El Grito de la Infancia en Medio del Genocidio

El arte, en su máxima expresión, es un acto de resistencia. Pocas veces el compromiso político y la sensibilidad poética se encuentran de manera tan conmovedora como en la obra del cantautor uruguayo Andrés Stagnaro.

NOTA: Andrés Silva, Diario la Humanidad

Montevideo, Uruguay

Su canción Ángeles Perdidos es un testimonio de solidaridad con las niñas y niños que han quedado huérfanos a causa de los bombardeos genocidas del Estado sionista y genocida de Israel en Palestina.

Andrés Stagnaro: Un Cantautor de la Memoria y la Justicia

Andrés Stagnaro es un músico y poeta uruguayo que ha hecho de su arte una trinchera de lucha. Desde sus inicios, su obra ha estado marcada por una sensibilidad social que lo emparenta con las mejores tradiciones de la canción comprometida latinoamericana. Stagnaro ha utilizado su voz para dar testimonio de las injusticias que atraviesan los pueblos oprimidos del mundo.

A lo largo de su carrera, ha cantado contra la desigualdad, la represión y la impunidad, convirtiendo su música en un espacio de memoria y denuncia. Su solidaridad con la causa palestina no es circunstancial ni oportunista, responde a una comprensión profunda de la historia del colonialismo, la ocupación y la resistencia de los pueblos ante la barbarie. En este sentido, Ángeles Perdidos es una de sus composiciones más desgarradoras (Por lo que cuenta), donde el dolor se vuelve un clamor de justicia.

Ángeles Perdidos: La Infancia como Víctima de un genocidio

La letra de Ángeles Perdidos nos sumerge en un relato crudo y poéticamente devastador. Stagnaro no se limita a describir el horror; lo traduce en imágenes de una potencia que atraviesa la conciencia del oyente. Desde los primeros versos, la canción nos presenta la figura de niñas y niños arrancados de la vida por bombas que fueron preparadas para un exterminio.

El título mismo, Ángeles Perdidos, resignifica la infancia arrebatada. No es solo una metáfora, es la constatación de que hay vidas que fueron silenciadas antes de poder tan siquiera comprender el mundo. A través de una melodía melancólica y letras que evocan el dolor de estar solo sin saber en dónde están los seres queridos, la canción denuncia cómo la maquinaria de la guerra imperialista y genocida devora a los más inocentes.

Uno de los pasajes más impactantes de la canción describe los pequeños cuerpos  solitarios, buscando en escombros, una imagen que no solo remite a la destrucción material sino también a la violencia simbólica de arrebatar la posibilidad de futuro. El arte de Stagnaro, en este sentido, se convierte en un acto de resistencia, nombra a los ausentes, les da un espacio en la memoria colectiva, y clama por justicia en un mundo que pretende naturalizar el exterminio.

El Genocidio y la Infancia como Blanco de Guerra

El genocidio contra el pueblo palestino ha dejado a cientos de miles de niños y niñas huérfanos, heridos o muertos. La sistemática agresión del Estado Sionista y genocida de Israel, sostenida por potencias occidentales y legitimadas por narrativas mediáticas cómplices, ha convertido a Gaza en un infierno donde la infancia es blanco directo. Los bombardeos sobre hospitales, escuelas y viviendas no son errores, son parte de una estrategia de exterminio que busca borrar del mapa a una nación entera.

En Palestina, La Convención sobre los Derechos del Niño se ha convertido en letra muerta. La comunidad internacional ha demostrado su hipocresía al mirar hacia otro lado mientras se masacra a niños y niñas bajo el pretexto de la «seguridad» de Israel. La obra de Andrés Stagnaro nos recuerda que no podemos callar ante la barbarie, que el arte tiene el deber de incomodar, denunciar y movilizar conciencias.

En un mundo donde los medios dominantes normalizan la violencia contra Palestina, canciones como Ángeles Perdidos se transforma en un faro de memoria y dignidad. Las infancias y el pueblo palestino merecen algo más que compasión pasajera, merece justicia. Y en la voz de artistas como Andrés Stagnaro, esa demanda encuentra un eco que no puede ser acallado.

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