 2025, mientras que la inversión en defensa sigue aumentando.

Actualmente, la cifra de gasto militar de la Unión Europea se ha incrementado en un 30% desde el inicio de la guerra en Ucrania, alcanzando los 326 mil millones de euros este año, según Josep Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores.

El gobierno italiano, liderado por la primera ministra Giorgia Meloni, ha solicitado la exclusión de los gastos militares de los estrictos parámetros del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE, lo que permitiría aumentar el gasto en defensa sin comprometer las finanzas públicas. Esta propuesta es vista como una forma de impulsar aún más el sector militar, especialmente en países con alto déficit, como Italia.

En este contexto, la OTAN y sus aliados piden un aumento sustancial en el presupuesto de defensa, más allá del 2% del PIB, para garantizar la «disuasión» a largo plazo frente a amenazas percibidas, como la de Rusia. Esta postura refleja una creciente presión por parte de las fuerzas militares y sus lobbies, que ya han logrado influir en las políticas de gasto de varios gobiernos europeos.

Sin embargo, mientras la élite política y económica europea se dedica a reforzar las estructuras de poder bélico, la realidad cotidiana para la mayoría de la población parece cada vez más desconectada de estos dramas geopolíticos. En Italia, por ejemplo, la televisión sigue entreteniendo a los ciudadanos con concursos, reality shows y pasatiempos superficiales, como si la guerra y la crisis económica no existieran.

En sus bares, el juego de azar sigue siendo una distracción popular, mientras la adicción a los psicofármacos aumenta entre una población cada vez más vulnerable y diagnosticada con trastornos psiquiátricos.

Un guion apocalíptico parece poco para describir una sociedad que, mientras enfrenta el creciente poder de la industria armamentista, parece completamente absorta en sus distracciones y el consumo de fármacos. En un escenario donde el gasto militar se dispara, y la inversión en servicios sociales y bienestar humano se recorta, la desconexión entre el poder y el pueblo nunca ha sido tan palpable.

La economía de guerra está reformando profundamente las prioridades de los gobiernos, con una mayor inversión en armamento y una creciente militarización de las instituciones, desde la educación hasta la cooperación científica con la industria armamentista. Los programas educativos y formativos, como la alternancia escuela-trabajo y la colaboración con fabricantes de armas, se están configurando como componentes esenciales de esta nueva economía bélica.

Este giro hacia el militarismo plantea serias interrogantes sobre las prioridades de las políticas gubernamentales y su impacto en el bienestar social, mientras las clases dominantes continúan apostando por el capital bélico y la guerra como motores de la economía. Mientras tanto, una sociedad atrapada en el entretenimiento y las adicciones parece cada vez más distante de las realidades que podrían definir su futuro.

Corresponsalía Milano / Alfonso Ossandón Antiquera / © Diario La Humanidad

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